Hace pocas semanas atrás, la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR) de Córdoba firmó un convenio con autoridades de los Ministerios de Gobierno, de Justicia y Derechos Humanos de la gestión de Juan Schiaretti, para promover vínculos de cooperación y asistencia que permitan coordinar políticas públicas de promoción y protección de los derechos humanos que hacen a la diversidad sexual. Horas antes de este significativo acuerdo, la secretaria general de AMMAR, Eugenia Aravena, accedió a conversar con ZOOM.
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“Nos organizamos en Córdoba a fines de 1999. Al principio lo que nos motivó fue la necesidad de juntarnos para no ir más presas”, cuenta al relatar los inicios de la organización que preside. Y luego dice que entonces daban por hecho que el trabajo sexual era delito, hasta que se enteraron que no, que su oficio no era ilegal en la Argentina. “La Policía siempre tuvo esa actitud brava”, rememora, y agrega: “tenemos compañeras que han sido asesinadas por la Policía, muchas que han sido golpeadas o violadas en los calabozos, otras desaparecidas. Todo ante una sociedad muy hipócrita, que se maneja con un doble discurso, que mira para otro lado ante estos temas, ante la represión salvaje, que no podemos dejar de pensar sino en el contexto del dinero que genera la explotación sexual y la trata de personas. De allí que se busque empujar a la clandestinidad a las trabajadoras sexuales autónomas, porque ahí necesitás de alguien que te cuide, que te proteja y eso cuesta el 50% de las ganancias de las compañeras en el día a día. Y esa realidad, sin saber muy bien cómo, fue lo que nos propusimos cambiar, tal vez con un poco de ingenuidad, pero empezamos a organizarnos”.
¿Y cómo fueron los primeros pasos?
Enseguida comprendimos que teníamos que enfrentar el artículo n°45 del Código de Faltas, porque llegábamos a casos en donde las compañeras no solo eran detenidas trabajando sino incluso, a veces, comprando en el centro de la ciudad, o paseando con sus hijos. Y por supuesto: enseguida llegaron los aprietes, las amenazas. Al principio estuvimos muy solas, porque no había acompañamiento político por parte de nadie, salvo las monjas, que al principio nos dieron un lugar y luego nos echaron. Esto fue así hasta que ingresamos a la CTA y luego cuando nos sumamos a la lucha por la derogación del Código de Faltas. Eso fue clave: la organización con otras, con otros. La organización colectiva ha cambiado mucho la situación de cómo era todo en los comienzos. Más allá de algunos avances legislativos, como puede ser en nuestro caso la derogación del artículo n°45, que ya no está en el Nuevo Código de Convivencia, fue la visibilización pública, la denuncia, lo que nos ha mantenido en ese lugar que hemos conquistado.
«La organización colectiva ha cambiado mucho la situación de cómo era todo en los comienzos»
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Eugenia llegó unos minutos tarde a la cita, apurada y diciendo que tenía poco tiempo, pero una vez que se sentó en una silla y se tomó los primeros mates, con el grabador encendido, la conversación fue fluyendo de tal modo que el tiempo pareció no transcurrir tal como lo indicaba el reloj. Siempre con una sonrisa en el rostro, mientras observaba cómo unos ejemplares del libro “Parate en mi esquina. Apuntes para el reconocimiento del trabajo sexual” se lucían en la vidriera de la librería Punto de Encuentro, Aravena comenzó a arremeter contra la línea “abolicionista” del feminismo, y asegura que la campaña que están desarrollando para confundir “trata de personas” con “trabajo sexual” es muy grande. “Ahí confluye un sector del feminismo, la Iglesia Católica y varios programas gubernamentales, basados en las nuevas leyes que se aplicaron desde 2011, prohibiendo los anuncios o cerrando los cabarets”.
Para Aravena, estas campañas son “puro marketing” y no apuntan a donde tienen que apuntar: “las redes de proxenetas, con sus articulaciones a nivel policial, judicial y político”.
¿Sienten que se les niega el lugar de “sujeto político” al reducírselas a ese lugar de víctimas?
Por supuesto. Y es agregar más violencia y represión. Porque nos siguen oprimiendo desde otros lugares. Pensamos que hay que promover debates al interior del campo popular y no encerrarnos en fundamentalismos, porque además nosotros conocemos muy bien sobre el tema de la explotación sexual, y hemos estado muchas veces involucradas, acompañando a víctimas de trata, sin tener tanta necesidad de andar haciéndolo público o haciendo campaña con esos gestos solidarios, como hacen muchas ONGs que reciben financiamiento, siempre y cuando condenen el trabajo sexual.
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Nació en San Juan hace 35 años. Pero de sanjuanina le queda poco. Eugenia Aravena es hoy un personaje público de Córdoba. Como titular de AMMAR-Córdoba puede vérsela seguido en movilizaciones, actividades de otras organizaciones populares, sentada en una radio, conversando con algún periodista en un bar o con un notero por las calles de la ciudad. Cuando la pregunta le resulta incómoda sonríe, pero no esquiva la conversación y, sin rodeos, responde.
