Soberanía, ecología y la mirada de Perón, adelantado a su tiempo y todavía vigente. El ambientalismo a ultranza sostenido desde los centros de concentración económica suele tener efectos contrarios a los principios que aparenta defender.
Cuando transitábamos los pasillos de la Facultad, allá por los años ’60 y ’70, en el más crudo y duro “yunque setentista” (habría que revisar si no fue en realidad “sesentista”…) por el imperio de la vocación abrazada, recibíamos tanto en las Cátedras como en el no menos rico bagaje de la información asistemática y la militancia política, un alud de informaciones que provenían de una creciente sensibilización primero académica y más tarde de pequeños sectores sociales, acerca de una temática que con el transcurso de los años ha pasado a las preocupaciones y el lenguaje de las grandes mayorías: la problemática ambiental, simbolizada con una palabra que muchos pronunciaban pero que difícilmente se entendía: la ecología.
Este concepto había sido introducido por Ernst Haeckel a fines del Siglo XIX, como “el estudio de la relación de los seres vivos con el ambiente”, él mismo amplió esta definición llevándola “al estudio de las características y propiedades del medio, incluyendo las transformaciones que sufren tanto la materia como la energía, a partir de su interacción con los seres vivientes”. Esta rama de las ciencias biológicas, tomaba el nombre de la palabra griega “oikos” que significa: casa o morada. En la actualidad, se define como “la biología de los ecosistemas” lo cual incluye tanto a los seres vivos y al ambiente y a la interacción entre unos y otros de los componentes vivos y no vivos de los sistemas. Y no sólo es lo que podríamos llamar “el estudio de los hogares” sino que implica la búsqueda del mejor modo de gestión de los ambientes en el planeta, tanto en sus recursos vivientes como no vivientes.
Las profundas transformaciones de todo tipo que implicaron la Primera y la Segunda Revolución Industrial y el pensamiento positivista llevado a sus extremos, llevaron a muchos pensadores a creer firmemente que el hombre dominaba a los elementos y – en consecuencia – podría llegar a modificar indefinidamente la naturaleza, incluyendo la extracción de recursos de forma masiva, así como la actividad agrícola ganadera tanto extensiva como intensiva en todas sus formas. La Primera y la Segunda Guerra Mundial, en cambio, pusieron en blanco sobre negro estas creencias tan firmemente arraigadas, que llevaron a que gran parte de los esfuerzos de la ciencia y de la tecnología tributaran al esfuerzo bélico y – lo que es peor – a la exterminación de millones de seres humanos y la destrucción no sólo de ambientes naturales de enormes proporciones y obras humanas de enorme valor.
No es de extrañar que a mediados del Siglo XX, se comenzaran a advertir las enormes consecuencias que habían tenido semejantes errores de apreciación acerca de las capacidades del hombre en cuanto a la apropiación de los recursos, la utilización de los ambientes, las relaciones con el resto de las especies vivientes y la prospectiva que ya se podía avizorar acerca del futuro del planeta y de la humanidad. Varias reuniones mundiales, convenciones de todo tipo, acuerdos, tratados y limitaciones generales y particulares se han sucedido desde entonces. Pero lamentablemente, bajo el paradigma que aún falta por resolver: las abismales diferencias que separan a los hombres, a los pueblos y a las naciones en términos de vencedores y vencidos, imperios y colonias, poderosos y débiles.
Una vez más y ratificando su condición de – para muchos – ser uno de los más grandes estadistas que hayan visto la luz en el Siglo XX, el General Juan Domingo Perón, escribió en el año 1972 un documento que resulta imprescindible consultar a la hora de intentar siquiera abordar la problemática que nos ocupa. Se trata de su “Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del mundo”, del cual sólo extraigo algunos párrafos que pueden servir como introducción al momento de intentar abordar algunos de estos temas con una concepción nacional y popular. Cito directamente al General Perón: “Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobre-estimación de la tecnología y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional. La concientización debe originarse en los hombres de ciencia, pero sólo puede transformarse en la acción a través de los dirigentes políticos. Por eso abordo el tema como dirigente político, con la autoridad que me da el haber sido precursor de la posición actual del Tercer Mundo y con el aval que me dan las últimas investigaciones de los científicos en la materia.” (…)
“Finalmente deseo hacer algunas consideraciones para nuestros países del Tercer Mundo:
– Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología donde rige la economía de mercado. Ya no puede producirse un aumento en gran escala de la producción alimenticia del Tercer Mundo sin un desarrollo paralelo de las industrias correspondientes. Por eso cada gramo de materia prima que se dejan arrebatar hoy los países del Tercer Mundo equivale a kilos de alimentos que dejarán de producir mañana.
