Dramas varios entre los escombros peronistas

La liga de los gobernadores derrotados, nuevo episodio de los juegos del hambre justicialista. Migajas, automatismos y los trabajadores prendiéndole velas a San Pablo Dinamita.

La reunión que tuvieron esta semana varios gobernadores peronistas derrotados en la última elección no debería sorprender. Ese encuentro fue parte de los preparativos para la conformación de bloques legislativos justicialistas, ya definitiva y formalmente separados del kirchnerismo. Ése fue el sentido del primer desgajamiento que sufrió el Frente para la Victoria el año pasado en la Cámara de Diputados, episodio que pasó a la fama por el personaje de mayor renombre entre los que estuvieron involucrados, Diego Bossio, pero que en realidad expresaba una avanzada del interior sobre CFK, cuya conducción para ellos cesó con su gestión en 2015. Esta grieta sólo se ha agigantado en el primer bienio de Mauricio Macri: entre la inflexibilidad de ella y la decisión de los caciques de negociar incondicionalmente con el gobierno nacional creyendo que con eso zafan del descrédito de su otrora jefa, jamás hubo siquiera amagues de reconciliación. La senadora bonaerense electa ganó esa banca haciendo rancho aparte del PJ, y ahora los mandatarios provinciales se toman de esto para, ya no desjerarquizarla, sino lisa y llanamente responder en espejo en el Congreso nacional.

 

Cada cual por sus propios motivos, los gobernadores congregados atraviesan complicaciones políticas. Tres de ellos (el cordobés Juan Schiaretti, el salteño Juan Manuel Urtubey y la fueguina Rosana Bertone) carecen de alter ego que les pueda hacer sombra dentro de sus respectivos espacios partidarios. El restante, el entrerriano Gustavo Bordet, sí tiene a su antecesor Sergio Urribarri todavía activo dentro del mismo territorio, pero, al menos de momento, se llevan bien. Durante 2016, la alta cantidad de caudillos de peso que tuvieron que dejar su cargo fue un elemento al que se le prestó poca atención a la hora de analizar el nuevo mapa de poder, con la mayoría de las miradas puestas en la anterior jefa de Estado. Es cierto que esas convivencias fueron casi en su totalidad pacíficas, pero habrá que seguirle el rastro a dichos equilibrios: se avecinan las campañas para renovar todos los ejecutivos. La pregunta es si ello incidirá o no en la dinámica parlamentaria de acá a 2019. Por ejemplo: ¿serán enojos con Juan Manzur lo que llevó a los Alperovich a recibir a Cristina Fernández en Tucumán?

«Esta grieta sólo se ha agigantado en el primer bienio de Mauricio Macri: entre la inflexibilidad de ella y la decisión de los caciques de negociar incondicionalmente con el gobierno nacional creyendo que con eso zafan del descrédito de su otrora jefa, jamás hubo siquiera amagues de reconciliación»

Hacia principios de 2017, el Bloque Justicialista fue perdiendo relevancia porque, conforme se acercaba la hora de las urnas, los jefes comarcales dieron por concluidos sus acuerdos de luna de miel con Macri. A pocos días de vencer a buena parte de ellos, el Presidente, revalidado en su autoridad, los recibió a todos, en principio más mansos (salvo Alberto Rodríguez Saá; para otro que podía haberse rebelado, Gildo Insfrán, hubo carpetazo previo vía Ciccone), para someterlos al “reformismo permanente”. Al cierre de este texto, sólo el pacto fiscal ha llegado a buen puerto (con guiño hasta de Alicia Kirchner). La supresión del Derecho Laboral y el ajustazo jubilatorio, en cambio, están en veremos. No por nada que hayan hecho los gobernadores sino por reacciones de algunos sindicatos y organizaciones sociales. Se entiende: Bertone salió tercera, a Urtubey le faltó poquísimo para correr idéntica suerte. Entre sus debilidades domésticas y que no hay ni amagues de reconstrucción nacional, se complica parársele de manos a una administración que acaba de triunfar por segunda vez consecutiva.

 

La debacle final del massismo, sin embargo, les abre una nueva oportunidad. Pese a sus caídas, los gobernadores se han robustecido en la cámara baja como para coordinar mejor la ventaja senatorial con que ya contaban. Magia de las renovaciones legislativas parciales, siendo que antes era CFK quien diseñaba esas listas. No habiendo Cambiemos conseguido mayoría, necesita prolongar su táctica de entendimientos parlamentarios. He ahí donde podrían insertarse los peronismos provinciales para intentar recuperarse. La segunda incógnita aquí es, pues, si esta vez funcionará el opoficialismo que, por la razón que sea, ya ha fracasado.

 

En cualquier caso, ¿qué discuten todos estos justicialismos más allá de sus propias fronteras? La chiquita. Apenas amucharse para negociar dinero para la supervivencia dentro de los territorios. No es que no interese eso, cuidado. Este último interrogante se plantea desde una perspectiva presidencial. El cristinismo sí debate con la CEOcracia, pero con automatismo y sin dar en el clavo en cuanto a edificación de poder. No obstante ello, aislar a la líder de Unidad Ciudadana en la cámara alta supone reincidir en los errores segregacionistas post 2011 de ella, pero peor: sin su volumen electoral, y dándole la espalda a más de tres millones y medio de bonaerenses sin los cuales no volverá a haber presidente peronista por largo rato.

 

Se explica sencillo, entonces, que los trabajadores estén prendiéndole velas a Pablo Moyano.

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