Un Kennedy afroamericano, o decididamente negro

Los especialistas intentan develar qué será del mundo tras la elección de Barack Obama. Los comentaristas de CNN han llegado a la conclusión tardía de que el presidente electo no sería norteamericano, ni americano, sino afroamericano, lo que al parecer encierra cualidades distintivas. Eso sucedió luego de que, en medio de un ataque de nervios, el locutor de turno anunciara a los gritos:

–¡… Será el primer presidente negro en Estados Unidos..!

Luego, la noticia fue editada y se convirtió en afroamericano.

El triunfo electoral demócrata ocurre a 20 años del estreno de Missisippi en llamas; a 43 del fusilamiento de Malcom X y 40 del de Martin Luther King; a 156 de la publicación del clásico de Beecher Stowe La Cabaña del Tío Tom; a 52 del éxito musical Pata Pata interpretado por Miriam Makeba; y a 11 de que el clérigo Jeese Jackson fuera nombrado por Bill Clinton para promocionar la democracia en Somalía. Desde el periplo de Jackson, Somalía pasó a ser conocida como Somalia, con grafía inglesa.

Hasta ahora existía la creencia de que los negros eran ideales para divertir a los blancos, siempre alegres, movedizos, musicales, sensuales.

Si es cierto todo lo que hemos aprendido de las universidades de Estados Unidos sobre imperativos genéticos, el panorama es desalentador.

El padre de Obama era nativo de Kenia: no es improbable que los mandatos que contienen sus cadenas de ADN lo obliguen a cambiar la táctica de búsqueda y destrucción desarrollada por el ejército de Estados Unidos, reemplazando el uso de proyectiles de uranio empobrecido por el mas expeditivo de extraer el corazón palpitante a los talibanes prisioneros para comérselo. Una costumbre exótica entre los blancos, quienes se han dedicado a perfeccionar el poder de destrucción con métodos industriales, asépticos y a distancia.

Los conceptos raciales basados en el color de la piel son insoportables. Los antropólogos europeos dedicados a estudiar las costumbres africanas han llegado a la conclusión de que, efectivamente, los africanos no son europeos y, luego, tampoco son blancos. Los que sobrevivieron, porque algunos, convertidos en nutritivos pucheros, no tuvieron la oportunidad de expresarlo.

En algunas regiones africanas, comer el corazón palpitante del enemigo derribado es una costumbre guerrera que consiste en incorporar digestivamente la valentía del vencido. Se dirá que es una fantasía, pero también es fantasioso creer que uno va a tener un retiro opulento porque entregue durante 40 años su dinero a una AFJP.

Los africanos tienen costumbres, historias y medicinas exóticas, que aquí suelen ser tomadas como alternativas cuando allá son de lo mas oficiales. El doctor Barreiro, que fuera urólogo del general Perón, trajo de Liberia una terapéutica natural y no invasiva para las afecciones prostáticas: sumergirse diariamente en una infusión de malva y afrontar con optimismo lo que vendrá.

Fieles a sus costumbres agresivas, los médicos de Estados Unidos empotran semillas de oro en todo el contorno de la próstata. Luego disparan rayos láser sobre el tumor. Al año, todo paciente podrá afirmar que, si los disparos dieron en el blanco, será feliz propietario de una próstata totalmente hecha en oro.

Liberia, el mayor exportador mundial de té de malva para curar próstatas hipertrofiadas, fue creada a principios del siglo XIX con un método que repetiría lord Balfour en Israel: se coloniza un espacio aparentemente vacío que no lo está. Tras la Guerra de Secesión, una empresa privada de Estados Unidos había descubierto ese territorio vacante. La idea era reenviar a África a los ex-esclavos que sobraban.

En los años que siguieron al descubrimiento de ese Nuevo Mundo, los negros libertos provenientes de Estados Unidos convirtieron en esclavos a los habitantes originarios, quienes protestaron: “¡Todos somos africanos!”.

Los nuevos dueños los trataron con desdén, respondiendo que no entendían el idioma. Y bautizaron como Monrovia a la capital, siguiendo a Monroe: África para los americanos.

Para solucionar el entredicho, intervendría tiempo después la Sociedad de las Naciones, que asignó a unos pocos blancos la explotación monopólica del hierro, caucho, oro, diamantes y otros recursos naturales, incluyendo la malva. En 1926, Liberia era un virtual coto privado propiedad de la Firestone.

En África no se tiene contemplación con los líderes tribales derrotados. Patrice Lumumba, libertador del ex-Congo belga, fue cortado en pedazos por su sucesor Kasavubu. El conductor del movimiento de liberación mau-mau, Jomo Kenyatta, fue tomado como objeto de estudio por el etnólogo británico Bronislav Malinovsky, quien midió su índice cefálico buscando respuesta a una hipótesis científica típicamente europea: ¿es posible que un africano culto, que hasta el momento ha vivido tranquilamente como súbdito colonial inglés, pueda abandonar ese bienestar asegurado para transformarse en un revolucionario decidido a vivir en una nación independiente? Malinovsky no llegó a ninguna conclusión definitiva y no sabemos cómo habría calificado el cráneo dolicocéfalo de Obama.

Los imperativos genéticos confirman que el tam-tam de Washington seguirá haciendo estragos. En Afganistán se están preparando.

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