Y en el séptimo día, la Iglesia se metió de lleno en la campaña electoral

Después de meses turbulentos para la articulación del arco opositor, los desperdigados referentes del “eje anti K”, han encontrado un nuevo impulsor político, mucho más potente que la simple oportunidad. Se trata del cardenal Jorge Bergoglio, quien ha resuelto participar activamente de la campaña porteña a favor de los candidatos antikirchneristas. Según reconocen desde la Casa Rosada, el vínculo entre el gobierno y el arzobispo de Buenos Aires no presentará signos de mejoría y la jugada llama al debate para preguntarse cuáles son las justificaciones para que una de las instituciones más importantes del país confronte con un proyecto que promueve transformaciones de envergadura. Formas para comprender por qué el sentido común es el menos común de los sentidos en el seno eclesiástico.

No es cuestión de una sola fuente. Es asunto de mirar el panorama, escuchar los discursos y preguntar a los distintos jugadores del ajedrez electoral 2007. Todos confirman lo mismo, algunos con desilusión y otros a boca de jarro con llamativo optimismo: Bergoglio «bendijo» el acuerdo entre el jefe de gobierno porteño y candidato, Jorge Telerman y Elisa Carrió. Según afirmó la prensa esta semana que terminó, el compañero de fórmula de Telerman, Enrique Olivera, visitó al arzobispo días antes de anunciar el acuerdo buscando su aprobación.

Desde la Casa Rosada afirman que “Bergo” (como le dicen sus íntimos) «tiene a personas afines» en el macrismo y en el telermanismo. En el caso del armado de la derecha vernácula, Victoria Morales es la novena candidata en la lista de diputados porteños que acompañan a Macri-Michetti y a la vez es la Secretaria de la Vicaría porteña. Y eso no es todo, la mismísima Gabriela Michetti tiene una excelente relación con el cardenal.

Desde el otro costado de esta reedición de la Alianza, los hombres de Jorge Telerman reconocen que Omar Aboud, secretario de cultura del centro islámico y que ocupa un lugar en el área social, es un buen nexo con el arzobispado. Además, por el lado de la Coalición Cívica de Carrió, nadie niega que Julieta Torres es un punto de contacto con los extraños deseos eclesiásticos de articular un eje cuya única coincidencia es confrontar con Kirchner.

Mala memoria

Lo mismo hicieron con Menem, aunque la diferencia entre un proyecto y otro es abismal y si bien pueden haber ex funcionarios menemistas en algunas filas del kirchnerismo, las calamidades políticas de los últimos años y, especialmente la sombra de la crisis, reclaman un análisis más profundo donde las críticas estéticas al kirchnerismo tienen un límite, que posiblemente comience cuando uno recuerda que tanto la Iglesia, como buena parte de los “nuevos opositores” callaron durante años mientras el país era expoliado.

Y ni hablar de la Alianza, donde el eje encabezado por De la Rúa no sólo enterró al Frente Grande, sino que demostró que las vocaciones “anti”, no alcanzan para lidiar con las catacumbas del Estado y menos ahora, después de una crisis, como la del 2001, que cambió las reglas de juego y dejó al descubierto que una cosa pueden ser los estilos y otra es sentarse a discutir con los que vienen prendiendo y apagando la luz de todas las áreas del gobierno desde hace décadas.

La República, mucho más que una razón de Estado

Ni Macri, ni Carrió, ni Bergoglio tienen la menor idea de lo que significa tratar de construir un proyecto superador desde un Estado como el argentino, que ha permanecido signado por mecanismos siniestros durante décadas. Pero en vez de comprender semejante complejidad, optan por multiplicar críticas a los estilos de conducción del gobierno y rasgarse las vestiduras en nombre de la institucionalidad, la misma que muy pocas veces defendieron a capa y espada en épocas anteriores.

Hablar de la institucionalidad y del equilibrio de poderes es la presunta justificación para que todos salgan a hacer gala de una supuesta pasión republicana, pero cabe recordar que la última vez que esa comunión ganó las elecciones en nombre del progresismo, no sólo terminó aplicando los programas más antipopulares de la historia reciente después del menemismo, sino que enterró la génesis de una propuesta que parecía romper con el bipartidismo entre el peronismo y el radicalismo.

Con esta última fuerza derruida tras la huida en helicóptero de De la Rúa en diciembre de 2001, el éxodo de los radicales de su propio partido es una de las nutrientes más importantes de estas alternativas supuestamente republicanas. Lástima que esta vez tampoco van a reconocer que a la hora de administrar un Estado desigual y corrupto, son peores y mucho más ineficaces que los destinatarios de sus críticas.

