Pasada la campaña electoral, mientras el mundo va digiriendo su resultado y los observadores especulan sobre la política económica del futuro presidente, Wall Street se apresura a sacar tajada de la prospectiva de crecimiento económico. Éste puede llegar, pero, si Donald Trump es fiel a sus promesas, chocará con uno o más factores de poder.
Probablemente desista de deportar a los once millones de indocumentados que habitan en EE.UU., porque es impracticable y muchas empresas viven de ellos. A cambio, puede continuar la construcción del muro fronterizo con México, para mostrar cómo cumple su programa, y crear puestos de trabajo con dinero público. Si, como ha prometido, también atrae inmigración calificada, quedará bien, aunque no termine el muro.
Es altamente posible que el futuro mandatario desista de hacer ratificar por el Senado el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés), que quiera forzar a México a renegociar el NAFTA y pretenda imponer sus condiciones a los europeos en las aún inacabadas negociaciones sobre el Tratado Transatlántico (TTIP). Como México seguramente cederá, Trump a la vez impondría aranceles a las importaciones mexicanas y haría pagar el muro al vecino del Sur.
«Una mezcla rara de Napoleón pelirrojo con Franklin D. Roosevelt reaccionario»
Puede ser que el nuevo mandatario aumente las demandas contra China en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero es difícil que vaya más allá, porque a nadie le conviene desquiciar el comercio transpacífico.
Los observadores esperan asimismo que apuntale con dinero público las inversiones en infraestructura y en la construcción de viviendas. Dado que el desempleo ronda hoy el 4 por ciento, esta inyección de dinero aumentará los salarios y la conflictividad laboral, porque los trabajadores tomarán en serio las promesas de “su” presidente. Esta será una prueba de fuego para el reaccionario en la Casa Blanca. Como, para alentar la demanda, al mismo tiempo querrá rebajar los impuestos de trabajadores y clase media, deberá resistir las presiones de la clase alta que no quiere que disminuya la gigantesca distancia que la separa de los asalariados. Tampoco va a reducir los beneficios de la Seguridad Social ni del seguro médico. Del mismo modo, el sucesor de Obama prometió repetidamente revisar y reformular el seguro médico obligatorio para personas carenciadas (“Obamacare”), pero sin precisar su propuesta. Para no perder imagen, quizás sólo lo convierta en optativo, aunque así deje sin resolver los enormes problemas del sistema público de salud.
Aunque las expresiones del candidato sobre la política medioambiental han sido horrorosas, es pensable que el presidente pronto encuentre el negocio detrás del giro ecológico.
Sin embargo, cada una de estas iniciativas chocará con intereses en el Congreso, con los medios liberales y conservadores, con una Corte mayoritariamente liberal y con el alza de las tasas de interés que la Reserva Federal impondrá para controlar la inflación. El presidente Trump puede ceder a las presiones para mantener la gobernabilidad, pero, si es fiel a sí mismo, movilizará el apoyo popular e irá al choque, produciendo una mezcla rara de Napoleón pelirrojo con Franklin D. Roosevelt reaccionario.