«Yo no me ato las manos a ninguna impunidad»

Por J.S.- El Presidente respondió con dureza a las fuertes críticas que le hicieron la representación política de la colectividad judía, la DAIA, el presidente de la propia mutual hebrea y los familiares de víctimas afectos a ellos. Los acusó nada menos que de apuntalar «el contubernio» entre Raúl Beraja y Carlos Menem para impedir que se conozca la verdad. Sin embargo, Kirchner terminó de referirse a asunto tan enojoso con palabras de amor a los argentinos de religión o ascendencia judía («estoy abrazado a la comunidad judía para buscar la verdad porque el atentado a la AMIA fue contra argentinos que practican la religión judía, argentinos a los que amamos y queremos») y al día siguiente recibió al consejo directivo del Consejo Judío Mundial, que expresa el poder económico y político de los empresarios judíos norteamericanos, particularmente los de Nueva York. E incluso intercedió exitosamente para que Hugo Chávez recibiera a sus directivos.

Sorpresivamente, Kirchner también exhortó a exponer a la luz a los encubridores: «vayamos a buscar a las cuevas a los que tenemos que ir a buscar que son los responsables de la impunidad. Esa es la tarea que tienen y que yo voy a llevar adelante».

En su respuesta a los oradores del acto central del 18-J, Kirchner explicó que «llegar a la Justicia a fondo después de 14 años de impunidad es difícil. Yo no soy mago ni Mandrake. Soy un tipo honesto, decente, creo en la Justicia y les puedo asegurar de corazón que peleo contra toda la impunidad y no me ato las manos a ninguna impunidad».

«Todos los argentinos deben saber que la causa de la AMIA, durante años estuvo paralizada o entretenida con un juicio», continuó, poniendo el dedo en la llaga. «Durante mucho tiempo, desde la Comisión Bicameral (de supervisión de la investigación de los atentados) Cristina les dijo a los familiares e integrantes de las organizaciones AMIA y DAIA que ese juicio que llevaba Galeano se hacía para entretener pero que nunca iba a llegar a la verdad, y que el Juez Galeano no quería la verdad. Ellos decían que tenían que seguir con el juicio y no la escucharon. Perdieron mucho tiempo y los que siguieron con ese juicio también, (el juicio) fue totalmente equivocado y nefasto para la causa (ya que) ayudó a pasar el tiempo y tapar las pruebas».

Así fue.

Esta es la madre del borrego; desde un comienzo estuvo claro para quienes habíamos investigado y conocíamos el expediente, que el juicio era un montaje de cabo a rabo, por lo que no había que participar en él. En lugar de atraparse a los autores materiales y a quienes los habían contratado (oficiales de la Policía Federal y allegados al presidente Menem de origen sirio) se había detenido a policías bonaerenses y a un proxeneta y delincuente polirrubro, y se acordó que el proceso oral y público, de manera de conformar a Estados Unidos e Israel, ratificaría las condenas genéricas, puramente retóricas, contra Hezbolá e Irán.

Participar del proceso era convalidar la trampa. Simular que si a un cuchillo se le cambia sucesivamente la hoja y el mango sigue siendo el mismo cuchillo en tanto conserve un mísero remache.

La más conocida de los familiares de las víctimas, Laura Guinsberg, se negó a ello y fue radiada de Memoria Activa. La DAIA berajista y postberajista apoyó a Galeano hasta el fin.

La Historia Oficial II

La Memoria Activa descafeinada post Laura Guinsberg (que cayó en el testimonialismo trotsquista al echarle genéricamente la mayor culpa del encubrimiento «al Estado», lo que, sin dejar de ser formalmente cierto, es inoperante) fue gran protagonista del proceso llevado a cabo por el Tribunal Oral Federal número 3, que desmanteló el grosero encubrimiento ordenado por Menem y Corach y ejecutado por Galeano.. y puso en marcha otro. Pero, en contraposición, Memoria Activa y el TOF -con el inestimable apoyo de Stiusso y compañía-pusieron en pie otro más sofisticado al apuntalar el encubrimiento diseñado por los propios asesinos y refrendado por Israel, esto es, la existencia de sendas camionetas-bomba tripuladas por suicidas, lo que una atenta lectura de los expedientes desmiente por completo.

Kirchner recordó que su orden de eliminar el «Secreto de Estado» fue la que hizo posible que se desplomara la historia pergeñada por Galeano con la «Sala Patria» de la SIDE, que ordenó la apertura de los archivo de la SIDE (una apertura que en la práctica resultó ultrarrestringida) y que «designamos por pedido de los familiares y de las organizaciones, la Unidad Fiscal de Investigación del Atentando que está a cargo del fiscal Dickman…».

Cometió así un lapsus que ojalá fuera cierto, ya que el viejo Enrique Dickman fue un gran dirigente socialista que encabezó las investigaciones de las redes nazis que infestaron la Argentina a partir de la segunda mitad de los años ’30 y que luego, a contramano de su partido, se plegó a la revolución pacífica que lideró Juan Perón. Pero no, el fiscal se apellida Nisman, se llama Alberto, y trabajó junto a los execrados y radiados fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia en el viejo encubrimiento, y ahora trabaja para el nuevo. La única diferencia entre aquellos y él es que Mullen & Barbaccia quedaron enredados con la facción perdidosa de la SIDE, «la Sala Patria», con quienes dirigieron el encubrimiento por parte de la Policía Federal, los comisarios Juan Adrián Pelacchi y Jorge «El Fino» Palacios, y con el enriquecido ex embajador Isaac Avirán. Y que Nisman concertó con Stiusso, encargado de materializar los acuerdos entre los servicios secretos de Estados Unidos e Israel para seguir culpabilizando retóricamente a Hezbolá e Irán y, de paso, criminalizar a los comerciantes libaneses y palestinos de la Triple Frontera. Nisman es el rostro que Stiusso, por definición, no puede mostrar.