Advertencias que deben ser sabiduría

Del otro lado del mostrador, la virulencia del mensaje opositor y la confirmación de que están dispuestos a hacer cualquier cosa por arrebatarles el poder, debería servir de certera advertencia para saber que el hecho de administrar el Estado un poco mejor, no otorga patente de corso ni vía libre para hacer y deshacer en nombre de la transformación. El costo, ya se ha visto, es la intempestiva emergencia de la crisis en las calles y la expresión desatada del descontento en contra, una vez más, “de la política y de los políticos” y también en nombre del escepticismo, ése que el oportunista Mauricio Macri dice querer combatir, aun cuando en cualquier debate demuestra que repite esa premisa sólo por conveniencia, cuando no hay mayor escéptico de la política que el mismo.

En medio de estas filigranas, de estos datos que podrían ser considerados “sensiblerías” por quienes trajinan diariamente la carrera por el poder, el cardenal Bergoglio no tiene mejor idea que sumarse a la vanalidad de articular proyectos en vísperas de elecciones. ¿No basta la voracidad de la crisis para comprender que sus críticas republicanas son una entelequia si una parte del país sigue sumido en una pobreza estructural bochornosa? ¿Qué opinarán las distintas diócesis al ver que su principal referente le hace el caldo gordo a un voto que es cada vez más valorado por los mismos que llevaron al país a la bancarrota? ¿Hasta donde las pasiones del cardenal responden a pasiones personales y hasta donde representan a la Iglesia como institución?

Doble discurso: ganancia de expoliadores

Nadie puede pretender que en el juego democrático se articulen y organicen distintas formas de pensar el país, el estado y la sociedad. El problema es fingir demencia y suponer que administrar un Estado desvastado sea un juego de niños, mientras los que buscan llamarse oposición, no sólo no tienen la menor idea, sino que tampoco están dispuestos a escuchar y al mismo tiempo acuerdan con los grandes grupos que están dispuestos a hacer todo lo posible para que recuperen lo que han dejado de ganar en esos años con la anuencia de la Embajada de los Estados Unidos, que ve en este elenco un buen punto de partida para que Elisa Carrió tenga una mayor legitimidad en la irracionalidad de su discurso que, en nombre de la moral, le hace el juego a los peores intereses. Justo ella, que se caracteriza por tomar decisiones personales sin consultarle a nadie.

Como rezan varios analistas muy reconocidos, la economía ha mostrado una mejoría destacable, pero la política no ha salido de terapia intensiva. Sin quererlo ni saberlo, una vez más, la Ciudad de Buenos Aires se ha transformado en el escenario de definiciones vitales para el futuro y la autodenominada Coalición Cívica es más de la misma política que dicen criticar, pero lo peor de todo es que no tendrá mayor base social que los adherentes a una campaña que se articulará desde el mesianismo de una mujer que le grita a sus aliados por los medios y que cree está al mando de una cruzada para conquistar el Santo Sepulcro. En este escenario, ¿cómo es posible que la Iglesia no haya aprendido de sus errores políticos? ¿Cómo puede ser que no tenga una propuesta superadora que le haga honor a sus fieles y al compromiso de muchos cristianos que esperaban algo mejor que “una bendición” a candidatos unidos por el espanto?

Las cosas como son

No son santos, ni bebés de pecho los hombres que hacen la política institucional, pero tampoco los que procuran articular la oposición ni los que claman desde varias oficinas eclesiásticas una cruzada contra el gobierno K. ¿Quién podría negar que la arrogancia desde el poder tiene un saldo negativo que transforma a muchos propios en extraños?

Las elecciones siempre son una oportunidad para aprender y rectificar, pero quienes ocupan la Casa de Dios deberían dedicarse a entender las complejidades de un Estado que desconocen y que es mucho más complejo de lo que suponen, antes de ponerse promover polarizaciones que traerán aparejadas antinomias mucho peores, no sólo que poco tienen que ver con los problemas profundos del país, sino que servirán de plataforma para que la derecha más reaccionaria pueda salir de sus frustraciones, recuperar sus privilegios y seguir buscando gobernar sin más programa que los dictados de quienes los financian.

La iglesia son sus fieles y el compromiso de su gente con los más desposeídos. Flaco favor les hace Bergoglio cuando confirma en sus decisiones sus pasiones personales y no puede, ni por un minuto, reconocer que no hay republicanismo en un país del tercer mundo con una economía semicolonial, sin una fuerte pelea dentro del Estado para que los que pierden siempre, dejen de perderlo todo y de una vez por todas.

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