Un paradigma se cae

«El periodismo es libre o es una farsa»
Rodolfo Walsh

Estamos en la antesala de la caída de un paradigma que marcó a fuego la sociedad argentina en los últimos años. Al derrumbe del paradigma neoliberal -que aún no termina de morir- en 2001, le sigue el desmoronamiento de todo su sistema de representación y su maquinaria cultural.

Cuando la Justicia confirme la sospecha que recae sobre Ernestina Herrera de Noble, dueña de Clarín, y la apropiación de dos hijos de desaparecidos, el modelo de la libertad de prensa, de la verdad, y de cuanta cosa se ha dicho, quedará soterrado.

Clarín nació como un diario desarrollista en la década del ’40 y era leído, sobre todo, por los sectores medios. El gran despegue de Clarín, hasta llegar a ser “el gran diario argentino” fue durante la última dictadura militar iniciada en 1976. Allí, de la mano de Jorge Rafael Videla consiguió el monopolio del papel, y junto con La Nación y La Razón -que luego sería adquirida por Clarín- pasó a ser el dueño de Papel Prensa, que pertenecía a la familia Graiver secuestrada por los militares.

De esta manera Clarín se convirtió en el diario más poderoso del país. Asimismo fue diversificando sus actividades hasta convertirse en un grupo económico capaz de hegemonizar el discurso mediático.

Con el estallido de la crisis de diciembre del 2001, la caída del neoliberalismo y “el fin de la historia”, la sociedad argentina pasó de la convertibilidad, del cierre de la industria nacional, del desempleo generalizado, de la miseria y la política de la joda, a tener una moneda más fuerte y competitiva, a la reactivación de la industria, a la mejora del empleo y las condiciones de trabajo, a la inclusión y a la política como ámbito de discusión y definición de la sociedad.

La crisis del 2001 marcó el derrumbe de un sistema económico ingeniado en nuestro país por Alfredo Martínez de Hoz, impuesto con sangre, que continuó la década menemista. Y para eso sirven las crisis, para que las sociedades despierten y modifiquen su rumbo.

“Una sociedad capitalista requiere una cultura basada en imágenes. Necesita suministrar muchísimo entretenimiento con el objeto de estimular la compra y anestesiar las lesiones de clase, raza y sexo. Y necesita reunir cantidades ilimitadas de información para poder explotar mejor los recursos naturales, incrementar la productividad, mantener el orden, hacer la guerra, dar trabajo a los burócratas.”, explica Susan Sontag.

En lo últimos 30 años, la comunicación y el periodismo estuvieron atravesados por la lógica neoliberal, vacía de contenido, espectacular, que mercantilizó la información. Primero, bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional de la dictadura, las empresas de comunicación se ocuparon de señalar al “enemigo interno” al tiempo que desinformaban sobre lo que estaba ocurriendo en el país. Luego, en democracia, limpiaron su imagen y lucharon por los derechos humanos, pero no dudaron en darle ayuda mediática al golpe económico contra Raúl Alfonsín. Durante la década del ’90 denunciaban la corrupción pero callaban cuando se vendía el país a empresas extranjeras, retrataban al pobre pero no denunciaban la pobreza generalizada ni el plan económico y político que había detrás, fueron parte del show y socios en los negocios. Finalmente apoyaron el Gobierno de la Alianza, la designación de Domingo Cavallo como ministro de Economía, el megacanje, el corralito y la pesificación asimétrica.

Ahora, todo este paradigma comunicacional está por caer. Son bueno tiempos. Si la Justicia confirma la sospecha, el escenario mediático argentino entrará en crisis. En todos los medios de prensa, no sólo en Clarín, habrá temblores. Muchos fueron cómplices, algunos comparten negocios y otros asumieron la “agenda” de Clarín. También para los periodistas será tiempo de hacer una revisión y pensar la profesión y hasta dónde se puede llegar.

Si bien se ha empezado a generalizar el rechazo al mito de la libertad de prensa, que en estos términos no es más que la libertad de empresa para defender sus millonarios intereses, el golpe final será el fallo de la Justicia. Además de lo que significa la apropiación de dos identidades y lo que producirá en la sensibilidad del pueblo, legitimará la democratización de Papel Prensa y de la palabra.

Como decía Arturo Jauretche “mientras los totalitarios reprimen toda información y toda manifestación de la conciencia popular, los cabecillas de la plutocracia impiden, por el manejo organizado de los medios de formación de las ideas, que los pueblos tengan conciencia de sus propios problemas y los resuelvan en función de sus verdaderos intereses.”

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