Baste decir que no sólo fue el encargado de jurar y perjurar que hubo una Trafic-bomba y un chofer suicida, un tal Berro, de nacionalidad libanesa, del que rápidamente sus hermanos dijeron desde Estados Unidos que murió combatiendo la ocupación israelí en el sur de su país: también puso la jeta para acusar de haber organizado el ataque a un fantasmagórico brasileño de apellido Marques que, cuando no, se refugiaría en la Triple Frontera.

La hora de la autocrítica

Kirchner recordó que puso a disposición de sus contradictores (y no, desgraciadamente, de todos los periodistas) «1.700 carpetas de la Secretaría de Inteligencia con 400.000 fojas a disposición», que «se realizaron todos los entrecruzamientos telefónicos, que abrimos el Estado de par en par» y que, en fin, «fuimos tomando todas las medidas que estuvieron a nuestro alcance». Y agregó que fue «por eso que me cayeron lágrimas» cuando escuchó que se lo responsabilizaba por la falta de resultados tangibles.

«Yo no soy Mandrake el Mago. La Argentina tiene un presidente que está tratando de honrar a los argentinos en la claridad. Si hubo 9 años durante los cuales se trabajó permanentemente para la impunidad de las dos causas, no es culpa mía. Con lo que me encontré (sic, lo que incluye entre otras rémoras a los Stiusso, Nisman y el juez Canicoba Corral) estoy empujando para adelante. Seguramente va a haber novedades, pero yo no voy a mentir, ni voy a entretener, ni a inventar juicios, ni a inventar culpables. Quiero que lleguemos a la verdad y para llegar a la verdad hay que profundizar, hay que trabajar y tener un gran sentido de autocrítica».

Eso.

Kirchner había dicho antes con mucho énfasis que esperaba «que en los próximos días empiecen a salir las responsabilidades de haber ocultado este juicio, de haber ocultado la verdad durante tanto tiempo». Y agregó: «Yo no sé por qué estuvieron durante tantos años siguiendo con el juicio de Galeano y siguiendo todo un proceso que tendió a entorpecer el esclarecimiento de los hechos. Integrantes de Familiares, integrantes de la DAIA y de la AMIA, como se los dije con toda claridad en la reunión que tuvimos ayer: Yo no tengo la culpa de los acuerdos, del daño que hicieron dirigentes que los representaban a ustedes con aquel gobierno menemista, no es mi culpa (…) Nunca sostuve y nunca avalé la investigación del juez Galeano, Cristina tampoco lo hizo».

Aunque lo último no es del todo cierto (Cristina avaló el primer informe de la Bicameral, poniéndole la firma a la historia armada por Galeano a partir del falso hallazgo de un pedazo de block del motor de una Trafic entre las ruinas de la AMIA, pero luego se arrepintió… lo mismo le había pasado antes a quien escribe, que engañado por los abogados de la querella AMIA-DAIA, escribió todo un libro sin poner en tela de juicio la existencia de la Trafic fantasma ni su traspaso a las manos de Ribelli y compañía, lo que durante el proceso oral se demostró un puro invento para descargar en Duhalde y la Bonaerense las responsabilidades que le correspondían a la PFA, la SIDE y Menem.

Palabra de Kirchner

Como el Presidente aseguró no estar «atado a ninguna impunidad», es bueno tomarle la palabra, y que por lo pronto escuche a quienes, como quien escribe (que, vale recordad, estuvo contratado por la AMIA como investigador durante tres años) y Gabriel Levinas (que fue contratado por la DAIA para supervisar la investigación judicial) sostienen (y han escrito mucho al respecto) la falsedad de las historias echadas a rodar acerca de camionetas-bomba en ambos atentados. Lo que es, precisamente, la base del encubrimiento.

¿Qué se pierde si se acepta como hipótesis nuestra certeza, que tiene adherentes de muy variadas ideologías y posiciones políticas, además de testigos presenciales como Gabriel Villalba (que estaba mirando la puerta cuando vio dos fogonazos y escuchó dos explosiones) y Daniel Joffe y Juan Carlos Alvarez (que estaban muy cerca del epicentro de las explosiones, sufrieron gravísimas heridas y niegan enfáticamente que haya habido Trafic-bomba)?

La lógica más elemental exige que se lo haga y que deje de dar por demostrada de antemano (como si fuera el dogma de la Santísima Trinidad) la milagrosa existencia de un supuesto fruto sano (la Trafic-bomba invisible conducida por un kamikaze libanés que se pulverizó con el estallido) de un árbol podrido (la «investigación» pilotada por Galeano) y se preste atención a las decenas de testigos visuales y auditivos que niegan la Trafic y aseguran la existencia de dos explosiones sucesivas. Por ejemplo, a Gabriel Villalba –que estaba mirando hacia la puerta de la AMIA–, y a Daniel Joffe y Juan Carlos Alvarez, que estaban muy cerca de esa puerta y sufrieron gravísimas heridas.

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