Hay dos cosas en las que los norteamericanos son imbatibles: la comedia musical y los westerns. Previsible, pero no menos valedero. En la primera categoría prefiero All That Jazz, una cinta de 1979 dirigida por Bob Fosse con Roy Schneider y Jessica Lange, así como en la segunda para mí brilla The Horse Soldiers, de John Ford con John Wayne y William Holden. Ahora quizás puedan ir por la tercera estrella en el rubro elecciones por televisión. Es lo que puedo decir ahora cuando sigo por Fox News este Election Day, que también fue un tema de Duran Duran en los ochenta. El pop sucio y barato jamás pasa de moda.
Este verdadero late night show tiene un panel de cuatro hombres y tres mujeres, cuyo bastonero principal parece ser ese Capitán Black de nuestras series infantiles setentosas, aquel eterno enemigo del Capitán Escarlata tan muñeco como ellos. Debe ser peligroso ponerse tanta cantidad de productos indeterminados en el cabello oscuro como ese hombre, que tampoco combina demasiado con el tono matizado de la cama solar. Los ojitos parecen chiquititos, diminutos. Otro Ken de Barbie baila ante un televisor plano de esos más bien gigantescos, donde aparece el estado de la Unión, hasta por condados, que son presentados de modo sucesivo por este periodista que tiene dedos de prestidigitador. En el zócalo leemos el mantra repetido y cambiante de los candidatos, los porcentajes computados, los resultados. En la mesa en forma de media luna también luce un consultor más anciano, otro más joven y otro más experto. Las presentadoras parecen salidas de El joven manos de tijera, atildadas en correcta vestimenta de tonalidades pastel. Hasta podemos oler el perfume de las prolijas casas suburbanas, prósperas. Ellas ostentan pestañas postizas que arañan la pantalla con estilo, y esos raros peinados viejos. Ni una hebra de cabello que haya escapado al planchado seguro (¿alguien dijo Hairspray?).
Todos desarrollan una posición pro-Trump con mediana alegría, en planos convencionales, a veces con argumentos. Muy profesional. Todo cambia cuando vienen los “Election Alert” que procederán a espoilear los resultados que llegan con precisión cronométrica. Ahí sí, la pantalla es una mezcla de Top Gun con efectos especiales de Star Wars, barras y estrellas zarandeadas de aquí para allá, animaciones y previsiones. Sólo falta la voz radial que brame de vez en cuando “¡¡¡cinco mesas escrutadas en Wolfe County!!!”, tan característico de nuestras noches electorales en radios sin dobleces. Pero no habrá tal calidez, y es justo desde el sur de Kentucky que el mapa comienza a teñirse de rojo republicano. ¿Resistirá la “pared azul” demócrata, que son esa hilera de Estados cerca de los Grandes Lagos que van de Wisconsin a Nueva York previo paso por Ohio, Michigan y Pensilvania? ¿Dónde está John Wayne cuando se lo necesita? Es para Kamala Harris que pregunta.
Una velada electoral por Fox News le hubiese ahorrado a Alexis de Tocqueville ese año que pasó en Estados Unidos entre 1831-1832, en prolijo estudio del sistema carcelario norteamericano, para tranquilizar la angustia que tuvo el buen Alexis frente a costumbres democráticas, cuyos ciudadanos le parecieron demasiado pasionales sobre el tema de la igualdad (y eso que en esa época había esclavitud).
Tenemos propagandas. Sobre Jesús que será el verdadero mandatario de la Unión, si es que rezamos; sobre la nueva serie de Scorsese sobre la vida de algunos santos, una hagiografía en la que identifiqué a San Sebastián –bastó seguir las flechas— y Santa Juana de Arco, pues no hay humo sin fuego; parece que existe un “llame-ya” sobre salud, que además es gratis (supongo que el “llame-ya”, no la salud) sin olvidar la oportunidad de comprar parrillas sin humo o elegir el mejor plan de retiro para visitar a los nietos, así será posible alimentar a las mascotas con los sabores deliciosos que prefieren. Las mascotas, no los abuelos ni los nietos. No piense mal. Para eso está Fox News.
