Tenazas y estrangulamiento

Un venezolano residente en Miami y rico y gordo como Creso trae una valija llena de dólares en un pequeño jet fletado por un alto funcionario del Estado acostumbrado a comportarse como un jeque saudí. Agentes de seguridad descubren la valija. El gordo se hace cargo y, como ingresar dinero a la Argentina es en principio una infracción y no un delito, queda en libertad y se va del país. La justicia argentina pide su captura por contrabando, pero el gordo reaparece en Miami como testigo protegido… contra antiguos socios suyos a los que el FBI acusa de ser… no ya espías (pues está claro que no han espiado a nadie) sino, simplemente, «agentes extranjeros no registrados».

Estados Unidos actúa así como comedido, inventando una causa judicial sobre un delito inexistente en el marco internacional, cambiando drásticamente el eje del asunto con el obvio propósito de introducir una cuña, un factor de discordia entre Caracas y Buenos Aires. Y los diarios y medios que entre nosotros constituyen un descarado «partido del extranjero» dedican páginas y páginas a esta noticia decididamente menor e incluso irrelevante en relación al desplome del capitalismo especulador entronizado por el neoliberalismo en Wall Street.

Demonios

Ceferino Reato es un periodista impregnado de olor a sacristía que supo hacer de portavoz de Esteban «Cacho» Caselli, actual senador italiano por el polo berlusconista y antes heredero espiritual del Gran Maestre Licio Gelli, especializado en trasegar los pasillos del Vaticano. Reato publicó un libro sobre el asesinato más contraproducente cometido por los Montoneros, el que tuvo como víctima al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, quien conjugaba a la vez un fascismo elemental y una lealtad canina al general Juan Domingo Perón, quien acababa de iniciar su tercera presidencia.

A pesar de la salida con anterioridad de una buena biografía de Rucci, el libro sobre su asesinato, Operación Traviata, se convierte en un éxito, generosamente auspiciado por la misma entente de diarios y medios electrónicos que someten al Gobierno a un pertinaz asedio en procura de doblarle la cerviz, ponerlo de rodillas y forzarlo a realizar todo tipo de actos deshonestos en relación con los compromisos que adquirió con quienes lo votaron.

Dicho polo está estridentemente por una vanguardia en la que revista el periodista que funge de vocero oficioso de La Embajada. El mismo que antes fue lamebotas del general Bussi en Tucumán, a pesas de lo cual gusta presentarse como acrisolado demócrata. Como el editor del «diario» de fines de semana en el que trabaja Reato, quien como aquél fue un puntilloso colaboracionista de la dictadura, pero ahora rezuma indignación republicana contra los Kirchner. Detrás de ellos, no es un secreto, se encuentran el viejo caudillo bonaerense del pejotismo, estudioso de la saga de Los Soprano, y el «Hermano Jorge» Bergoglio, pope de un alto clero tan animoso con los K como lo fueron los prelados de los años ’50 con Perón y Evita.

Todos proclaman con tambores y trompetas que el asesinato de Rucci es un crimen de lesa humanidad y por lo tanto imprescriptible, y auguran que pronto serán juzgados los montoneros que mataron a Rucci.

Es un bolazo del tamaño del Maracaná que no resiste el menor análisis jurídico. Desgraciadamente, no hay tiempo hoy para dedicarse al tema, pero si continúa en el candelero la próxima semana, lo haremos, y también nos referiremos al papel que cumple Luis Moreno Ocampo, actual fiscal de la Corte Penal Internacional con sede en La Haya. Y también una intrepretación traída de los pelos de la que ya se ha bajado hasta Hugo Moyano (que la esgrimió acaso para curarse en salud, ya que hay quien lo acusa de haber integrado una suerte de de Triple A marplatense), pero que sigue manteniendo a muchos «comunicadores» que se hablan encima perorando sobre supuestas similitudes entre quienes secuestraron, torturaron, robaron, violaron, asesinaron y desaparecieron sistemáticamente a miles de personas, y estas mismas y sus compañeros que tuvieron la fortuna de no ser «chupados». Los mismos que mayoritariamente formaron parte de la resistencia armada a las dictaduras.

Se trata del enésimo retorno de la insepulta y rediviva «Teoría de los dos demonios», que procura equiparar a las víctimas con los verdugos, a quienes ejecutaron el exterminio como funcionarios de un Estado Terrorista y genocida y quienes, asumiendo un alto riesgo personal (de hecho, no se sabe hasta hoy que haya habido entre quienes mataron a Rucci quienes hayan sobrevivido a la dictadura) cometieron el (políticamente) imperdonable error de atentar contra (los planes de) Perón con la absurda expectativa de obligarlo a negociar. Pensamiento imbécil surgido de mentes que en Ezeiza habían recibido un doble golpe de nocaut: primero fueron baleados por el comité de recepción de Perón presidido por el teniente coronel Jorge Osinde, y luego responsabilizados de lo sucedido por el propio Perón.

Eramos pocos

Si el escándalo arduamente montado en torno a la valija abandonada con casi 800 mil U$S persigue instalar en la opinión pública que tenemos un gobierno corrupto, la insistencia en equiparar el trágico y contraproducente asesinato de Rucci (uno de los promotores ideológicos de la matanza de Ezeiza) con la masacre organizada por la cúspide del Estado que más que diezmó a toda una generación persigue mantener en primer plano la falsa acusación de que los Kirchner fueron montoneros, y por ende asesinos.

Mientras se distrae al público con este juego de pinzas, del mismo modo que se lo hace con tetas de silicona en el programa de televisión más visto, la «Mesa de desenlace» vuelve a extrangular a la población. Después de haber parado el país y haberse salido con la suya con la derogación de la resolución 125 que imponía retenciones flotantes al costo de haber desatado inflación y remarcaciones, vuelve a la carga en momentos en que se desploma el capitalismo prebendario impuesto por la metrópoli norteamericana.

A estos tipos, les importamos un velín. Lo único que les importa son sus propios, mezquinos intereses. Pretenden que los asalariados del campo y la ciudad les financiemos directa e indirectamente los perjuicios causados por la sequía y las fluctuaciones del mercado mundial de granos. Pretenden estar exentos de impuestos. Pretenden garantías de que nunca se ponga en tela de juicio el origen de la propiedad de las tierras que poseen y desvastan sembrando soja transgénica entre nubes de glifosatos que envenenan el aire y el agua y a quienes los manipulan y su progenie.

No hace falta ser muy lúcido para ver que en la resistencia a sus designios inconfesables de pasarle al Gobierno por encima con una topadora así como en el fortalecimiento de quienes en el Gobierno y en el llano impulsamos una profunda reforma en la legislación que regula (es un decir) la propiedad y actividad de los medios audiovisuales, se juega nuestra historia que es inseparable de la lucha por la Unión Suramericana.

La reforma del sistema de medios para dar cabida nuevas y plurales voces debe ser nuestra espada.

La resistencia al arrasamiento impulsado por la oligarquía agroganadera y los ansiosos por fundirse en ella, nuestro escudo. Por lo pronto, en este escudo debería figurar bien grande la consigna «No te dejes poner la soja al cuello».

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