Un debate tras los atentados en Londres: ¿Quienes son los terroristas?

Por Enrique Oliva, especial para Causa Popular.- A raíz de los lamentables actos de terror en Londres, como los de Madrid el año pasado y las Torres Gemelas en el 2001, para citar los más importantes de los últimos tiempos, se ha generado una polémica universal sobre el tema terrorismo. En la emoción y confusión reinante, no podemos generalizar que quien cometa o haya cometido un acto de violencia, como sus inspiradores, cuando no le quedaba otro recurso, son criminales para la humanidad. De proceder con tanto simplismo, los pueblos de todo el mundo se quedarán sin héroes, es decir, sin historia.

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Ilustración: Percorsi. «Grito de los excluídos»

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Este nerviosismo contagiante se ha agravado con el incendio el jueves pasado de siete templos de negros en Sparta, en Tennesse (Estados Unidos) y el ataque de ayer a cuatro mezquitas islámicas en Londres. Este último hecho ha tenido trascendencia mundial pero no el anterior.

La última edición del diccionario de la lengua española (2001) lo define con solo dos interpretaciones, en muy pocas palabras:

– “1- Dominación por el terror.

– 2- Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.

”Como “terrorista” llama al “que practica actos de terrorismo”. En segundo término: “perteneciente o relativo al terrorismo”. Y absolutamente nada más, sin entrar a adjetivar o considerar si es bueno o malo, justo o injusto.

Aquí aclaremos que eximimos de toda responsabilidad y nos solidarizamos con las víctimas y sus familias, tanto por los muertos como heridos de los pueblos de España, Estados Unidos y la Gran Bretaña. Ellos conforman la inmensa mayoría de humildes trabajadores forzados a utilizar los medios de transporte públicos. Ninguno tiene culpa del odio de tantas naciones que han sufrido y siguen sufriendo a las multinacionales del sistema “capitalista salvaje”, según palabras de Juan Pablo II.

A pesar de la obsecuencia de los gobernantes europeos hacia el imperialismo durante la Guerra de las Malvinas, ninguno de sus pueblos (incluido el británico), como los del resto del mundo, salieron a justificar el colonialismo. Eso sí todos a defender la valerosa gesta argentina. En aquella oportunidad, una de las tantas manifestaciones de inmigrantes asiáticos, que protestaban contra la discriminación que padecían, decía así: “Nosotros estamos aquí porque antes ustedes estuvieron allá”.

Las fuerzas militares ocupantes en Afganistán e Irak, matando a “terroristas” (¿o patriotas?), entre ellos más de 100.000 civiles indefensos y hambrientos. Los medios occidentales no dedican una sola línea a las perversidades en varios países africanos a mano de ejércitos de criminales mercenarios que contratan las multinacionales para garantir el robo de sus riquezas naturales (oro, diamantes, petróleo, cobre, maderas, etc. etc.) ¿Será esa la impunidad que pretende obtener el Imperio en todo el mundo?

Hay extrema crueldad e injusticias masivas, verdaderos genocidios, que ensangrientan al globo. Y los pueblos tienen conciencia de ello. Una encuesta telefónica en el programa televisivo del doctor Mariano Grondona preguntaba quién tenía la culpa de la situación creada en Londres, si los terroristas o el capitalismo. Este último fue responsabilizado por el 62 % de los televidentes.

Un ejemplo rioplatense

Entre tantos antecedentes, los argentinos no debemos olvidar a la Resistencia contra las invasiones inglesas, donde las “terroristas” criollas arrojaban aceite hirviendo a tropas que venían a imponernos otra lengua, otra religión y otra colonia peor. Martín Güemes era calificado como un bandolero por los españoles por rechazarles más de una docena de incursiones para entrar en nuestro territorio. En desventaja ante ejércitos mejor pertrechados, no tenía más remedio que hacerles la guerra de guerrillas y hostigamientos continuos para desalentarlos, obligándolas a retirarse.

De nuestro General San Martín cuanto se decía de él en España eran insultos y condenaciones para ser pasado por las armas en cuanto pudieran atraparlo. Por ese tiempo, estaba fresca la guerra llamada de la independencia de España por la ocupación napoleónica, finalizada en 1814 pero comenzada en 1808 con una insurrección popular de los madrileños.

