UN PERÓN FUTURISTA

Recordamos a casi 50 años, el Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo, escrito por Perón, con motivo de la Primera Cumbre para la Tierra celebrada en julio de 1972 en Estocolmo.

En un contexto internacional marcado por la Guerra Fría y la polarización ideológica devenida de la misma, el 21 febrero de 1972, Perón, desde su exilio en Madrid, da a conocer el Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo. El documento también tenía otro marco histórico; en julio de ese mismo año se llevaría adelante en Estocolmo, la Primera Cumbre para la Tierra, la cual podría tomarse como el primer paso hacia la toma de conciencia global de los problemas ambientales ocasionados por los modelos de producción, aquellos que sostienen a la sociedad de consumo. 

El mensaje, más allá de los años transcurridos, tiene una enorme vigencia y en ciertos puntos hasta resulta premonitorio de muchas catástrofes provocadas por el sistema de explotación capitalista. Pero hay otros puntos destacables en ese universo surgido tras la Segunda Guerra Mundial y es la propuesta novedosa de la Tercera Posición, una propuesta geopolítica por fuera de la influencia de los dos bloques hegemónicos y que dos décadas después dará  surgimiento al movimiento de países no alineados. También dos décadas antes  -hablamos del año 1953- Perón dice una de las frases más conocidas y de mayor trascendencia en relación a la necesidad de unidad latinoamericana.

“La integración continental de la América Latina es indispensableel año 2000 nos encontrará unidos o dominados, pero esa integración ha de ser obra de nuestros países, sin intervenciones extrañas de ninguna clase, para crear, gracias a un mercado ampliado, sin fronteras, las condiciones más favorables para la utilización del progreso técnico y la expansión económica; para evitar divisiones que puedan ser explotadas; para mejorar el nivel de vida de nuestros habitantes; para dar a Latinoamérica el puesto que debe corresponderle en los asuntos mundiales”.

A esta conceptualización, el mismo Perón trató de plasmarla en la realidad durante su primer gobierno al intentar crear un bloque político y económico integrado por Argentina, Brasil y Chile, que en esos años eran los tres países más industrializados de América del sur. Este intento anti corporativista, conocido como ABC, no pudo concretarse ni arrastrar a más países para conformar un bloque regional de importancia en el contexto mundial, ya que el mismo poder transnacional aliado con las oligarquías locales, se encargó de derrocar a los gobiernos de Carlos Ibáñez en Chile, de Getulio Vargas en Brasil y del propio Perón en la Argentina. Pero, con una visión comprensiva de que ese desarrollo, no puede ser a cualquier precio, sino concebido dentro de la idea de respeto a la naturaleza, de la cual el hombre no es dueño, sino parte de la misma, Perón dice y la vigencia del texto resulta impactante:

“Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobre-estimación de la tecnología y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional”.

Esta advertencia está planteada como la disyuntiva para la construcción de un mundo mejor, es decir un mundo equitativo y con justicia social, como única forma de frenar la catástrofe provocada por una civilización autodestructiva, que lleva a los seres a su propia extinción, con sus modelos de explotación y producción irracionales. Ante este panorama, donde el posible colapso civilizatorio parece palparse con las manos en hechos precisos como el calentamiento global, provocado por las políticas extractivistas que arrasan selvas, montes y ríos, creando desertificación y desplazamientos poblacionales; con un modelo cada vez más concentrado, que profundiza la injusticias sociales y económicas, el llamamiento se torna revolucionario por sí mismo. 

En ese sentido, podríamos decir que la actualización doctrinaria del peronismo significa comprender que, además de la justicia social, independencia económica y la soberanía política, hace falta promover y empoderar de manera urgente los sujetos de cambio capaces incidir en la causa de la justicia ambiental y climática, tal como lo planteó Perón:

“Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales, que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología a donde rige la economía de mercado”.

El sujeto capaz de llevar adelante este cuidado y defensa de la naturaleza existe. Y aunque haya sufrido postergaciones sistemáticas y expulsiones poblacionales debidas al corrimiento continuo de la frontera agropecuaria, está latente y pervive en la agricultura familiar campesina e indígena, cuyas prácticas productivas por fuera de los sistemas industriales con sus paquetes tecnológicos, son una defensa natural del medio ambiente, por el uso de saberes ancestrales y agroecológicos, empleados en sus procesos productivos, los cuales determinan una cultura arraigada a la tierra y al suelo.  Pero, si a este sujeto, cuya voz y conciencia se expresa en la toma de posiciones, que van desde el feminismo agroecológico a la recuperación de saberes ancestrales, no se lo acompaña con políticas de estado que atiendan las problemáticas que atañen a la deforestación y la consecuente desertificación de los suelos, a la falta de agua por consecuencia de sequías o por la contaminación de los acuíferos, provocada por los paquetes tecnológicos usados en  la agroindustria, de poco sirve anunciar planes de reforestación como modo de frenar o paliar los efectos del calentamiento global. No tiene sentido si los mismos no van acompañados por un cambio de conciencia que construya otra cultura y modo de comprendernos como humanos en el mundo, y si se continúa con la práctica de los modelos extractivista para sostener la economía de los países en desarrollo o para solventar el pago de deudas externas creadas para fines de control de las economías.

Los primeros años de la década en la cual Perón lanza este mensaje, fueron también, años signados por la carrera espacial, donde tanto la URSS como los Estados Unidos, empleaban sumas varias veces millonarias de sus presupuestos para la conquista y dominio del espacio. Hoy la carrera espacial ya no solo es desarrollada por los estados, la intervención de grandes corporaciones en la misma, da cuenta que el capitalismo se supera a sí mismo. Estamos viviendo una especie de ficción futurista, donde personajes como Elon Musk, que entre el humo de flores de marihuana y frívolas copas de champan, anuncia la planificación de loteos en Marte y la explotación metalúrgica de asteroides, cuya composición en hierro, equivalen a tres presupuestos globales del planeta en vías de extinción que habitamos. 

El agotamiento de los modelos extractivistas en la Tierra pareciera ser ignorado por un sistema cuya cultura no solo ha llevado a la extinción de miles de especies de animales y vegetales, sino que pone en peligro la vida de los mismos seres humanos. Hechos también enunciados en el mensaje, el cual concluye con una premisa de alerta: La humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma.

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