Durante las nueve semanas que separaron a las PASO del comicio de ayer se discutió poco (se habló del frío clima preelectoral, de hecho, y con razón), y siempre alrededor de lo mismo: hegemonía macrista, crisis peronista, sólo se trata de ver hasta dónde llega la CEOcracia. A propósito, primera pregunta: ¿cómo se interpretarán estos resultados al interior del macrismo? Lo que llaman gradualismo es shock, pero podría ser todavía peor. ¿Irán a por más, como se le reclama al gobierno nacional desde los termos ultraliberales? ¿O seguirán cuidando la sustentabilidad política? Es cierto: el hachazo al bolsillo ha contado a su favor con el colchón de una herencia que sólo en el relato es pesada. Pero ha ganado terreno en las urnas una narrativa sacrificial que antes en Argentina sólo había tenido lugar con finales de ciclo sangrientos, que no fue el de CFK. Se trata de una novedad; si el peronismo no la somatiza, seguirá fuera del signo de los tiempos, pecado esencial en esa formación. En definitiva, todo tiene que ver con la falta de reflexión acerca de 2015. Que ya no pasa por comprender una derrota electoral en sí, sino por cómo se llegó a que se premie a una fuerza que hace épica de la resignación. Y a la que se le disculpa, mientras dure ese crédito, hasta salvajadas como la del manejo siniestro que tuvieron en el caso Santiago Maldonado.
Cambiemos está en una etapa en la que puede cualquier cosa porque todo mal trago se asume como necesario. ¿Simplemente rechazo al pasado o hay algún convencimiento allí? Seguramente haya una tensión al respecto al interior del voto cambiemista, pero en política, mientras se triunfe, hay derecho a avanzar, a llenar de contenido esa victoria. Siempre sin perder de vista las relaciones de fuerza, por supuesto. Pero ahí irrumpe el otro aliado de Mauricio Macri y compañía en esta lucha.
“Cambiemos está en una etapa en la que puede cualquier cosa porque todo mal trago se asume como necesario. ¿Simplemente rechazo al pasado o hay algún convencimiento allí?”
El justicialismo en pleno ha sido cacheteado. Hasta ayer tenía varios vencedores insuficientes; de aquí en más, son mayoría los derrotados. Insólitamente, en las últimas horas se supo que los gobernadores más amigos de Olivos, los que perdieron peor, querían acotar a los intendentes de Unidad Ciudadana. Varios de los cuales mejoraron su performance de las primarias. Los caciques provinciales que salieron bien parados de esta elección son los que más le mostraron sus dientes a Casa Rosada. Ni éstos ni aquellos alcaldes practican cristinismo, pero tampoco gorilismo doméstico contra la presidenta mandato cumplido. ¿No será que conviene el postkirchnerismo y no el antikirchnerismo, para lo cual el público ya tiene oferta consolidada en el mercado electoral? Incorporar aquella experiencia, reinventarla. No clausurarla. La justicia social no pasa de moda; sí las formas de convencer de que es conveniente ese rumbo, por resumirlo entendiblemente.
La grieta en el macrismo –que no es tal porque hay un bando ultra dominante: el del jefe de gabinete Marcos Peña– se da entre la tesis del premier y la del titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. El primero alega que hay que mantenerse en la posición purista de ajenidad al peronismo. El segundo, propone incorporar a algunos pejotistas no-K para procurar evitar la segunda vuelta en 2019. Ahora la cuenta es otra: ¿por qué eso se alcanzaría negociando con derrotados? ¿Por qué no ir también por sus dominios locales? Las reelecciones disponibles para todos (Macri, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta) son los paños fríos que postergarán cualquier puja por la de la consolidación en curso. Se habla del drama que puede representarles una Elisa Carrió con más de 50 puntos, pero vienen llevándose por delante varias máximas tenidas por indiscutibles.
“¿No será que conviene el postkirchnerismo y no el antikirchnerismo, para lo cual el público ya tiene oferta consolidada en el mercado electoral?”
Por otro lado, ya le marcaron la cancha: el fallo contra Alejandra Gils Carbó, a quien Lilita sostiene a su pesar hasta que le aseguren que le tocará algo en el reparto del eventual nuevo orden en el mundo de los fiscales, salió justo cuando ella debió callarse la boca unos días tras patinar por el caso Maldonado cerca de la hora de las urnas. Nada personal, sólo negocios, dijo el Presidente y aprovechó esa patinada para avanzar casilleros en relación a una socia que necesita pero que lo incomoda. Convendría dejar de considerar que hay allí apenas idiotez y marketing.
En el país del 23 de octubre, pues, asoma una calesita en medio de un desierto. La incógnita es si ello no entrañará riesgos. Siempre han andado mejor los que debían lidiar con competencia dura.