Torres: «Iré hasta donde el pueblo quiera que vaya»

Por Jorge Devincenzi, especial para Causa Popular.-La semana anterior, Causa Popular recordó el asesinato en Buenos Aires del exilado general boliviano Juan José Torres, el 3 de junio de 1976, un hecho que pasó desapercibido en aquellos días. Presidente durante un corto período, Torres marcó parte del camino que hoy transita Evo Morales.

A vuelo de pájaro, la historia de Bolivia guarda cierta dramática similitud con la de la Argentina en las tres últimas décadas del siglo XX.

El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) había dejado alguna impronta en la sociedad boliviana durante el período 1952-1956: el voto universal, la creación de algunas empresas públicas y una reforma agraria que acabó con muchos latifundios improductivos.

Desalojado por la fuerza el MNR, se inicia un largo período de inestabilidad con dictaduras militares que tuvieron el apoyo desembozado (Barrientos y Banzer) o encubierto (García Meza) de los EEUU y en este último caso, con la complicidad de la dictadura argentina desde cuya embajada se planificó el golpe contra Lidia Gueiler, la presidente constitucional perteneciente al sector de Lechín, que se había separado del MNR por izquierda.

En 1983 retorna la democracia, pero la política económica sigue el mismo rumbo incierto de ajuste constante, con una inflación del 27000% anual en 1985, mientras varias devaluaciones evaporan el poder de la moneda con gobiernos escasamente representativos.

En los 90 se imponen las recetas neoliberales gracias a un giro de 180° del mismo MNR a cuyo frente sigue su fundador, Víctor Paz Estenssoro. Esto permite que en 1993 asuma el empresario minero Sánchez de Lozada, un personaje que hablaba castellano con dificultad, y que retrotrae la situación del país a lo que era antes de 1952.

Dentro de ese proceso de desarticulación, el sector nacional de las fuerzas armadas bolivianas tuvo una sola oportunidad (10 meses apenas) con el gobierno del general Juan José Torres en 1970, que sucedió a la experiencia inconclusa de Ovando Candia.

Los antecedentes

Al final de la segunda guerra, el poder tradicional de Bolivia (la “rosca”) en alianza con el comunismo boliviano, había derrocado al gobierno de Villarroel, a quien sindicaban como “nazi y fascista” (según la acusación del Libro Azul que publicó Spruille Braden, secretario de Asuntos Latinoamericanos en Washington, idéntico a otro libelo del mismo nombre contra Perón) por intentar oponerse al poder de EEUU, que manejaba a voluntad el mercado del estaño.

Villarroel (cuyo ministro de Hacienda era Paz Estenssoro) había propiciado la sindicalización, aumentado en un 20% los sueldos mineros, decretado el fuero sindical y legalizado la indemnización obligatoria. Esa -y no su eventual simpatía por el Eje- fue la poderosa razón por la que sería sacado a rastras del Palacio Quemado y ahorcado en la plaza pública con dos de sus colaboradores.

Unos años antes (1941) se había creado el MNR, un partido que comienza a ganar apoyo entre los mineros y en algunos sectores de las fuerzas armadas, sobre todo veteranos de la Guerra del Chaco (1932-35), por su prédica indigenista, de reivindicación nacional y estatización de los recursos.

En 1947, un congreso sindical aprueba el Programa de Pulacayo que exige la nacionalización de las minas, escala móvil de salarios y horas de trabajo, formación de una Central Obrera única, reforma agraria y organización de milicias armadas.

Las dirigencia sindical boliviana, muy ideologizada (sobre todo trotskista), tenía poca relación con los políticos y con los sectores de las fuerzas armadas que habían percibido el verdadero carácter de la guerra que los había enfrentado con Paraguay.

Aunque los sindicalistas eran por principio anti-sistema, no dudaron en aceptar cargos en el gobierno de Estenssoro: Juan Lechin fue nombrado Ministro de Minas y Petróleo.

En las elecciones de 1951, el MNR ganó por escaso margen a una alianza de partidos del régimen, en una época en que sólo votaban los escolarizados con renta. Desoyendo el veredicto de las urnas, el general Ballivián tomó el gobierno.

El MNR, ante el fracaso de la vía electoral, se dedicó a organizar un golpe. La insurrección resultante duró una semana. Al tercer día bajaron a La Paz los mineros de Catavi, Siglo XX, Llallagua, con sus cartuchos de dinamita, y el poder cedió.

Hubo unos 3000 muertos del lado de los trabajadores, y en 1952, Paz Estenssoro accedió al gobierno. Ese mismo año se creó la COB, Central Obrera Boliviana.

Paz Estenssoro

En octubre del 52, la central sindical anunció “el estado de movilización bajo el control de las milicias sindicales armadas, hasta que el gobierno decrete la ejecución del plan de nacionalización de las minas”.

Desde entonces, las milicias sindicales se convirtieron en un factor que podía desestabilizar al sistema, pero su poder sería insuficiente para desempatar.

Aunque se había creado la Corporación Minera de Bolivia con el aparente fin de estatizar las minas, el gobierno dudaba. Se discutía si debían ser indemnizadas. La COB decía que no; los políticos, que era peligroso no hacerlo. Al final, los “barones de estaño” recibieron 22 millones de dólares de esa época y las minas se estatizaron.