¿Son feministas en AMMAR?
Yo creo que sí. En mi caso fui aprendiendo de muchas compañeras que no hay un solo feminismo, que hay distintas formas de construirlo y que también ahí se libran las disputas. Como feministas creo que no podemos decirle a otras mujeres qué es lo que tienen que hacer. Fue un proceso, un proceso lento y largo, al menos acá en Córdoba. Porque desde el movimiento de mujeres antes pasaba que venían y te decían: “ustedes son esto, son aquello, deben hacer tal cosa”. Era terrible, teníamos que pelear contra la cana, contra los fiolos… ¡y contra las feministas! Porque en una época las feministas-abolicionistas iban a escrachar los prostíbulos en los que trabajábamos.
Claro, funcionando como una suerte de discurso moralizador de izquierda, ¿no?
Sí, resulta muy contradictorio, porque nosotras acompañamos y nos solidarizamos con tantas causas, y después no se nos acompaña a nosotras como trabajadoras que exigimos derechos laborales, que peleamos por dejar de ser explotadas por los cafishos y reprimidas por la policía; que luchamos porque las compañeras más grandes tengan una jubilación y las que trabajan puedan hacerlo desde la autogestión. ¿Por qué la clandestinidad? No tener derechos laborales, ser precaria. Además: ¿de qué revolución hablamos si después lo sexual sigue todavía siendo un tema tabú del que no se puede hablar? ¿Qué es lo que pasa ahí? No podemos hablar de transformación, de revolución y nos corremos de al lado de quienes venimos enfrentando el aparato represivo del estado, o colocándonos en ese lugar de que somos “mujeres en situación de prostitución” y no trabajadoras sexuales.
«Pensamos que hay que promover debates al interior del campo popular y no encerrarnos en fundamentalismos, porque además nosotros conocemos muy bien sobre el tema de la explotación sexual, y hemos estado muchas veces involucradas, acompañando a víctimas de trata, sin tener tanta necesidad de andar haciéndolo público o haciendo campaña con esos gestos solidarios, como hacen muchas ONGs que reciben financiamiento, siempre y cuando condenen el trabajo sexual»
[edgtf_custom_font content_custom_font=»Trabajo sexual / Trabajo social» custom_font_tag=»h4″ font_family=»» font_size=»» line_height=»» font_style=»italic» text_align=»left» font_weight=»» color=»» text_decoration=»none» letter_spacing=»»]
Eugenia Aravena destaca el trabajo emprendido por la “Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual” en general, y en particular las posibilidades de visibilizar la temática que les otorga el reciente libro, el primero publicado en Argentina dedicado íntegramente al tema, en donde su nombre figura entre las compiladoras de la publicación. Antes de irse, cuenta que AMMAR no se coincide solo como una organización sindical de las trabajadoras sexuales, sino también como una organización popular con fuertes vínculos con la comunidad. Y pone como ejemplo los espacios que sostienen día a día, donde también asisten trabajadoras sexuales trans y trabajadoras precarizadas de otros rubros, como las que limpian vidrios en las calles, o las que cuidan automóviles, o las vendedoras de la revista La Luciérnaga (publicación cordobesa similar a la revista Hecho en Buenos Aires). “Nos interesa abrir nuestro espacio social, político y cultural a otros sectores con los que compartimos no solo una identidad de clase, sino también una identidad de calle.
¿Qué proyectos sostienen en la actualidad?
Tenemos desde hace años una escuela primaria para adultos y hace dos años abrimos también un colegio secundario. Y ahora también una “sala-cuna” y un consultorio médico donde hacemos todo tipo de análisis y campañas de capacitación, sea en prevención de enfermedades como en derechos humanos, repartimos folletos explicativos y preservativos. Tenemos una Biblioteca Popular también. Y sin ganar plata. Eso me parece importante remarcarlo, porque hay sectores que pretenden desprestigiarnos diciendo que queremos sindicalizarnos para vivir de las demás trabajadoras sexuales. Pero no. Todo lo hacemos a pura militancia, porque pensamos que todo esto nos ayuda a crecer, a pensar mejor qué queremos hacer y hacia dónde vamos.
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Primer libro en Argentina dedicado íntegramente al debate sobre la temática
Impulsado por AMMAR y la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual, la publicación compila once artículos y ensayos dedicados a reflexionar sobre los derechos exigidos por las personas que eligen ofrecer servicios sexuales a cambio de dinero o de alguna otra forma de pago. La iniciativa surgió en Córdoba a mediados de 2012, cuando un conjunto de activistas, académicos y personas interpeladas por esta causa se organizaron para reflexionar y producir textos que intentaran invitar a “pensar otros mundos posibles, distintos a los conocidos, pero imaginables y deseables, hospitalarios con lo otro, lo que aparece como ajeno”, según puede leerse en este libro compilado por Eugenia Aravena, Juan Marco Vaggione, Liliana Pereyra y Laura Judith Sanchez, recientemente editado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.