– De nada vale que evitemos el éxodo de nuestros recursos naturales si seguimos aferrados a métodos de desarrollo, preconizados por esos mismos monopolios, que significan la negación de un uso racional de aquellos recursos.
– En defensa de sus intereses, los países deben propender a las integraciones regionales y a la acción solidaria.
– No debe olvidarse que el problema básico de la mayor parte de los países del Tercer Mundo es la ausencia de una auténtica justicia social y de participación popular en la conducción…”
Adviértase claramente, que este documento está redactado en 1972, como queda dicho más arriba. ¡Cuántas cosas han cambiado en estos cuarenta años transcurridos! ¡Cuántas cosas han sido cumplidas fielmente de las que aquí quedan expresadas (y de las que no he seleccionado para este artículo)! ¡Cuántas cosas se han agravado hasta límites insospechados! ¡Con qué claridad se puede ver la mayor parte de las problemáticas que hemos afrontado en el pasado reciente y aún en el mismo presente más inmediato! El propósito de esta serie de artículos que la generosidad de los compañeros editores de la Revista ZOOM me permite poner a la consideración de sus lectores, es revisar estos problemas de a uno por vez y – al mismo tiempo – ponerme a disposición de todos aquellos que estén interesados en un diálogo fecundo acerca de los mismos, a fin de intercambiar opiniones y enriquecernos mutuamente, en pos de la consolidación de las acciones tendientes a revertir y dar solución a los problemas más acuciantes.
En este sentido, quiero dejar expresamente aclarado, que estimo necesario ampliar o reformular algunos conceptos clásicos, a los cuales me referiré en lo sucesivo. En principio, la redefinición que damos a los Recursos Naturales, considerándolos como “estratégicos”, que hacemos a partir del concepto académicamente aceptado de “recursos naturales” tanto renovables como no renovables. Sobre esta definición, avanzamos a la consideración de aquellos recursos que por su cantidad, calidad o cualidades, pueden ser considerados como indispensables para la vida humana o que pueden llegar a ser sujetos de apropiación compulsiva por medios políticos, económicos o militares.
Asimismo, debo aclarar que en estas consideraciones que juzgo no sólo desde el punto de vista estrictamente técnico sino también el político, estimo que debe tenerse en cuenta que se debe considerar que el marco en el que se deben formular las políticas será el de “sustentabilidad”, lo cual implica la utilización racional y por el mayor tiempo que las previsiones científico tecnológicas lo hagan posible. De la misma manera, creo que toda política debe estar relacionada con el marco social y económico y no puede ser expresada sólo en términos utilitarios, ya que el fin de toda política es el hombre. Y como consecuencia, debe tender a la grandeza de la Nación y a la felicidad del pueblo.
Finalmente, también debo advertir sobre un punto que me parece un deber de honestidad abordarlo, ya que muchos están convencidos que existen “recetas universales” y que “hay países de avanzada” en el tratamiento de estos temas. Aún más: es posible que se nos ofrezcan a nuestra consideración, “contrastes” entre posiciones muy radicalizadas. En ese sentido, debo advertir – y en algún momento me explayaré en este tema – que las concepciones ecologistas y ambientalistas a ultranza, generalmente están sostenidas desde los centros de concentración económica, con efectos contrarios a los principios que aparentan defender. Por ello, creo que toda política vinculada con problemas ambientales y utilización de los recursos naturales, tiene que contar necesariamente con respaldo científico y no basarse meramente en criterios empíricos.
A partir de un próximo artículo, avanzaré en la vinculación que tienen las políticas referidas a los recursos naturales con los conceptos más amplios de “Defensa Nacional”, así como los criterios que deberían ser tenidos en cuenta al formular políticas ambientales adecuadas a la magnitud del problema afrontado. La enorme cantidad de ejemplos que se presentan a nuestra consideración en todo momento, abarcan un amplísimo espectro de temáticas. Que a veces se actualizan de forma impensada y repentina. Como en el reciente caso de la “prospección” petrolera que ha comenzado a llevarse a cabo en nuestra plataforma continental cercana a las Islas Malvinas, lo que motivó que inmediatamente tanto la Presidenta de la Nación como – a posteriori – todos los gobernantes de la América Latina se pronunciaran en términos muy claros acerca de la vinculación entre recursos, soberanía y defensa nacional, incluyendo en este concepto a todo el continente.