El proyecto de ley tendiente a eliminar la obligatoriedad de la vacunación presentado hace algunos días en la Cámara de Diputados por la legisladora nacional de Cambiemos Paula Marcela Urroz –prima de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich– puede ser calificado sin exageraciones como la mayor embestida del movimiento anti-vacunas en la Argentina contra la Salud Pública. El inmediato rechazo a la iniciativa por parte de diferentes sociedades científicas y la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria hizo que el propio bloque de Cambiemos en la Cámara Baja saliera rápidamente a decir que “de ningún modo un proyecto presentado a título personal compromete la opinión de este interbloque ni mucho menos del Poder Ejecutivo”. Sin embargo, las señales de alarma quedaron encendidas.
La iniciativa de Urroz, conocida como de “Consentimiento informado en materia de vacunación”, busca dejar sin efecto la obligación de los padres de cumplir con el calendario de vacunación de sus hijos, otorgándoles el derecho a decidir discrecionalmente si quieren aplicárselas o no. En ese sentido, el artículo 1 no deja dudas: “Las personas que sean pasibles de vacunación obligatoria u opcional y quienes sean responsables por la vacuna que reciba un menor a su cargo deberán recibir previamente una información fehaciente acerca de los riesgos que la inoculación de la vacuna en cuestión implica, posibilitando la aceptación o no aceptación de ese acto médico, en cumplimiento del Derecho al Consentimiento Informado establecido en el Capítulo III de la Ley 26.529”, dice.
La respuesta de la comunidad médica y científica no se hizo esperar. En un comunicado conjunto, la sociedad Argentina de Inmunología, su par de Infectología y la Fundación Huésped rechazaron la iniciativa. “En vista del proyecto de ley presentado por la diputada nacional Paula Urroz, recientemente trascendido, vemos con mucha preocupación que nuestros representantes del Poder Legislativo propongan medidas tendientes a modificar la ley vigente. Consideramos que esto indudablemente significará un retroceso en política sanitaria, con serias consecuencias potenciales para la salud de nuestra población y las futuras generaciones. El sólo hecho de que un niño pueda quedar desprotegido por falta de vacunación representa un peligro social, ya que no sólo él queda vulnerable sino que también pone en riesgo a sus semejantes al no contribuir a la inmunidad general de la población o ‘inmunidad de rebaño”, expresaron.
“El momento político resulta funcional a los objetivos del movimiento antivacunas”
El efecto rebaño o de inmunidad colectiva es la protección de una determinada población ante una infección a causa de que en ésta existe un elevado porcentaje de individuos inmunes. Si se produce un brote, al avanzar la epidemia y aumentar el número de individuos inmunes, más baja es la probabilidad de contacto entre un susceptible y un infectado, hasta que se bloquea la transmisión del agente infeccioso. En otras palabras, la vacunación masiva, por extensión, protege del contagio de enfermedades aún a aquellas personas que por cualquier razón no se hayan vacunado.
Por si hiciera falta, las tres entidades enfatizaron el papel central que ocupa la vacunación masiva en la protección de la salud pública. “La vacunación, luego de la potabilización del agua, es el hito sanitario que más vidas ha salvado en el mundo a lo largo de la historia de la humanidad. Las vacunas son altamente efectivas en lograr prevenir algunas de las enfermedades infectocontagiosas más peligrosas que amenazan a los seres humanos. En este sentido, los programas de vacunación sistemática han permitido disminuir la mortalidad y secuelas producidas por muchas enfermedades inmunoprevenibles que hasta hace menos de 100 años eran un flagelo para la sociedad. Debido a la vacunación, la región de las Américas ha sido la primera en el mundo en eliminar la viruela, la poliomielitis, el sarampión, la rubéola y el síndrome de rubéola congénita”, explicaron en el comunicado.
