Naturalmente que a pocos días de despedir un año tan particular para los argentinos, el balance es la forma natural de pensar el año que empieza. Qué hicimos y qué nos falta hacer, o qué hicimos bien o qué nos falta mejorar. Esto se puede trasladar a todas las actividades: la familiar, el trabajo, los estudios, los gobiernos, y también nosotros como medio alternativo que trata de aportar un granito de arena a la construcción de lo colectivo.
En particular me gustaría trazar un balance de este primer año del gobierno de CFK, sobre todo porque quien escribe estas líneas se siente identificado con él y con el que lo antecedió. Si tuviéramos que darle un nombre al 2008, diría que fue el año de la discusión por la justa distribución de la riqueza, algo que estaba olvidado hacía muchas décadas. Sin dudas, ese fue el hito del año que se fue, más allá de los errores propios y que fueron muchos, en especial en el gobierno.
De esta puja se tiñó todo el resto. Fue una marca a fuego. A partir de esa disputa hubo emblocamientos, toma de posiciones de dirigentes, diputados, senadores y hasta del vicepresidente, quien descubrió que esta discusión central podía esperar un tiempo mejor. Y de paso despegar, con un grado de oportunismo que ni las repúblicas más bananeras se lo permitirían. Así podríamos describir miles de agachadas, más propias de una banda facinerosos que de un sistema republicano. También, como siempre, hubo honrosas excepciones. En lo colectivo, Carta Abierta, una experiencia compleja e innovadora que aun no encontró su techo. En lo individual, actitudes como la del periodista Orlando Barone, que fue más allá de las palabras y renunció a su trabajo en el diario de los Mitre, para ser coherente con lo que le pasaba y sentía. Coherencia, justamente eso que le hace falta a toda nuestra clase dirigente.
Pegadito a este balance, si se me permite, se me ocurre que a este gobierno para el 2009 le harían falta tres cosas importantes. Seguramente habrán muchas más, pero me quedo con estas tres que desearía ver realizadas al final de este año.
Primero, no tiene que haber excusas para erradicar definitivamente el hambre, que hay todavía y mucho, y nos pega todos los días en la cara (sin ir más lejos, a horas de terminar el año, en pleno barrio de Boedo, toda una familia cartoneando, el hombre con su mujer y los pibes, con claras señales de no comer bien, timbreando pidiendo comida para la noche, es una postal que el próximo 31 espero no volver a presenciar). Al decir de mi amigo Pablo Llonto, este gobierno tiene que hacer más peronismo y dejarse de joder con la clase media.
Lo segundo y también central, es la reforma política, para poder canalizar lo que trajo de positivo la discusión de este año. El gobierno tomó debida nota de que, cuando los dueños de los campos y sus socios, los multimedios, lo tenían acorralado, la debilidad de la organización política fue notoria y casi fatal.
Tercero, nuestra mal llamada ley de radiodifusión es otra afrenta a nuestra joven democracia. Todos se rasgan las vestiduras cuando se menciona esta deuda con la democracia: pues bien, es hora de que todos se pongan en el Congreso a trabajar para tener una ley de medios que esté a la altura del siglo XXI, y no continuar con una legislación propia de republiquetas del siglo XX.
Finalmente, nosotros, como medio alternativo, trataremos de cumplir nuestro rol y tratar de tener la mayor coherencia posible.
Esos son mis deseos para el 2009, que ojalá sea el año de la coherencia.