Tráfico de drogas desde Ezeiza a Barajas, los vientos blancos del sur

Por Nicanor Liberti, especial para Causa Popular.- La aparición de cuatro valijas girando sin dueño en la cinta de equipajes del aeropuerto madrileño de Barajas, y especialmente su contenido -60 kilos de cocaína- es como Saturno: para todos un misterio, rodeado de varios anillos también misteriosos. Mientras tanto la vorágine ya provocó el reemplazo del jefe de la Fuerza Aérea, la intervención de la Policía Aeronáutica Nacional, la remoción del jefe del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, comodoro Alberto Beltrame, la detención de su hijo Walter luego de que se entregara tras haber permanecido prófugo y el encarcelamiento Fernando Arriete, el ex gerente comercial de Southern Winds (SW), la aerolínea que llevó las valijas desde Buenos Aires a Madrid. Pero todo parece indicar que sólo es el comienzo de una delgada línea blanca.

Y entre tantas circunferencias girando en torno a un cargamento de droga, los anillos se entrelazan. Círculos de poder, círculos del narcotráfico, cuentas políticas sin saldar que cuestan cifras de muchos ceros – círculos al fin -, círculos diplomáticos, y seguramente esos laberintos circulares en los que se pierden las huellas de los hombres y las mujeres dedicados a la Inteligencia.

La primera pregunta que surge ante un hecho semejante es: si la salida de Ezeiza de ese cargamento de cocaína estaba garantizado por influencias enormes en el aeropuerto argentino… ¿quién y cómo habría de garantizar el ingreso de la mercadería a España?

Sólo de dos maneras posibles: con la participación de cómplices de enorme poder en Barajas -o más aún, en toda España-, o mediante acuerdos entre países cuya vigencia garantiza el ingreso de valijas repletas de vaya a saber qué, sin control alguno. En síntesis, valijas diplomáticas, oficiales o extra oficiales.

La primera suposición es la de menor envergadura, aunque algunos detalles permiten inferir que cinco meses después del hallazgo de la droga -fue encontrada en setiembre de 2004- y hasta ayer (en base a despachos de la agencia EFE y de la corresponsalía del diario El Mundo) no hubo la más mínima noticia sobre el asunto, ni en círculos políticos, ni en círculos periodísticos de Madrid. De hecho, aún cuando la noticia apareció por segunda vez en las tapas de los principales diarios argentinos, sus pares españoles no le han dedicado una sola línea a un tema que después de todo tiene que ver con el ingreso de drogas a España.

No solamente eso: el transporte de esa droga se hizo a bordo de una aeronave perteneciente a una compañía en la que el Estado argentino tiene intereses económicos. La administración Kirchner otorgó un subsidio a SW que le garantiza a esa aerolínea privada solventar todos sus gastos de combustible anuales y una gran parte de sus operaciones, a través de los 69 millones de pesos por año otorgados por el gobierno a LAFSA, una marca estatal sin empleados, sin activos, sin aviones y sin servicios -pero eso sí, con rutas aéreas otorgadas por el propio gobierno argentino-, creada, según se dijo, para absorber el impacto de los cierres de las empresas Lapa y Dinar (el subsidio fue el año pasado de 90 millones de pesos, por lo que se publicitó su disminución a 69 millones… pero no se aclaró que además, el Estado se hizo cargo del combustible, con lo cual en realidad aumento a 106 millones).

La alianza SW-Federales es la manera en que SW dejó hace mucho tiempo de pagar sus propios gastos.

Estos datos deberían como mínimo haber alertado a los principales medios españoles, pero al parecer el secreto fue guardado bajo siete llaves por el gobierno encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero. Es que no es usual que una noticia semejante -tráfico de drogas por parte de empleados jerárquicos de una aerolínea argentina subvencionada por el Estado, con destino manifiesto, aunque no necesariamente real, a la sede diplomática de la República Argentina en Madrid, con un oficial superior de la Fuerza Aérea Argentina y jefe del aeropuerto internacional de Ezeiza, el brigadier Beltrame, en el medio, entrando a territorio español por las buenas, vía legal, o por las malas, vía ilegal- no se filtre ni siquiera en parte a los medios de prensa, en un país tan liberal como para destrozar pública y mediáticamente la versión oficial del gobierno de José María Aznar cuando acusó a la ETA del ataque fundamentalista de la estación de Atocha.

Sin embargo no fue así, y recién dos días después de la aparición de la noticia en las páginas de La Nación, la velocidad de las agencias puso al descubierto los 60 kilos de cocaína que llegaron huérfanos a España.

El gerente de ventas de SW, Fernando Arriete, y el responsable de tráfico, Claudio Baudino, están detenidos. Otro empleado de SW, Walter Beltrame, y además hijo del comodoro Alberto Beltrame, hasta hace unas horas, jefe del aeropuerto de Ezeiza, , -de donde partieron las valijas a bordo de un avión de la empresa aérea propiedad de Juan Maggio- está prófugo.

Las valijas estaban rotuladas con el título “Embajada Argentina en Madrid”, pero nadie de esa dependencia diplomática se presentó a retirarlas. Allí radica el primer misterio.

Según consignan los medios, fue un llamado telefónico de un empleado de SW -al que no se identificó- el que avisó que nadie iría a Barajas a retirar las cuatro valijas que contenían 60 kilos de cocaína, es decir, 15 kilos cada una, que es el peso que autoriza sin cargo SW como equipaje para los viajeros de larga distancia… aunque en este caso no hubiera viajeros.

La hipótesis más fuerte es la segunda planteada de las antes planteadas: que las valijas debían ser entregadas en la pista a alguien que necesitaba quien le abriera la puerta de Barajas, para entrar con las manos vacías y salir con el baúl lleno.

Ese dueño de la llave mágica en el camino de la droga podría ser una persona que actuara como delincuente o como funcionario, según el papel que le tocara en cada momento. O bien ambas cosas a la vez, paralelamente, con alguna bendición encumbrada.

En cualquier caso, no se trata de una operación exclusivamente criolla. Algún hijo de la madre patria, noble o de a pie, está metido hasta el cuello en esa olla destapada quizás sin querer. He allí otro misterio circular: ¿qué es más misterioso, la identidad de este personaje español y la de sus mandantes si es que los hay, o el hecho de que el diablo haya metido la cola, y en una impecable operación de contrainteligencia, alguien haya decidido dejar al descubierto este negocio?.

Ambas hipótesis son posibles. En las dos hay uno o más españoles involucrados. El siguiente misterio radica en las razones -siempre y cuando no haya sido una simple casualidad- que llevaron a los operadores de esta trama, a ventilar un asunto tan bien guardado hasta ahora.

¿Cuentas políticas sin saldar, deudas sin pagar, intereses empresarios, intereses de Estado que muchas veces se mezclan con los anteriores? Más y más anillos, círculos viciosos, rodean a esas pobres cuatro valijas de las que nadie quiso hacerse cargo pero que algunos maldicen haber perdido.

Por lo pronto, conviene tener en cuenta que SW parece capacitar aspirantes a funcionarios públicos. La grilla original de funcionarios que el Secretario de Turismo de la Nación, el pingüino Enrique Meyer, habría armado para desarrollar su gestión estaría integrada por una plana mayor de 4 hombres, todos ellos, de antigua relación o pertenencia a SW.

En los últimos meses, ese noviazgo entre una dependencia estatal y una empresa aérea privada se transformó en concubinato: la buena de SW se habría mudado a Suipacha 1111, edificio donde funciona la Secretaría de Turismo.

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