Las posibilidades que se abrieron con la política inaugurada en 2003 se están agotando. Todavía se cree, ingenuamente, que los aumentos de precios de alimentos son transitorios, cuando en realidad este era el objetivo buscado —y logrado— por el campo. ¿Estaba puesto en caja el capital financiero desde la llegada de K? Esto demuestra que no. La discusión con el agro es en gran medida un choque con el capital financiero, clavado en la consigna que del reparto de la torta de 2001 no se vuelve.
Los aumentos de precios se han comido toda la recuperación del salario.
La ingenuidad puede llegar más lejos: si bien es correcta la discusión en el Congreso, predigo —como la pitonisa de ZOOM— que al gobierno no le quedará mas remedio que dar otro paso atrás con las retenciones.
El show de las carpas y las reuniones tumultuosas en Diputados, verdaderas estudiantinas, cubren de tal manera la percepción que no advertimos lo que está sucediendo: con un dólar que caerá debajo de los 3 pesos, se habilitó la bicicleta financiera y la entrada masiva de capitales especulativos que traen dólares, los cambian por pesos, y los ponen a interés en los bancos.
Las tasas del 18-22% y las compras de un dólar planchado a futuro ($3,12 a diciembre), inducidos por el Banco Central, lejos de apagar las llamas, las aviva. Rentabilidad en dólares, por 3 meses: 14%.
Y eso lo están haciendo los propios mercados a término de la soja, a pesar que Alberto Fernández cambió la curva de retenciones en la segunda negociación con el campo para favorecerlos.
Dicen que K se está vengando de todos: de los del agro, que verán reducidas sus ganancias; de los industriales, por no haberlo apoyado abiertamente; y de los caceroleros que no lo dejaron dormir en Olivos, castigándoles su adicción al shopping encareciendo los precios. Pero eso no puede explicar lo que sucede, y así un país se hace ingobernable.
Hace dos o tres meses se estaba discutiendo cómo se enfriaba la economía, y resultaba inevitable llevar al dólar a, pongamos, $ 3,70, incluso aunque esa divisa se estuviera devaluando en el mundo. Los industriales presionarían por una devaluación mayor, pero ahora están acusando al gobierno por lo contrario. Las discusiones salariales indican una inflación superior al 30%, y esa es la expectativa de los gremios. Va a aumentar la desocupación: los sindicatos quieren incorporar la cuestión de preservar el empleo, no ya de aumentarlo, como exigencia de un acuerdo social que en estas condiciones de ninguna manera puede firmarse.
Salvo que pongamos la cosa en otra perspectiva, más fantasiosa: el ajuste que predijo Loser a principios de año lo están conduciendo los K en lugar del FMI. Es preferible que lo hagamos nosotros, a que se encarguen ellos.
En este contexto, la distribución de la riqueza se convierte en una cuestión teórica, y queda lejos cualquier profundización, en la medida en que previamente no cuajó una alianza social-económica-política capaz de sustentar el cambio, haciendo todo muy frágil. ¿Cómo se crea algo en medio del caos?