Ya pasaron siete años de los trágicos 19 y 20 de diciembre de 2001, aquellos días de la crisis terminal que se llevó puesto a De la Rúa y que terminó con una treintena de argentinos muertos a manos de la represión policial de su gobierno.
Aquellas jornadas son también las de los cacerolazos y los saqueos pero, sobre todo, los días del triunfo de devaluadores sobre dolarizadores. Victoria que semanas después implementarían el provisorio Duhalde, Remes y De Mendiguren, produciendo una transferencia de recursos descomunal en detrimento de los sectores populares y en beneficio de los grandes grupos empresarios endeudados en dólares.
Tras un 2008 que rompió la inercia política y económica a la que veníamos acostumbrados, aquel 2001 parece lejano pero sus huellas siguen presentes de cara a un 2009 electoral. La representación de los trabajadores y de los sectores postergados y excluídos aun no ha podido encontrar los canales que los pongan en el primer plano, y la participación es una invocación repetida de práctica escasa.
Mientras el Gobierno revolea medidas para enfrentar los nubarrones de una crisis mundial que parece detendrá el crecimiento sostenido del último lustro, muchos (como se sostiene aquí con sobrados argumentos) seguimos esperando las señales concretas y directas que distribuyan recursos y políticas públicas también (y prioritariamente) por debajo de la línea de la clase media.
Las elecciones del año próximo encuentran al campo nacional y popular (ese eufemismo de lo que queda del peronismo que no baja las banderas) y a la centroizquierda tratando de enhebrar la aguja sin que se les escape el hilo. Tomando conceptos del amigo Boot, hay sectores que se van «a la izquierda» de la estrategia K no porque se pueda o no criticar, sino porque al ver que el oficialismo se atrinchera en el PJ coligen que no ligarán ni un hueso. El peligro de centrar la estrategia en “diferenciarse” es pasar, más tarde o más temprano, a formar parte del dispositivo de la reacción más horrenda.
Como lo señaló en la edición pasada el Escriba, líder carismático de la blogósfera que a veces se da una vuelta por ZOOM, antes que «diferenciarse» del kirchnerismo sería más prudente y proteico completarlo, tomar la posta y construir una alternativa de poder superadora, propiciando una salida que no resulte por derecha.
Por ahora, con un verano caliente por delante y con los grupos económicos en guardia y reposicionados, la sensación es que, como en 2001, aunque no tan gráfica ni dramáticamente, mientras del otro lado tiran a matar, nosotros solo podemos responder tirando piedras.