The Walking Conurban es un proyecto comunicacional que tiene por objetivo complejizar la discusión sobre el territorio conurbano. Zoom entrevistó a Diego Flores, uno de los creadores del proyecto junto a Guillermo Galeano. El sitio intenta traer el territorio a la luz, hablar sobre el conurbano y desestigmatizarlo, tanto a los ojos de los que nunca lo han habitado, como también ante la mirada de quienes lo habitan.
El redescubrimiento de la propia tierra
The Walking Conurban nace de manera totalmente casual –cuenta Diego—, sin ningún tipo de intención, proyecto o diseño sobre lo que se convertiría en un futuro. El surgimiento se dio a partir de un chiste entre amigos que fue mutando y creciendo hasta que comenzaron a sacar fotos y compartirlas entre sí. Fue un juego que se originó en charlas de sobremesa. Se pusieron a pensar en escenarios apocalípticos y en cuáles serían los mejores lugares del conurbano para atravesarlos. “Si viniera una invasión zombie, ¿dónde nos esconderíamos?”. Diego advierte que los relatos ficcionales situados en ese territorio faltaban. Esos relatos siempre se construyeron en la Capital: “En este juego intentamos mirar el conurbano desde su totalidad, porque teníamos una concepción muy reducida de Berazategui, donde vivíamos. Por eso, con esta consigna apocalíptica, las primeras fotos que sacamos inspiradas en nuestras charlas se centraban en espacios abandonados, galpones con autos oxidados, etc.”, cuenta Diego.
La historia toma fuerza cuando arman una cuenta de Instagram para reunir las fotos diseminadas. Sabían que de ese modo el material iba a ser visto por más gente, pero aun así esa no había sido la intención principal. Sin embargo, lo privado se volvió público. Muchas personas que veían el material lo asociaban a un cuenta que exhibía cierta estética, con cierto mensaje. De a poco, la audiencia espontáneamente comenzó a enviar fotos de lugares o paisajes del conurbano. “A partir de ese instante nos empezamos a entusiasmar. Comenzamos a encontrar cierto feed back con quienes nos seguían y fuimos metódicos haciendo fotos y subiéndolas. Comenzamos a preguntarnos qué mensaje queríamos dar y nuestra mirada del conurbano fue mutando. Sacamos el foco de interés en lo estrictamente abandonado y nos interesamos en otras cuestiones. Hay un ensayo de Bourdieu sobre la fotografía que dice que la mirada es una construcción social. A nosotros nos pasaba eso, lo que veíamos del conurbano era lo que nos contaban que teníamos que ver. Al cambiar la mirada, los lugares cotidianos adquirieron una estética remarcable, a veces bella, a veces poética. Fuimos viendo que en el conurbano había iconografía, patrimonio histórico y arquitectónico al que no se le prestaba atención”, sintetiza Diego.
En este cambio de mirada, los integrantes de The Walking Conurban también se encontraron con que a sus seguidores les pasaba algo parecido. Usuarios que vieron retratada la casa del vecino o la suya propia, y encontraron en esa imagen algo que antes no habían visto. Se fue dando una suerte de redescubrimiento del territorio cotidiano. The Walking Conurban halló una zona de vacancia a la hora de contar al conurbano fuera de los discursos mediáticos que lo vinculan a la delincuencia y la pobreza. Sobre esto, Diego dice:
“Cuando se piensa al conurbano sólo como una tragedia, estamos replicando la caricatura que hicieron de nosotros mismos, vinculada al aguante, con cierta celebración de la precariedad. Cuando ampliamos la imagen y comenzamos a trabajar texto, principalmente en Twitter, nos dimos cuenta de que el conurbano era riquísimo en un montón de aspectos, no sólo en lo histórico y arquitectónico, sino en términos económicamente productivos también. Es la zona productiva más importante del país, donde eligen vivir 15 millones de personas. Nosotros, frente a los discursos mediáticos estigmatizantes, nos paramos del otro lado, pero sin negar que obviamente hay múltiples problemáticas en el territorio. Ellas están y deben ser discutidas, pero también se debe poder contar otra cosa y complejizar el discurso.”
El conurbano, un universo en expansión
En el siglo XVIII Sarmiento estableció una división que atravesaría la historia del país: civilización y barbarie. En ella, se colocó a la Ciudad de Buenos Aires del lado de la civilización y a lo que queda por fuera de su seno, en la barbarie. La Capital Federal entonces fue retratada asediada por el gaucho, el indio y luego por los inmigrantes; hoy en día, los medios de comunicación contribuyen a retratar al conurbano como una amenaza. Capital es la ciudad más expulsiva del país, la ciudad que más gente echa de su propio territorio. Ha mantenido desde 1945 una población estable de aproximadamente 3 millones de habitantes. No crece.
