Escuchaba la otra noche en la tele a un famoso matemático junto a dos conocidos periodistas. Ellos trataban o esperaban que el invitado dijera algo fortaleciendo la línea del programa, que era algo así como “todo está patas para arriba”. La pregunta fue: “¿Qué pasó en estos cuatro meses de gobierno de Cristina? Vos te fuiste a EEUU apenas ella asumió y volviste en estos días.” El matemático ponderó un montón de logros de esta etapa K y también marcó varias cuestiones inaceptables de este gobierno. Pero, para estupor de los dos progresistas periodistas, se lanzó con virulencia identificando a quienes están detrás del reclamo del campo. Señaló con lujo de detalles a los enemigos de siempre del pueblo, a los que nunca se tragaron las políticas de derechos humanos, a los que se les ha tocado en algo sus privilegios y a los medios de comunicación. En ese momento, la cara de los chicos era imperdible. En definitiva, planteó que muchas de las cosas que están sucediendo son también efecto de la ficticia relevancia que le otorgan los medios casi por cadena nacional.
¿A qué viene esta introducción? Razonablemente. hay una sensación de que este gobierno está a la defensiva. Desde el 11 de marzo y después de 21 días de lockout patronal del campo y de desabastecimiento, no ha habido un solo día en que el gobierno no haya sido cuestionado o puestas en duda sus decisiones. Algo inédito para el mundo K. Para mal de males, tuvieron que soltarle la mano en estas condiciones a Martín Lousteau . No es que no lo quisieran hacer, pero no era el mejor momento (todo a su debido tiempo y armoniosamente, diría…). El ministro entrante ya viene con una marca en el orillo: es de la absoluta confianza de Néstor Kirchner, lo cual ya provoca otra discusión -con malicia o no-: ¿quién gobierna?
La organización del PJ estaba pensada para otro marco político. Néstor K siempre decía que era mejor tenerlos adentro y encolumnados. Ahora, esa verdad empieza a relativizarse. Hoy unos cuantos intendentes del conurbano y algunos caciques del interior -esto lo sabe cualquier ciudadano de a pie- festejan que le vaya mal a la presidenta. Algunos mandan a sus concejales a jugar con la gente de Macri en la provincia de Buenos Aires. Si no me creen, pregunten en Lomas de Zamora. Es decir, que los eternos personajes que destruyeron el país con Menem, rodearon al inútil de De la Rúa y prometieron amor eterno a K -mientras hubiera poder-, ahora que el barco apenas se bambolea, ya quieren saltar por los tirantes. A propósito, en la Plaza de hace un mes, no se lo vio demasiado.
Ahora, todos los sectores del Frente para la Victoria, los radicales de la Concertación, más los grupos sociales y por qué no los grupos pequeños de la izquierda que le daban aire de pluralidad, están desconcertados. ¿Cómo saber dónde ubicarse para no caer en el clásico oportunismo pejotista o en la crítica fácil de la oposición mediática?
Finalmente, como decía el matemático de la otra noche, ni tan tan, ni muy muy. Este gobierno todavía tiene toda la legitimidad que le ha dado conseguir hace apenas cuatro meses más del 45% de los votos, mal que les pese a los agazapados de siempre. De modo tal que aun puede salir de este atolladero circunstancial, indemne, y gobernar para todos los argentinos. De eso se trata: para todos durante los tres años y medio que le restan. Con la salvedad que sólo será posible con más política, con mayor confianza profunda en el pueblo y menos en los medios, pues ya vimos que sólo estarán de su lado cuando haya algo para repartir. Y a no confundir, no se trata justamente de la distribución de la riqueza, sino de seguir aumentando su propia cosecha.
A modo de despedida, cuando este editorial esté en línea, estaremos festejando otro Día del Trabajador. Aunque la participación obrera en el PBI todavía esté lejos del 50% de los años dorados, por lo menos nos merecemos compartir un asadito con los compañeros que están para brindar. Y homenajear a los miles que ya no están.