Soñando con los medios

¿Cuáles son los intereses y preocupaciones de miles de jóvenes que tratan de trabajar en diarios, radio y televisión? ¿Sobre qué repertorio de comunicadores tendría sus efectos la implementación de una nueva Ley de Radiodifusión? Revista ZOOM consultó a Eduardo Aliverti, Lila Luchessi y Emilio Cartoy Díaz para trazar una radiografía de los estudiantes de hoy y los protagonistas de los medios del futuro.

Si la prensa ha tenido un rol clave en la historia de las democracias burguesas, en nuestro país está claro que desde la recuperación del Estado de Derecho, hace dos décadas y media, los medios de comunicación han sido uno de los actores más dinámicos del mercado y principales ordenadores de las comprensiones sociales. Luego de creada la carrera de Comunicación en la UBA, en 1987, el inmenso furor por trabajar en los medios derivó en el crecimiento sostenido de los terciarios técnicos, de los cuales se recortan nítidamente dos: en primer lugar, TEA y sus subescuelas. Luego Eter, con la oferta de aprender mediante la realización de la misma práctica que luego se encuentra en el trabajo profesional.

¿Qué revela esa masiva avidez del lugar que ocupan los medios en la vida nacional? ¿Y quiénes son esos miles de jóvenes? ¿Cuáles son los intereses y preocupaciones que los llevan a tratar de meterse en diarios, radio y televisión? ¿Sobre qué repertorio de comunicadores tendría sus efectos la implementación de una nueva Ley de Radiodifusión? De estos temas Revista ZOOM habló con voces especialmente pertinentes: Lila Luchessi, licenciada en Comunicación en la UBA (donde ejerce la docencia), doctora en Ciencias Políticas, colaboradora en medios gráficos y coautora de Los que hacen la noticia y Fronteras globales; Emilio Cartoy Díaz, productor, cineasta y director de las escuelas Radio TEA y TEA Imagen; y Eduardo Aliverti, periodista reconocido en las últimas décadas por su compromiso por un rol informativo a conciencia y fundador de la escuela de radio (y ahora también de periodismo en general) Eter.

—¿Cómo ha evolucionado el poder condicionante de los medios de comunicación? ¿Y cómo incide ese poder en la avidez por trabajar en los medios?

—Cartoy: El discurso de los medios no es a secas de los medios, sino de los tipos del poder. Los medios expresan la perspectiva del poder de los distintos ámbitos, político, económico, en definitiva corporativo. Más allá de esto, desde el punto de vista del público, la dieta actual de los medios es muy pobre, le faltan proteínas. No puede ser que no haya en la televisión abierta espacios para la tercera edad, por ejemplo, por el solo hecho de que las bajas jubilaciones no los convierten en mercado. Creo que el menú es muy malo y hay que diversificarlo. Es urgente la postergada Ley de Radiodifusión. No solamente porque aún rige la del Proceso, sino porque la misma evolución tecnológica lo pide. Es imprescindible aumentar la oferta, porque es mentira que con el control remoto el televidente tiene el poder; lo que tiene es una presión sobre el cerebro tremenda, basada en una oferta casi única.

—Luchessi: Una vez consolidado el sistema democrático, se empezó a operar desde los medios sobre la idea de control. Los medios, y fundamentalmente el periodismo, disputaron el rol de contralor del Estado. El periodismo de investigación -sustentado específicamente en las denuncias- generó en la sociedad una idea de eficacia que se le negó al Estado. El interés parece ser disputar con el Estado todas las actividades que le resultaban tradicionales, el juzgamiento de los sospechosos, la posibilidad de consensuar marcos regulatorios y hasta la regulación del mismísimo lenguaje.

—Aliverti: Los medios son claramente un territorio de disputa de poderes. Está claro que son megacorporaciones que se dedican a una variedad de negocios y operan informando la realidad desde sus intereses. Es muy importante que los educadores trabajemos en la formación de pensamiento crítico de los que van a ocupar los espacios. Aunque después siempre tenés el riesgo de que el medio se chupe al formado.

—¿Quiénes son los estudiantes que apuntan a dedicarse a los medios? ¿Qué intereses los motivan y cómo ha variado su perfil cultural en las últimas décadas?

—Luchessi: Si miramos retrospectivamente el desarrollo de este crecimiento en el interés de los jóvenes por estudiar cuestiones mediáticas tendríamos que tener en cuenta en qué contexto se produce. A mediados de los ochenta, con la democracia incipiente, la posibilidad de generar una comunicación democrática impulsaba a muchos. El auge de radios y canales comunitarios es un ejemplo del compromiso de quienes, por esos años, se volcaban al estudio de los medios en relación con las ideas de pluralidad, transparencia y democracia. Luego, a medida que los medios constituyeron unidades de negocios exitosas, el consenso social en torno de la pertenencia a grupos de «éxito» llevó a muchos jóvenes a ver en los medios la posibilidad de acceder a dos de las metas culturales más avaladas en ese momento: dinero y visibilidad. El ejercicio de la profesión se fue volcando a la constitución del propio nombre como marca. Actualmente hay una meseta en el crecimiento del estudiantado, meseta no directamente relacionada con una situación similar en la industria.