Una de las características del discurso de los presentadores de Fox News, ya que hay que llamarlo de alguna manera, es la naturalización permanente de la cuestión social. Las mujeres existen como un problema de género, los jóvenes son un problema generacional, los afroamericanos son un problema racial y los latinos son un problema. Construyen esos agregados de población con la habilidad de no cruzarlos jamás con el nivel de ingresos. ¿Piensan las mujeres de clase alta como las mujeres de clase obrera? ¿Todos los jóvenes piensan igual, sin contar la marginalidad, las deudas estudiantiles o la plata de papá? ¿Acaso piensan los afroamericanos de manera independiente del salario que reciben? ¿Piensan los latinos? No parecen existir las clases sociales en Estados Unidos. Supongo que debe ser lo mismo en otros canales. Pero Fox News está en HD y ya les cacé el acento.
Como mucho podemos distinguir entre el voto de las ciudades, de los suburbios, de la ruralidad, y hacer una comparación histórica con la última elección presidencial, que nos indicara no sólo los resultados condado por condado (sin la cantidad de habitantes de esa comarca sobre el total del Estado). Creo que era Alain Lancelot, uno de los Padres Fundadores del Instituto de Ciencias Políticas de París, quien señalaba en los años sesenta que la diferencia entre la sociología electoral francesa y la norteamericana es que a orillas del Sena estudian los problemas de fondo, aunque de manera muy superficial, mientras que a orillas del Potomac estudian a fondo asuntos sin importancia.
Como ya recé al Buen Jesús, me aboné a la serie de Scorsese, compré una parrilla sin humo (modelo sin carne para Argentina), me curé en salud por teléfono y me comí la sabrosa comida de las mascotas (ya que no tengo más abuelos ni todavía tengo nietos), decidí hacer un poco de zapping y me fui a ver qué dice la Jornada de México. Falta un rato para que caigan los datos de los próximos Estados de ánimo.
Sin ningún tapujo aunque con pruebas al canto, estos mexicanos sostienen que el costo de la elección presidencial Harris-Trump ascendió a 5,5 miles de millones de dólares, así como los gastos de las elecciones legislativas federales ascienden a 10 mil millones. Todo gracias a una decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de 2010, que anuló los límites a las contribuciones de ricos y grandes empresas a las campañas electorales de candidato seleccionado, habida cuenta que consideraron tal financiamiento como una característica más de la libertad de expresión. ¿Money talks? Ahora también vota. Y decide. “Menos gobierno en los negocios, más negocios en el gobierno”: el lema de la Cámara de Comercio de Estados Unidos brilla en el firmamento, como la cara de Donald Trump que avanza seguro en el conteo de grandes electores.
Es el momento de Mark Penn, el comunicador político experto. Trabajó para Bill Clinton, Tony Blair, Bill Gates y Hillary Clinton entre otros. Ahora ese tiburón de aguas profundas predica y practica el trumpismo presentable. Y es el único que habla en términos de clases sociales: “es la clase obrera y la Norteamérica media las que mandan en nuestro país”; “la dirigencia demócrata de la Costa Este como de la Costa Oeste se han desligado de los problemas norteamericanos”; “Donald Trump ganó porque supo hablarle a la clase obrera estadounidense que fue ignorada por la agenda demócrata”; “las prioridades de los electores no coinciden con las propuestas del parido demócrata”. La política tiene horror del vacío. Y es así como Mark Penn recalca que Trump habló de la industria automotriz en Michigan, del fracking en Pennsylvania, de la inmigración en Arizona. Sin tener un plan global (lo que en Argentina los peronistas llamamos un Proyecto Nacional) supo decirle a cada uno lo que quería escuchar. Trump supo construir –lo decimos nosotros— enemigos que por imaginarios no dejaron de ser operativos: los inmigrantes culpables del alza de precios, los comunistas que atacan a Cristo, la desprotección de las fronteras que promete militarizar. Kamala tenía adversarios, y encima difusos. Trump obligó a los demócratas a responder a la agenda que él impuso, y dejó los argumentos de Harris en la anécdota. Los buenos resultados de la economía durante Biden no respondieron a las expectativas. ¿Es la identidad, estúpido? Y John Wayne sigue sin aparecer. Ya no lo hará. “La victoria de Trump significa la victoria de los norteamericanos que se sienten abandonados por las élites” remata Mark Penn en Fox News. Ya es tarde, debo ir a dormir. Me cayó mal el alimento para mascotas. There is no people like the political people!