Texto: Borges-Bioy Casares. Fotos: Alejandro santa Cruz.
—Ferrabás, ya hablé con de Filipo y con Camargo. En la fecha próxima pierde Abasto dos a uno. Hay juego recio, pero no vaya a recaer, acuérdese bien, en el pase de Musante a Renovales, que la gente lo sabe de memoria. Yo quiero imaginación, imaginación ¿Comprendido? Ya puede retirarse.
Junté fuerzas para aventurar la pregunta:
—¿Debo deducir que el score se digita?
Savastano, literalmente, me revolcó en el polvo.
—No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la elevisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña?
El último partido se jugó en esta capital el día 24 de Junio del ’37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un genero dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman.
—Señor ¿Quién inventó la cosa? – atiné a preguntar.
—Nadie lo sabe. Tanto valdría pesquisar a quién se le ocurrieron primero las inauguraciones de escuelas y las visitas fastuosas de testas coronadas. Son cosas que no existen fuera de los estudios de grabación y de las redacciones. Convénzase Domecq, la publicidad masiva es la contramarca de los tiempos modernos.
Esse est percipi
Adolfo Bioy Casares / Jorge Luis Borges.
(Extracto del cuento incluido en Crónicas de Bustos Domecq)