Por Causa Popular.- “Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizá te envidio, querida mía”. Así se despidió Rodolfo Walsh de su hija Vicki, oficial 2° de la Organización Montoneros, al enterarse de su muerte, luego de un combate con el Ejército Argentino el 29 de setiembre de 1976. Sus palabras parecían querer interpretar su propio destino. El 24 de marzo de 1977 Walsh terminó de redactar la última copia de la Carta Abierta a la Junta Militar “sin esperanzas de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”, fueron las últimas palabras que escribiría antes de su muerte. Al mediodía del día siguiente sería asesinado por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), lugar en el que su cuerpo fue visto por última vez. Veintiocho años después, el juez federal Sergio Torres ordenó la captura de doce ex represores acusados por su secuestro y desaparición.
El pasado miércoles 26 de octubre el juez federal Sergio Torres ordenó la captura de doce ex represores de la última dictadura acusados por el secuestro y desaparición del escritor y periodista Rodolfo Walsh. La lista de ex militares imputados está encabezada por el marino Juan Carlos Rolón, quien recientemente fue excarcelado por un tribunal de apelaciones también en el marco de una causa vinculada a violaciones a los derechos humanos.
La lista de acusados se completa con Julio César Coronel, Enrique Yon, Roberto Oscar González, Ernesto Frimon Weber, Pedro Osvaldo Salvia, Juan Carlos Fotea, Juan Carlos Linarez, Gonzalo Sánchez, Roberto Naya, Carlos Orlando Generoso y Héctor Antonio Febres, este último ya detenido por el robo de los bebés de los militantes desaparecidos. Torres reclamó además, una nueva detención del marino Jorge Vildoza, prófugo de la justicia desde hace unos 15 años.
La causa por el secuestro de Rodolfo Walsh es un desprendimiento de la megainvestigación por las violaciones a los derechos humanos en el marco de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
En el expediente por la desaparición y presunción de asesinato de Walsh están imputados también Alfredo Astiz, Jorge “Tigre” Acosta y Jorge Rádice, todos detenidos con anterioridad por disposición del mismo juez.
La llamada megacausa ESMA fue dividida por el juez en varias partes. Una de ellas, que estaba avanzada en el momento en que se cerró el caso por las leyes de punto final y obediencia debida fue enviada a juicio oral, pero se trabó en la Cámara de Casación.
Luego, el juez investigó por separado los secuestros de las Madres de Plaza de Mayo, Familiares de Desaparecidos y las monjas francesas en la Iglesia de Santa Cruz, la apropiación de bienes de detenidos y el secuestro de Rodolfo Walsh, de donde se desprendieron las 12 detenciones ordenadas el pasado miércoles.
La parte más voluminosa del expediente de esta megacausa fue impulsada por el fiscal federal Eduardo Taiano el último jueves, un día después del pedido de detención de los presuntos secuestradores de Walsh. Taiano concretó luego de más de un año de trabajo el pedido para que se detenga a 295 represores que actuaron en la ESMA durante la última dictadura y solicitó medidas de prueba para identificar a quienes aparecen en los testimonios de los sobrevivientes a través del alias que usaban en el centro clandestino de detención.
“Deberá investigarse si los nombrados organizaron, planearon o ejecutaron las privaciones ilegales de la libertad, las torturas, el sometimiento a condiciones inhumanas de vida, la muerte, el robo, la apropiación extorsiva o fraudulenta de bienes, la apropiación de niños y si intervinieron en la decisión de los ‘traslados’ -es decir, la desaparición de los secuestrados-”, señaló a la prensa el funcionario.
El cuerpo de Walsh nunca fue recuperado por sus familiares y, según algunos relatos, habría sido incinerado. Walsh fue autor de numerosas obras como “Operación Masacre”, sobre el fusilamiento de civiles el 9 de junio 1956 en el basural de José León Suarez a manos de la llamada “Revolución Libertadora, y “¿Quién mató a Rosendo?”, una investigación periodística con la que denunció a los autores del asesinato del sindicalista metalúrgico Rosendo García.
No pocos son los críticos literarios que ubican a Walsh entre los mejores escritores que ha dado nuestro país para la lengua castellana, aunque nunca será ubicado en ese lugar por quienes escriben la historia oficial. Rodolfo Walsh estaría orgulloso de esto. El panteón de la literatura no se ensucia con la política, menos aún si su palabra es considerada subversiva.
Rodolfo Walsh fue un escritor condenado a la lucha revolucionaria luego de descubrir que además de sus “perplejidades íntimas existía un amenazante mundo exterior”. Así lo describe Horacio Verbitsky: “Su razón y su pasión lo condujeron a declarar dudas y desatar dificultades, que fueron más complejas que las de aquellos relatos policiales -refiriéndose a los cuentos anteriores a Operación Masacre-, escritos dentro de un contexto en que la cultura era un juego, una distracción y un enmascaramiento.
Con los años y las experiencias, su especulación intelectual se fue tornando impura, contaminada por la gente, que le daba origen y objeto”
Pero no es necesario recurrir a palabras ajenas para encontrar la verdadera esencia de un revolucionario como Rodolfo Walsh. En las líneas finales de la “Carta a mis Amigos”, en la que relata la muerte de su hija, él mismo se encarga de hacerlo:
“En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota de lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan.
Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella: vivió para otros, y esos otros son millones.”