Cuando el diablo mete la cola
La presentación de un proyecto que busca privilegiar los derechos individuales por sobre los colectivos no es ajena a los tiempos políticos que corren. “La inmunización de la población está enfrentada, por razones científicas, con una declamada ‘libertad de elección’. No es extraño que estas ideas prendan cuando se derechiza el discurso público: los votantes del gobierno de la coalición Cambiemos invocan el derecho individual (apelan a ‘la libertad de circulación’, por ejemplo) sobre el derecho social (‘negros de mierda que cortan las calles’) mientras el país se endeuda por cien años, el gobierno termina con las retenciones en el campo transfiriendo miles de millones de dólares a los productores agropecuarios y la policía ejerce plenos poderes para discriminar y reprimir”, dice Alejandro Agostinelli, periodista especializado en la investigación de las falacias que buscan instalar las pseudociencias.
En este sentido, el momento político resulta funcional a los objetivos del movimiento antivacunas. Para Agostinelli, “La salud pública no había recibido hasta ahora una amenaza semejante. El mar de fondo es el movimiento antivacunas, que disparó oleadas de enfermedades casi erradicadas y obligó a los medios científicos alarmados con el descenso en las tasas de vacunación a recurrir a campañas que refrescan lo que muchos parecen estar olvidando: cómo las vacunas han derrotado a las enfermedades infecciosas y la significativa correlación que existe entre la aparición de las vacunas y el descenso de las enfermedades”, señala.
“La inmunización de la población está enfrentada, por razones científicas, con una declamada libertad de elección”
La militancia contra la vacunación masiva –o, desde la perspectiva del movimiento, por el derecho individual a decidir– se sustenta en tres argumentos: que los efectos colaterales de distintas vacunas producirían el surgimiento de otras enfermedades; que las enfermedades que se combaten con la vacunación pueden ser erradicadas mediante la alimentación o las medicinas alternativas; y que las vacunas son un negocio de alta rentabilidad destinado a aumentar las ganancias de los laboratorios.
Si bien el rechazo individual o de pequeños grupos religiosos a la vacunación existe desde la invención de las primeras vacunas, el movimiento antivacunas propiamente dicho se conformó a partir de trabajos supuestamente científicos del médico inglés Andrew Wakefield publicado por la prestigiosa revista médica The Lancet en 1998. Allí se sugería una relación directa entre la vacuna triple viral (contra sarampión, papera y rubéola) y el desarrollo del autismo.
El estudio resultó un fraude. En febrero de 2010, la revista se retractó formalmente y anunció el retiro del estudio en cuestión porque había comprobado que varios elementos de este eran incorrectos y sus resultados habían sido manipulados e incluso se le retiró la licencia profesional a Wakefield por haber actuado de forma poco ética. Poco después, una investigación del periodista inglés Brian Deer, publicada por el British Medical Journal demostró que Wakefield planeaba lanzar una empresa al calor de la alarma suscitada contra la vacuna triple vírica, que lucraría con nuevos exámenes médicos y «análisis motivados por litigios». En otras palabras, se trataba de un negocio que ponía en peligro la salud de la población. Pero el mal ya estaba hecho: el estudio de Wakefield produjo un descenso en los índices de vacunación en Estados Unidos, Reino Unido e Irlanda, y al consecuente aumento de los casos de sarampión y paperas, provocando casos graves y fatales.
Fundamentalistas en estas pampas
En la Argentina, los movimientos antivacunas han tenido hasta ahora poco desarrollo y un mínimo impacto sobre el cuerpo social. Uno de los principales grupos es el llamado “Libre vacunación”. En una entrevista su cabeza visible, Roberto Yahbes, señaló: “Nuestra posición es la de respetar el derecho al consentimiento informado, como con cualquier procedimiento médico (porque) las vacunas nada han tenido que ver en la reducción de la morbimortalidad de las enfermedades infectocontagiosas, y sus efectos adversos se van sumando por el aumento de la cantidad de las vacunas que se administran”.