EEUU contraatacó con un “plan de ayuda”. Entre 1953 y 1959, esa “ayuda” alcanzó los 124 millones de dólares, pero la dependencia boliviana no cambió; se mantuvo estable la moneda mientras el 93,2% de la exportación seguían siendo los minerales en bruto.

Kennedy aplaudiría a Estenssoro, definiéndolo como el más digno impulsor de la Alianza para el Progreso en América.

En 1958, el precio internacional del estaño cayó a la mitad. La “ayuda” no compensó la caída, pero ahora además Bolivia estaba endeudada. Como EEUU controlaba las reservas internacionales del metal, financió los préstamos con las ganancias producidas con esa disminución de precios.

Se hizo una reforma agraria que alentó el minifundio y las economías de subsistencia.

Entre 1952 y 1964, el producto bruto de la agricultura apenas se había incrementado de 131.1 a 149.6 millones de dólares; la minería estatizada había bajado de 58.3 a 43.0, porque el uso del estaño estaba siendo reemplazado; la industria había pasado de 49.0 a 54.6.

Había aumentado fuertemente el petróleo, que pasó de 2.1 a 14.8; la banca y el comercio, de 48.5 a 54.1 y otros servicios, de 34.3 a 47.5.

El producto bruto interno total había pasado de 387.8 a 448.6 millones de dólares, pero ese aumento no se apreciaba en el PBI per cápita, que de 122.0 en 1954 había descendido a 106.2 al fin del período, con un piso de 96.0 en 1957.

Reacción a pesar de todo

En 1964, el general Barrientos, vicepresidente y educado en EEUU, derroca a Paz Estenssoro y de inmediato reduce los sueldos un 40%, interviene los sindicatos y miles de trabajadores quedan cesantes.

Barrientos obtuvo el apoyo de las conducciones de los sindicatos de agricultores. Pero también otorgó grandes concesiones al capital foráneo, arrendó la mina Matilde a la U.S. Steel Corp., y estableció un muy liberal Código de Minería. La reacción de los mineros no se hizo esperar, y fue duramente reprimida: 1000 trabajadores muertos en la mina Siglo XX.

En 1967 fue desarticulado el foco guerrillero comandado por el Che Guevara, quien cayó a raíz de una delación del comunismo pro soviético y con amplia participación de boinas verdes de EEUU.

Un año mas tarde asumía el general Velasco Alvarado en Perú, una experiencia que debe haber sido observada con atención por las muy politizadas fuerzas armadas bolivianas.

Velasco legalizó la participación obrera en las empresas (co-gestión); decidió el control estatal de comunicaciones, TV; la refinación y comercialización de petróleo, y tenencia de divisas; nacionalizó la producción de harina de pescado, café y bancos extranjeros; redujo el poder de la Cerro de Pasco Corp. declarando que asumiría el control sobre la refinación y comercialización de metales, etc.

Entra y sale Torres

Barrientos murió en un extraño accidente de aviación y lo sucede en 1969 el general Alfredo Ovando Candia, apoyado por una junta militar que integraba, entre otros, el general Juan José Torres, quien en 1953, con el grado de mayor, se había hecho cargo de la célula militar del MNR.

En 1969, como comandante en jefe de las fuerzas armadas, participa en una reunión de la Junta Interamericana de Defensa donde hace un encendido discurso anti-imperialista.

Ovando intentó un programa nacionalista, retirar a las tropas norteamericanas que habían llegado para perseguir al Che, y hay quienes le atribuyen la autoría de la desaparición de Barrientos.

Uno de los primeros actos de Ovando fue nacionalizar la petrolera norteamericana Bolivian Gulf Oil: Torres, recién nombrado comandante en jefe del ejército, ocupó personalmente la planta con sus tropas el 17 de octubre en un clima de exaltación popular.

Veinticuatro horas después el gobierno estaba dividido entre los partidarios de indemnizarla (como el socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz, ministro de Minas y Petróleo, que sería asesinado en 1980) y quienes creían lo contrario. Ganó la primera postura, lo que generó una inmediata reacción popular, división en las fuerzas armadas y presión de sus elementos más reaccionarios. Torres fue relevado y los sindicatos obreros declararon que todo era una patraña armada para que nada cambiara. El relevo de Torres no le impidió participar en la Conferencia de Países No Alineados que se realiza en setiembre de 1970 en Lusaka, Zambia. Y en octubre, al conocerse la inminencia de un golpe, se presenta ante Ovando para brindarle su apoyo.

Conceptos

En enero de 1970, Torres sostuvo públicamente: “Hay que distinguir qué es el Ejército de una nación colonizadora y qué el de un país semicolonial. El país colonizador está gobernado por una poderosa clase dominante, como la burguesía industrial-financiera. En los países semicoloniales no existe esa clase: ni el proletariado, ni los campesinos, ni las clases medias, ni la burguesía tienen capacidad para defender al país de la explotación imperialista. Sólo los ejércitos disponen de la organicidad y la fuerza, y es a la fuerza armada a quien corresponde la defensa de la soberanía interior, el resguardo de las riquezas naturales y el orden que proteja a la economía de los bolivianos”.

