Para Cambiemos la figura de María Eugenia Vidal resulta central de cara a las próximas elecciones de medio término. Sobre su imagen -y no tanto sobre la de Macri- parece erigirse la estrategia con la que el gobierno pretende hacer pie en el heterogéneo y siempre conflictivo territorio bonaerense. Pero, por primera vez desde que asumió la gobernación de Buenos Aires, a esa figura apoyada sobre números y porcentajes de aprobación -sobre la que no pocas veces hablamos en estas páginas- parece estar alcanzándole la realidad -o al menos la otra, la compleja y difícil realidad de la provincia más grande del país.
Con el manual abierto en el capítulo “construcción del enemigo”, Vidal intenta reducir un conflicto de difícil solución a un enfrentamiento político con un dirigente sindical, en este caso, Roberto Baradel. Eso es lo que se ve, lo que nos muestran. Pero el problema excede largamente a la noticia de que en muchas escuelas de la provincia de Buenos Aires no han comenzado las clases. Porque no se trata sólo de eso. En Buenos Aires hay un conflicto salarial que abarca a las escuelas, a todos los ministerios (en salud es donde más se nota, porque los médicos nucleados en la CICOP paran no menos de una vez por semana) y al poder judicial y que incluyó una manifestación imponente frente al edificio de la gobernación. Se trata de conflicto que no es nuevo. Lo anticipamos desde este medio, en diciembre del año pasado, cuando la gobernadora, a través de su Ministro de Trabajo, anunció con bombos y platillos que la provincia ya había firmado la negociación paritaria con los gremios estatales. En aquél momento escribíamos: “Convenientemente amplificada en sendas notas aparecidas en Clarín y La Nación, la paritaria bonaerense arroja estos números: un 18% de aumento para todo 2017, dividido en cuatro partes de 4,5% a pagarse en enero, abril, julio y octubre. El convenio, además, admite la posibilidad de abrir la negociación si la inflación supera esos números. Sin embargo, lejos de estar saldada, la disputa salarial de los estatales provinciales sigue al rojo vivo, con paros y movilizaciones permanentes».
«La celebración respecto de la paritaria estatal bonaerense duró sólo un par de meses y lo que hoy se observa debajo de la espuma es un conflicto que, lejos de resolverse, tiende a agravarse»
“Lo que omite Villegas es que los gremios mayoritarios de la provincia no aceptaron ni firmaron esta paritaria que, más que histórica, es vergonzosa. A la mesa servida por Vidal sólo se sentaron dos actores: UPCN, conducida por Carlos Quintana y la Fegeppba (Federación de Gremios Estatales y Particulares de la Provincia de Buenos Aires), nucleamiento que agrupa a un variopinto universo de sindicatos de diversa cuantía: AERI (empleados de Economía y ARBA), AEMOPBA (de Obras Públicas, gremio que está desde hace semanas con quite de colaboración en algunos organismos), APOC (personal de los organismos de control), AATRAC (empleados de comunicaciones), Mensualizados del Hipódromo, Salud Pública, SOEME (auxiliares de educación), Luz y Fuerza, seccional Mercedes y SOSBA (trabajadores de ABSA). Así las cosas, quedaron afuera de este arreglo la poderosa ATE (que nuclea al sector mayoritario de los estatales comprendidos en la Ley 10.430), la AJB (judiciales), CICOP (médicos) y, por supuesto, todos los gremios docentes. De modo que si a esta paritaria se la puede llamar histórica es por su falla de origen y su debilidad estructural.”
La celebración respecto de la paritaria estatal bonaerense duró sólo un par de meses y lo que hoy se observa debajo de la espuma es un conflicto que, lejos de resolverse, tiende a agravarse. Lo que algunos sugieren como una postura firme de parte de la gobernadora, otros la juzgan como impericia para el manejo de la cosa pública. A la espinosa disputa salarial con los estatales, se le suma el hecho de que la gobernación no parece interesada en resolver la acefalía del Ministerio de la Producción, no puede con la policía bonaerense que mata siete presos en Pergamino y una inocente entrando a balazo limpio al barrio de La Boca, no sabe cómo activar la obra pública, no atina a detener el deterioro de la salud pública y sólo piensa en tomar deuda a la hora de mirar la economía de una provincia con sus cuentas cada vez más comprometidas. A todo esto, debemos agregar que todas las semanas suma un revés judicial, que vuelve atrás con decisiones que vaya uno a saber quién la induce a tomar. Primero fue con la cuestión de los voluntarios con que se pretendía reemplazar a los docentes en las aulas. Después fue con la conciliación obligatoria con la que quiso saldar una controversia (con los docentes) en la que el mismo Estado provincial es parte actora. Por supuesto, la Justicia le ordenó pagar los días no trabajados por los huelguistas y le prohibió el famoso incentivo con el que se quería “premiar” a los rompehuelgas. Finalmente, el juez Luis Arias le ordenó “no innovar” con el polémico proyecto de pasar el manejo de los comedores escolares a los municipios.
Demasiados reveses para una gestión que Cambiemos quiere poner en el centro del universo político oficial y sobre la cual pretende articular la estrategia electoral de cara a octubre. De cómo se resuelvan o cómo se profundicen los conflictos -y cuánto ilumine o se vuelva opaca la estrella de Vidal en el firmamento macrista- va a depender gran parte de la escena política de los próximos meses.