En su lucha para derogar la ley de vacunación obligatoria, la organización promovió la recolección de firmas, a través de Change.org, para sostener un petitorio en ese sentido. “Nuestros cuerpos y el de nuestros hijos son territorio soberano y sujeto a nuestra autodeterminación exclusiva. Cualquier intento de violación de esta confianza debe ser interpretada como una violación de dicho derecho fundamental. Estamos pidiendo así a nuestros gobiernos electos que rindan cuentas en esta defensa con una emisión de aviso: una demanda colectiva preventiva que se sirve en el caso de que nuestros derechos inalienables a elegir, están desamparados”, sostiene allí.
“La vacunación, luego de la potabilización del agua, es el hito sanitario que más vidas ha salvado en el mundo a lo largo de la historia de la humanidad”
Un relevamiento realizado en 2015 por el Ministerio de Salud de la Nación señala que también existen varias comunidades que, con el argumento de llevar una vida naturista, no vacunan a sus hijos. La mayoría de ellas se encuentra en la Patagonia, en algunos puntos de la provincia de Córdoba, principalmente en las cercanías del Cerro Uritorco, y en la Quebrada de Humahuaca. También han encontrado colegios naturistas antivacunas, con aranceles sólo accesibles a los sectores socioeconómicos medios y altos, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Con estos datos en la mano, durante el gobierno anterior, el Ministerio de Salud intentó un trabajo de debate y concientización en algunas de esas comunidades.
“Nosotros partimos de la base de que toda persona que no quiere vacunar a sus hijos piensa que es lo mejor para ellos, pero nuestro rol como Estado es dar el debate y proveer a la población con la información apropiada. Así fuimos entonces a la comarca andina porque ante la negativa de un padre a vacunar a su hijo, se suscitó una polémica sobre si debía hacerse una vacunación compulsiva o no. Y el planteo de esa población era que ellos no se sentían parte de un sistema que no los visualizaba como individuos. Nuestro deber era estar allí, dar respuesta a lo que ellos necesitan y explicarles que una persona que vive en un lugar natural, con una dieta natural, sin estrés y en un ambiente saludable si bien tiene menos posibilidades de enfermarse no está exento de los riesgos”, explicaba en octubre de 2015 Carla Vizzotti, por entonces directora nacional de Control de Enfermedades Inmuno-prevenibles del Ministerio de Salud de la Nación. Con la llegada del macrismo al gobierno, esas actividades quedaron suspendidas.
La verdad de los resultados
En momentos que la diputada de Cambiemos Paula Urroz pretende desmontar la obligatoriedad de las vacunas en el país, la Argentina está reconocida por la Organización Mundial de la Salud como uno de los tres países del mundo con mayor protección contra enfermedades mediante la vacunación. Las veinte vacunas obligatorias y gratuitas que componen el Plan Nacional de Vacunación la ubica como una referencia ineludible en la materia.
Los resultados del calendario de vacunación obligatoria en la Argentina son concretos y mensurables: el último caso de poliomielitis se registró en 1984 y se considera que la enfermedad está a punto de ser erradicada; la viruela se erradicó oficialmente en 1980; el último caso de sarampión se registró en el año 2000 y la última muerte data de 1998; el último caso de rubeola se produjo en 2009; tras la incorporación de la vacuna contra la Hepatitis A en 2005, el último trasplante de hígado por esa enfermedad se realizó en 2007; no hay casos de difteria desde 2006; luego de que se incorporara la vacuna contra la tos convulsa para embarazadas, en 2012, se redujo en un 82% la mortalidad de bebes, gracias a los anticuerpos que la madre transfiere; desde 2012, con la incorporación de la vacuna contra el neumococo, se redujeron en un 50% los casos de neumonía; y se registra una notoria disminución de casos de varicela y rotavirus, gracias a las vacunas recientemente incorporadas al calendario.
Por el momento, el proyecto antivacunas parece haber quedado neutralizado. Es una señal positiva en tiempos de políticas gubernamentales que vienen arrasando con todo.