Los efectos de la nominación de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández se miden en corta y larga distancia. En lo inmediato, servirá para decantar la interna peronista y depurar el escenario electoral. Impacta sobre la “rosca”, que es la etapa más intensa, seductora y ruin de la política. Pero también apunta al más allá del 10 de diciembre, cuando la pesadilla macrista quede atrás -si queda-, y un nuevo gobierno emprenda la titánica tarea de reconstruir lo que la experiencia Cambiemos derrumbó casi hasta los escombros.
En “Gobernar es persuadir” -Quinta de Olivos, agosto de 1973- Juan Domingo Perón estableció las diferencias entre el período de lucha y resistencia con el momento de la gestión. “La lucha ha finalizado, por lo menos, en su aspecto fundamental. Esa lucha enconada, difícil, violenta en algunas circunstancias, ya ha terminado; y comienza una lucha más bien mancomunada, de todas las fuerzas políticas en defensa de los intereses y de los objetivos nacionales” estableció el líder repuesto, tras 18 años de proscripción, humillaciones y persecución.
Luego de casi dos décadas en el exilio, el Perón de los setenta comprendió que el mundo que venía tenía poca relación con el que existía en su primera gobernación. Mientras Argentina acopiaba dictaduras, deudas, inflación, persecución política y destrucción del sistema productivo, el resto de occidente se sacudía los impulsos revolucionarios de los sesentas y, a pesar de la existencia de un eje soviético y la guerra fría, avanzaba hacia la entronización del capitalismo financiero, una deformación económica que derivó en el Consenso de Washingtong y el reinado neoliberal.
Perón diagnosticó que la crisis del Petróleo era el primer síntoma de esa enfermedad, y se propuso contrarrestarlo con política. El primer paso fue el Pacto Social de Precios y Salarios, alumbrado por el ministro de economía de Héctor Cámpora, José Ber Gelbard.
El acuerdo logró bajar la inflación, permitió reactivar la economía y el aparato productivo recobró cierto vigor. Pero la política de consenso -que inició Cámpora y continuó Perón- se vio interrumpida por la muerte del líder. La biología reactivó así lo que había contenido la política: la violencia y el desembarco definitivo de los postulados acuñados en la escuela económica de Chicago.
Los tiempos son distintos, pero Cristina se muestra convencida de que hay rasgos de aquellos días en los que corren hoy. La polarización política y la viralización de las campañas de odio -que el gobierno estimula como insumo electoral- es una dificultad concreta y seria para recobrar la senda del desarrollo de la Argentina, advirtió Perón: “Yo he estado en Europa en la época de la reconstrucción, y he visto en cada uno de los países que he podido visitar y conversar con la gente, el esfuerzo que ha realizado y el gran espíritu de unidad con que unos y otros, tanto los conservadores como los comunistas, se han puesto a trabajar todos para reconstruir su país -dijo en su mensaje-. A ninguno se le ha ocurrido hacer un tipo de política opositora y cerrada. Es decir, se ha llegado por obra de las circunstancias a formar una democracia integrada en la que cada uno es parte de un gran organismo que trabaja con un solo objetivo: reconstruir el país”, concluyó.
CFK hizo alusiones expresas a ese tercer peronismo en la presentación de su bestseller, en la Feria del libro. Puso a Ber Gelbard -emprendedor empedernido y referente de las pymes formado en el comunismo- como ejemplo del tipo de empresario que más le gusta. También llamó a conformar un Contrato Social “con metas verificables y cuantificables” que funcione como base de un nuevo ordenamiento productivo, económico, social, político y hasta jurídico del país.
¿No es eso acaso lo que hace una Constitución? ¿Dejar por escrito un conjunto de reglas, obligaciones y derechos que opera como un gran acuerdo de convivencia nacional?
La postulación de Cristina a vicepresidente sugiere que la reforma constitucional será una de las metas del gobierno de Alberto-K. Como presidenta del Senado, CFK no sólo tendría un rol crucial para obtener las mayorías agravadas que exige la ley para la reforma -dos tercios del total de los legisladores-, sino que se pone en línea de conducir esa eventual y necesaria Asamblea Constituyente.
Es probable sin embargo, que el asunto brille por su ausencia en la campaña. Lógico: el gobierno -o el sistema de poder que le busca reemplazo a Macri pero rechaza un regreso K- prepara una campaña sucia que se propone distorsionar cada palabra, cada gesto y cada alusión del kirchnerimo para presentarlo como un atentado del “populismo” contra “la República”. La táctica ya fue desplegada en 2015, con los resultados conocidos: más de la mitad del país prefirió creer en los evidentes embustes de Mauricio Macri con tal de eyectar al kirchnerismo del poder. ¿Funcionará cuatro años después, con los resultados de aquel engaño a la vista? En octubre se sabrá. O en noviembre, si es que en el próximo mes el peronismo no logra consolidar un único frente opositor que evite el balotaje.
La dilución de la “tercera vía”, que impulsa el peronismo anti K de Alternativa Federal, es uno de los efectos deseados de la temprana consagración de la fórmula Fernández-Fernández. El anuncio se hizo a un mes del cierre legal de las listas, previsto para el próximo 22 de junio, y se anticipó tres días a la reunión con la que el cordobés Juan Schiaretti pretende consagrarse como primus inter pares de la tercera posición.
El cónclave empezó a perder concurrencia de gobernadores y dirigentes apenas se conoció la nominación. Al cierre de este texto, sin embargo, tanto Schiaretti como Sergio Massa ratificaron su intención de mantener distancia con CFK e insistir con su aventura alternativa.
El gobierno, mientras tanto, ratificó a Mauricio Macri como candidato y se ciñó al libreto que dejó Jaime Durán Barba antes de abandonar temporariamente el país: inocular ponzoña a través de redes sociales, medios amigos y acciones judiciales.
Así las cosas, la movida de CFK persigue una triple corona. Descomprimir la presión pública sobre su figura -que el martes iniciará un penoso calvario electoral-, construir un frente electoral opositor que gane en primera vuelta -si el límite era ella, ese límite ya no ocupa el puesto principal-, y establecer condiciones de gobernabilidad para la Argentina que viene. Un plan ambicioso, pragmático y audaz que cierra incógnitas y abre otras: ¿La movida alcanza para suturar las internas con el peronismo anti K? ¿La postulación de un experto en consensos conecta con el tercio el tercio del electorado en disputa que rechaza a Macri y a Cristina casi por igual? Y en caso de triunfo, ¿Habrá doble comando, Alberto F tendrá el control de la botonera o la fórmula se extinguirá como una martingala electoral?
Las respuestas están en camino.