Un legado: latidos de la vida social en Tucumán

Una postal en movimiento de la vida cultural, de la recreación de un legado, una pintura intensa y apasionada de un tesoro: los bares donde transcurre la vida. Por María José Bovi

Los bares, los espacios de encuentro, son un legado de enorme importancia y de muy profundos significados en la cultura de Tucumán. En ellos transcurre nuestra vida: allí mordemos las rabias laborales, nos enamoramos y dejamos de amar, armamos y desarmamos proyectos, articulamos familias, planificamos viajes y creamos anécdotas. Allí se juegan miles de vidas que tejemos y destejemos, una y otra vez.

La pandemia de Covid 19 golpeó al mundo, y se quedó con muchos elementos del «nosotros» de los que recién ahora estamos pudiendo hablar. Despedimos amores, amigos, familiares, colegas, espacios, rutinas, culturas, significados… tanto.

El 3 de marzo de 2020 (fecha oficial del inicio del flagelo en nuestro país, a la que habría de sucederle el aislamiento obligatorio, decretado el 20/3/2020) se inició en Argentina la etapa de la productividad sin descanso. Pasamos de unas semanas disfrutando los juegos de mesa, las recetas caseras, los vivos en Instagram, las siestas largas, las bebidas alcohólicas sin tiempo, a Google Calendar y las agendas de librerías y emprendedores independientes explotadas de reuniones, clases, encuentros y un montón de actividades. El trabajo y el ocio se fundieron en una premisa: gana quien más produce, quien menos duerme, gana quien lo hace individual y lo hace bien.

Los efectos del barbijo y la distancia causaron que los abrazos se volvieran más distantes, los besos más cortos, las juntadas más pequeñas y las excusas moneda corriente. En el sentido de “comunidad” se abrió un punto de fuga por el cual muchas veces todos nos escapamos de los otros porque necesitamos alejarnos, encerrarnos en casa y estar solos. Una interferencia total en lo que llamamos “nuestra vida social”. Exceso de ruidos, muchedumbre, amontonamiento, sonidos altos, movimientos, luces, asfixia, ansiedad, pánico, nervios, escape, casa, alivio, desconexión, fin de la palabra: el inventario de una salida.

El 1 de septiembre de 2020 los diarios de Tucumán (con alguna excepción) oficializaron el cierre de Bigotes, bar ubicado en calle 25 de Mayo al 400, liderado por Pantera (su administrador) durante veintitrés años. La cuarentena lo había destruido y quienes lo habitábamos no pudimos salvarlo, aunque nos arremangamos fuerte para armar el evento «Todos por Bigotes». El lugar de los músicos y los actores. El centro del rock y las cervezas. La cultura tucumana. El salón para concretar proyectos y festejar con amigos. El escenario de las bandas. El refugio de los miércoles y los cantantes de la pasión. Desde adentro de cada casa, todos los que integramos la familia no sanguínea bigotera cerramos un hogar. Las veredas no volvieron a llenarse de humo, vasos rotos, birra, charlas y excesos. La noche tucumana estuvo de luto.

Quienes llegamos de otras latitudes del interior del país a Tucumán vivimos, los primeros meses y años, inmersos en la magnitud cultural que la provincia ofrece. Fiestas de lunes a lunes. Recitales de artistas nacionales todos los meses, de locales todas las semanas. Varias opciones de supermercados, bares y plazas. Disputas culinarias del locro, la humita, los tamales y las empanadas. Carreras universitarias en una lista larga. Eventos bizarros y extraordinarios relacionados con la comida, los libros, el cine, las tradiciones. La cultura tucumana es una carta gigante con variedad de platos, servicios y precios, aunque regida por “dime con quién andas y en dónde andas, y te diré quién eres”. Por eso, se ha hablado tanto de quienes integramos la comunidad de los miércoles bigoteros. Pero no se dieron cuenta de que Bigotes no solo había hecho de la práctica social —que es el cantar— un ritual y un juego, sino también había permitido la formación de un grupo social con sus propios códigos. Los sin nombre nos conocíamos entre todos, solo ahí, ese día, en esas horas. A la madrugada, mientras algunos trajes ya caminaban rumbo a sus trabajos, nosotros, antes de irnos también a los trabajos, nuestras casas y otras camas, nos jurábamos amor o nos declarábamos la guerra (sin punto medio). Durante la semana, solo con algunos podíamos encontrarnos con otros semblantes y reconocernos.

Fuimos muchos los de los miércoles, aunque me gusta pensar que éramos todos (un todos muy recortado que solo incluye a los del ámbito del arte y las culturas). Fuimos bastantes más los que tuvimos que despedir una rutina, una noche puntual, una dirección, a los amigos, las canciones y las tradiciones. Y, aunque los karaokes siguieron sucediendo en muchos bares de la provincia, en algunas épocas más, en otras menos, y aunque también escribieron la historia de las personas que cantan con pistas (y la escriben) muchas figuras conocidas —como Barby Guamán, Kikín Díaz, Salus Zavalía, la Torta Couch y Antonio Tríos, la Patxy, La Maco, Angie Camuñas—, Bigotes y las propuestas de Caballo Tranquilo (Bacanal) nos libraron a la soledad de los miércoles. Ya se sabía que etimológicamente este día de la semana se llama así en honor a Mercurio, lo que no imaginamos es que el encierro nos ponía frente a un fenómeno no astronómico que nos afectaría como seres humanos.