El fusilamiento de estos fue inmortalizado por una dramática pintura del genial Francisco de Goya, cuando el rey español se había postrado ante José Bonaparte (hermano de Napoleón), abdicando y reconociéndolo como su sucesor en el trono. San Martín había vivido gran parte de ese drama de la madre patria y criticó al absolutista Fernando VII.

Fernando VII no fue mejor que su antecesor Carlos IV, quien convino en 1807, por un tratado secreto firmado en Fonteinebleau, acordar a los ejércitos franceses permiso para atravesar España e invadir a Portugal. Pero Napoleón, con no poca complicidad de monárquicos y burgueses, pacíficamente se apoderó del territorio hispano. Pero el corso subestimó al pueblo español que se convirtió en “terrorista”. Y ganó. Un caso similar a la derrota yanqui en Vietnam.

Cristianos combativos

Nosotros, como todo el catolicismo, tenemos muchos antecedentes de rebeldías y luchas contra poderes tiránicos. Desde antes del advenimiento de Cristo, el pueblo judío batalló incansablemente contra el ocupante Imperio Romano. Según los evangelios, se distinguió en aquellas luchas la familia tribal de los Macabeos. En el estandarte de su líder, Judas Macabeo ben Matatias, se leía: “la mejor forma de bendecir a Dios es combatiendo al tirano”.

Muchos santos y hasta santas fueron combatientes, como Santa Teresa de Ávila defendiendo las murallas de su ciudad; o Santa Catalina, que obtuvo el título de Patrona de Roma por sus actos “terroristas” para defender al Vaticano y al Papa Su Santidad Juan Pablo II ha pedido perdón expreso por muchos actos sangrientos y tiránicos realizados en nombre de la cristiandad, como fue el trato a los indígenas de América, reducidos a la esclavitud.

También a los islámicos les rogó perdón por los crímenes, saqueos y múltiples atrocidades cometidas por los cruzados, de quienes de adolescentes nos inculcaron admirar como héroes devotos, gracias a una falsa historia denunciada por el Papa. Los templarios adquirieron un insoportable por las riquezas acumuladas, que al fin el Papa debió atacarlos y disolverlos, quitándoles sus bienes. Los judíos también recibieron pedidos de perdón de Juan Pablo Il por las persecuciones sufridas a través de los siglos.

A causa del colonialismo, nuestra Iglesia también se desprestigió mucho en África y Asia y aun le cuesta grandes esfuerzos hacer entender la diferencia entre catolicismo y anglicanismo. De este aun dicen en el continente negro: “Nosotros teníamos la tierra, y los ingleses nos dieron la Biblia, quedándose con la tierra”.

El capitalismo salvaje sin futuro

Hoy, solo de mala fe se puede creer inocente al capitalismo de las mayores injusticias a través de la historia y no debe criminalizarse la protesta indiscriminadamente. Hubo y hay mucho “terrorismo” que no tuvo otra alternativa para defenderse. Los ejemplos son numerosísimos. Vienen del fondo de los tiempos y pocos esperan cambios profundos espontáneos.

Una vez el Che Guevara hablando con periodistas extranjeros fue preguntado si el terrorismo y la guerrilla podían ser vencidas.

Rápidamente contestó que si. Más ligero aun los hombres de prensa, entre ellos varios anglosajones, requirieron: ¿Cómo? Y recibieron una contestación una sola palabra: “Evitándola”.

En realidad, el terrorismo está desmoralizando el ánimo de millones y millones de inocentes occidentales. A tal punto, que las explosiones de Londres repercutieron en las discusiones de los Ocho Grandes reunidos en Escocia y, por primera vez, si, por primera vez, hablaron de buscarle remedio a la pobreza.

Quisiéramos ser mínimamente optimistas, pero conociendo el paño, nos cuesta. El capitalismo fue siempre cruel e insaciable. No quiere perder ningún negocio y terminará vendiendo la soga con que será colgado. Esta vieja predicción recobra hoy actualidad.

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