En sus estudios sobre la problemática de la provincia, Diego nos cuenta que para él, el conurbano vive en esta lógica sarmientina. La Capital tiene un gran presupuesto y está normada. Ambas cosas le permiten poner en funcionamiento una maquinaria expulsiva que empuja hacia las afueras a familias y habitantes que terminan instalándose en el territorio conurbano. Por ello, el conurbano es un universo en expansión, con una población casi en permanente crecimiento, un aumento que muchas veces está vinculado a la no planificación: “Florencio Varela en 10 o 15 años duplicó su población”, cuenta Diego, “aunque los recursos del municipio eran los mismos. Con su expansión, no se podía dar respuesta a una serie de demandas que tienen que ver con la luz, el agua y demás. Lo que hacen los vecinos y vecinas en esos casos es arreglársela con lo que pueden o con lo que tienen. Eso es muy propio de parte del crecimiento del conurbano bonaerense. Es decir, y esto se lo robo a Pedro Saborido: ‘la vida llega antes que los planes’.”
El recorrido y armado histórico del conurbano es mucho más complejo de lo que usualmente se discute, que desde una mirada porteñocéntrica, se lo sigue encasillando como lo bárbaro. Sin embargo, existe un desconocimiento total de esa “barbarie”. Ciertos comunicadores muestran ignorancia incluso de su propio territorio cuando hablan, por ejemplo, del “intendente de Lugano”, o cuando no pueden definir si un territorio pertenece o no a la Capital. Ahí hay una ignorancia que concierne a la estigmatización de los barrios “marginales” de la Ciudad. Este desconocimiento, cuenta Diego, es algo que también motoriza a la cuenta The Walking Conurban:
“Cuando vamos incorporando bibliografía, nos vamos anoticiando de cuestiones súper interesantes. Como por ejemplo, en el conurbano hubo construcciones que se hacían en los años 70 con un cierto exotismo y, en ese entonces, desde el diario La Nación mandaban a un cronista al estilo Marco Polo, para ver qué es lo que sucedía detrás de la General Paz. Como si fuera muy distinto de lo que pasaba hacia dentro.”
“Las periferias se parecen”, dice Diego. Para encontrar lo que suponemos estaba buscando La Nación en su momento (delincuencia o pobreza) no hacía falta salir de la Capital, pues sus zonas periféricas también comparten la inseguridad que ciertas zonas del conurbano padecen. Por otro lado, también los centros urbanos son cada vez más semejantes entre sí. La estética de los centros de CABA y los centros del conurbano bonaerense no distan demasiado, pues cobran una fisonomía similar por la llegada de grandes empresas de servicio, cadenas que son como no-lugares, idénticas entre sí, que hacen que los centros pierdan cierta porosidad y su aspecto sea el mismo.
Arquitectura y construcciones del deseo
Si algo caracteriza a The Walking Conurban son las fotos no sólo de las fachadas arquitectónicas del conurbano, sino también retratos de ciertas personas, carteles, construcciones o situaciones pintorescas, que guardan en ellas cierto guiño o humor. Entre sus fotos podemos ver, por ejemplo, un tanque con forma de pava, un cartel de un negocio que dice: “Cerrado por orden médico exceso de estrés”, o una casa que en su patio construyó estatuas de metal al estilo Dalí. Por eso, Diego cuenta que una diferencia que hay entre el conurbano y la Ciudad tiene que ver con la ley en su sentido más amplio:
“Siendo CABA una maquinaria que funciona, si uno quiere hacer en su casa un tanque que tenga forma de elefante, es muy posible que llegue la municipalidad, tenga que pedir permisos, y no lo pueda hacer. Pero si esto lo quiero hacer en la periferia del conurbano bonaerense puede que lo logre sin que nadie lo note excepto los vecinos, y que incluso ellos en vez de repudiarlo, lo celebren. Las leyes estéticas son más permisivas y habilitan este tipo de construcciones. En el conurbano hay cierta heterogeneidad arquitectónica vinculada a los deseos más que a los patrones normativos de la estética.”
En esta reunión de lo singular, lo bello y divertido, The Walking Conurban reafirma su búsqueda de discutir contra ciertas narrativas que reducen al conurbano a la expresión de carencia y violencia. Lo exótico es motivo de celebración, no de vergüenza, lo bello remarca que en su territorio hay cultura y hay historia. El motor que les ha dado ya 464 mil seguidores en Instagram, los mueve a seguir el relato histórico que moldeó el imaginario sobre el territorio, y desde ahí, con la fotografía como una expresión colectiva de colaboración con sus seguidores, seguir construyendo su contenido y ampliar su mensaje.
Hoy en día, Diego y Guillermo arrancaron un programa por Youtube: “Ven a mi casa conurbana”, donde intentan contar o recomponer qué es el conurbano bonaerense, en diálogo con distintas personalidades que los ayudan en esta tarea. También se puede ver en el canal “Un viaje por el universo conurbano”, una charla humorística junto a Pedro Saborido que realizaron en la sala «Caras y Caretas”.