El 28 de diciembre de 2021, un año después, abre en el corazón de Tucumán, en diagonal a la Casa Histórica, frente al paseo de los artesanos, calle Congreso 176, la cafetería Storni. Sus dueños, Lucas Trejo y Juan Manuel Muntaner, se habían propuesto tener un espacio amplio, para todos los momentos. Primero con almuerzos y menús al mediodía, después con meriendas y cenas, mucho después con noches a modo bar. Hoy, en 2024, trasciende el formato de bar-restó y se vuelve un punto de cultura, donde escritores, editores, feriantes, pintores, ceramistas, cantantes, bandas, estandaperos, cómicos, teatreros y demás artistas no solo planifican proyectos, sino que los ponen en marcha en la parte de adentro, en la parte de afuera. Todas las semanas hay propuestas en la agenda pública de Storni, con entrada libre y gratuita, o al sobre y colabore quien pueda. “Siempre las puertas van a estar abiertas a propuestas que aporten a la movida cultural de la provincia”, dicen Juan Manuel y Lucas. Entre Terraza Máncora y Resto Bar Storni, entre arriba y abajo, el paseo Luces del Ibatín se ha vuelto galería a cielo abierto de la cultura para todos, todas y todes. “Nos gusta pensar que le damos un lugar a la cultura, más que pensar que la hacemos. Nos llena de orgullo que los artistas nos pidan el espacio para mostrar sus proyectos, que nos elijan para eso. Así se genera el buen ambiente acá, quienes vienen lo hacen posible” (Juan Manuel y Lucas). Es que, en Storni, la gente dejó de ir solo a comer, ahora se junta. A la mañana las señoras de pilates, de natación, del Barrio Sur, los niños y las escuelas, los abogados en reunión, los diseñadores, los teléfonos y computadoras, las abuelas y sus nietos. Al mediodía, quienes van de paso ejecutivo y quienes van paso de siesta, las familias. A la tarde, los enamorados, los amigos, los de merienda y birra, los paseantes, los turistas. Y a la noche, todos: quienes van por una cena y a dormir, quienes van por un trago, un show, más tragos, los compinches y la espera de una madrugada que los encuentre en el camino de vuelta a casa. El rocanrol casi todo el día, de siete a cuatro de la mañana. Internacional y nacional. Los partidos también. De hecho, durante el mundial en el que salimos campeones del mundo (2022), el bar abrió sus puertas en todos los partidos (incluso un día domingo, en la semifinal, donde habían decidido no abrir y compartir entre los íntimos, la reja se corrió para que entren madres y padres con hijos, familias ensambladas, conocidos y desconocidos. El trato entre todos fue: hoy es autoservicio, se confía y se limpia entre todos, y así fue). Hicieron del encuentro una cábala: si una mesa faltaba, el miedo era mayor. Pacto implícito: no perjudicar la salud emocional del otro. Una nueva familia tucumana no sanguínea se construía y el hilo rojo eran las pasiones. No solo gracias a Lucas y Juan, sino también Hernán, Ramiro, Franco, Rosa, Sole, Nancy, el equipo de cocina, el Oso, los pelados, la Caro, el hijo de Lucas corriendo con su capita mágica, su familia completa, el Pato Herrero, la Dani, Monoambiente Editorial, un montón de personajes más, y yo. Nombro esta categoría no en sentido grotesco, ni ridículo, más bien literario: somos parte de una historia, la que estamos contando nosotros.

El 28 de marzo de 2024, anuncian en Storni los karaokes. No solo eso, en el flyer que difunden aparecen dos palabras con batiseñal: miércoles y Bacanal. Caballo Tranquilo volvía a la escena del micrófono, pantalla y mitad de semana. “Él nos propuso hacerlo en el bar y, bueno, probamos. Sale muy bien así que lo sostenemos. Volvieron los clásicos de los miércoles. Por suerte, estuvimos a la altura y pudimos llenar (…) Es hermoso ver cómo la gente agarra el micrófono y, por un ratito, se sienten esos artistas a los que están interpretando. La gente pierde la vergüenza y no importa cómo seas en el ‘escenario’, siempre te van a aplaudir” (Juan Manuel y Lucas). Un anuncio con promesas de grupalidad en un gobierno liberal, de derecha y con pretensiones de un individualismo arrollador (con el que tiene una conexión profunda o, al menos, inseparable), un anuncio que afirmaba que, sí, “vamos a volver”. Poco a poco los de alguna vez nos encontramos para ubicarnos, nuevamente, en el centro tucumano de una ciudad y una mirada, llenando las veredas de agites, risas fuertes y canciones que van desde La Renga a Almafuerte, desde el Indio a Cristian Castro. Y en una mesa, al fondo del pasillo, los anfitriones de la fiesta popular nos esperan con abrazos fuertes, besos largos, chistes rápidos, anécdotas de la semana y nombres. Esa es la diferencia que marca Storni, dejamos de ser “los de los miércoles” porque, hasta en las familias grandes sucede que todos saben quién es el otro. En tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempo donde todos contra todos, un bar pone en acción la premisa colectiva y ricotera: ya no estás solo, estamos todos en naufragar.

Nos pueden encontrar en Instagram como: @Storni_restobar y @marea.emociona

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