El ejército estaba enfrentado en dos bandos: por un lado, los seguidores de Barrientos encabezados por el general Miranda, opuestos a la nacionalización del petróleo, y por otro una junta integrada por Albarracín, Sattori y Guachalla, con apoyo de la mayor parte de las guarniciones, que propiciaban la nacionalización del subsuelo boliviano.

En los primeros días del octubre, Miranda y Ovando se enfrentan en el Palacio Quemado, armas en mano. El segundo decide renunciar para evitar “derramamientos de sangre”. Mientras esto sucedía, Torres recorría los barrios llamando a la resistencia.

Una primavera de 10 meses

Miranda, nuevo comandante en jefe, tomó el poder pero fue inmediatamente destituido. Torres se dirigió hacia la base aérea de El Alto, donde se hizo fuerte. Mientras los sindicatos dudaban, una gran movilización popular apoyó la sublevación mediante una huelga general. En el cuartel, Torres es proclamado presidente y baja a La Paz seguido por miles de personas.

Jorge Gallardo Lozada, ministro de Interior, describe el suceso: “La multitud rompió en fuertes aplausos al advertir nuestra presencia, que se prolongaron hasta que llegamos a la puerta principal”. Torres dijo a los reunidos frente al Palacio Quemado que “si él los empezaba a traicionar, deberían echarlo”.

El presidente ofrece a la COB un lugar en el gabinete, pero ésta acepta con condiciones a través de su Comando Político conformado por el PC pro soviético, el POR trotskista y la democracia cristiana.

Las primeras medidas fueron recomponer el salario, limitar los sueldos de los funcionarios estatales y una reestructuración de las fuerzas armadas más generosa de lo aconsejable, porque Torres sólo controlaba parte de la Fuerza Aérea. Luego se libera a Regis Debray, preso en Camiri, mediante un operativo comando ya que el grueso del ejército se oponía a una amnistía.

Dos meses después, el coronel Banzer, desde el Colegio Militar, amenaza al gobierno. Torres responde que entregará armas al pueblo y dio de baja al insurrecto.

Lechin y la COB, lejos de apoyarlo, llaman a la “insurrección popular” y aparece un nuevo foco guerrillero. Torres, entretanto, recorre los grandes centros mineros -Huanuni, Catavi, Siglo XX- y recibe el apoyo popular. Relata Gallardo Lozada: “en la gigantesca concentración del 12 de enero, el presidente dijo: yo iré hasta donde mi pueblo quiera que vaya”.

A continuación, el gobierno dispuso dejar sin efecto la concesión de la minera IMPC y anuló el contrato de las minas del grupo Matilde de la Mineral Chemicals Phillips Corp., que pasaron a la estatal COMINBOL. También firmó contratos económicos con Polonia, Checoslovaquia y la URSS, reconoció a China y anunció que haría lo mismo con el cercado gobierno de Cuba, medidas que en esos años eran inconcebibles para los EEUU.

El gobierno propició la organización de una Asamblea Popular que, mediante la democracia directa, representara más acabadamente a los sectores populares ante la partidocracia. Pero los dirigentes sindicales se paralizaron en discusiones teóricas sobre “el rol del partido”, “el carácter clasista del gobierno” y las “vías para tomar el poder”.

El sindicalista Lora, de la conducción de la COB y trotskista, llamó a derrocarlo “porque es el último obstáculo que se opone al ascenso de la clase trabajadora al poder total”.

Y el rápido final

El 19 de agosto la reacción se puso en marcha. Mientras Banzer era detenido por el gobierno, la derechista Falange Socialista organizó desmanes: se atacó a la Universidad, la sede de la COB y varias radios. El coronel Selich, jefe de los rangers que habían cazado al Che Guevara, se puso al frente de la revuelta y ocupó La Paz. Veinte estudiantes detenidos por la Falange son fusilados.

Torres decide entonces armar a los trabajadores y en una gran manifestación de apoyo al gobierno, Lechin es abucheado: las armas, en lugar de ser entregadas a los trabajadores, habían caído en manos de los francotiradores rebeldes que tirotearon a la multitud.

Los rebeldes Selich y Reque Terán tenían su cuartel en Miraflores, que fue atacado por la multitud. Después de horas de combate, los civiles habían logrado tomar brevemente un cerro cercano a la base rebelde, pero fueron desalojados por aviones de la fuerza aérea que se había plegado al golpe.

Luego, blindados del regimiento Tarapacá entran en La Paz sin encontrar resistencia. Los civiles que habían acudido en defensa del gobierno vagaban por las calles sin saber qué hacer.

Al llegar a Lima, donde se exilió, el general Torres declaró: “La revolución boliviana se ha interrumpido, pero no está derrotada”.

Sus anfitriones durarían cuatro años en el poder. En 1975, Velasco Alvarado fue derrocado por Morales Bermúdez, y Torres debió salir precipitadamente de Perú.

Viajó hacia la Argentina, donde sería asesinado unos meses después.

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