—Aliverti: Hubo dos períodos de explosión: el segundo lustro de los ochenta y el segundo lustro de los noventa, este creo que muy ligado al descenso de la popularidad del menemismo. Allí el periodismo tuvo un papel fuerte en las denuncias de la corrupción, la fiscalización del poder. En paralelo, se consolidó la dictadura audiovisual y el querer llegar fácil a la tele y la radio para ganar buena guita. Los medios como escalera de ascenso social. De esto hay una meseta en este momento, me parece; ha habido un descenso de la matrícula en las carreras de Comunicación, y también un amesetamiento en los institutos técnicos terciarios. Más allá de esta merma, lo que también noto muy particularmente es una búsqueda de la comunicación como reemplazo de carencias propias en la relación interpersonal con el otro; es decir, se busca en la radio o la televisión suplir carencias relacionadas con dificultades de comunicación personal.

Cuando se lanzó la carrera universitaria de Comunicación, en el ’87, el 75 por ciento de los alumnos contestó en una encuesta que estaba en la carrera porque le interesaban las relaciones públicas, y el 86 por ciento contestó que jamás leía los diarios. No creo que este escenario haya variado demasiado; por eso digo que los chicos buscan comunicarse más que ser comunicadores profesionales.

Por otro lado, lo que te encontrás es el escenario desastroso de formación de la escuela. Pibes que no tienen ni comprensión de textos. Y muchos chicos reproducen la ausencia de proyectos de sus viejos, marcados por la ausencia de futuro consolidada en el menemismo. Muchos vienen a estudiar radio y no saben quiénes son Víctor Hugo Morales o Alejandro Dolina. Tuve que replantearme no el tipo de egresado que sueño, pero sí el tipo de ejercicios y el programa de estudios que hay que llevar a cabo. Otra cosa que tuvimos que asumir es que los chicos vienen completamente formados por la cultura clip, del todo pasa y nada queda, de la dictadura del continente por sobre el contenido. Todo debe ser rápido, nunca reposo analítico. ¿Cómo se entra en todo esto? No puedo asegurar que sea una batalla que vayamos a ganar, pero no la vamos a dejar. Nosotros tenemos entre cien y ciento cincuenta egresados por año y queremos formar pensamiento crítico.

—Cartoy: Por un lado, hoy tienen mayor auge las carreras de diseño que las de comunicación. Fuera de eso, es notable que acá vienen chicos cada vez más jóvenes a estudiar, apenas salidos del secundario, y vienen con una falta total de apoyo en la orientación vocacional, tanto de las escuelas como de las casas, y a muchos les parece que la tele es lo suyo así porque sí.

—¿Confían en la implementación de una nueva Ley de Radiodifusión? En caso de que se lleve a cabo y se abrieran en los medios nuevos espacios no hegemonizados por las corporaciones, ¿qué tipo de profesionales hay disponibles para ocuparlos? ¿Y cuáles son los roles de las instituciones educativas frente a esto?

—Luchessi: No conozco los contenidos del proyecto de Ley de Radiodifusión, pero no estoy muy segura de la existencia de una masa crítica de profesionales para llevarla adelante. Sí me parece que en este momento, con la aparición de las herramientas digitales y su acceso por parte de quienes quieren consolidarse en una profesión vinculada a los medios, las posibilidades profesionales se van volviendo mixtas: el posicionamiento individual pero, al mismo tiempo, la posibilidad de establecer redes y colectivos que den cuenta de lo que los medios industriales no toman.

—Aliverti: Es difícil que se implemente en el 2009, año electoral; la oportunidad era este 2008. Más allá de eso creo que efectivamente la Ley es una herramienta y en todo caso otorga una mayor equidad de oportunidades, por lo que vale la pena preguntarse cuánto hay de conciencia en lo que llamaríamos, un tanto maximalistamente, el campo popular, a propósito de lo que podría hacerse con esas herramientas.

Falta mucha conciencia y mucha capacitación. Hay que tomar la comunicación como herramienta estratégica. Más aún si pensamos que por vía de la digitalización, que tarde o temprano llegará, donde entra una radio entrarán diez, y donde entra un canal entrarán cinco, ¿quién se hará cargo? Es un debate que hay que dar. No sólo hay una responsabilidad estatal, sino de todos los actores más lúcidos de esta sociedad. ¿Qué tipo de profesional está preparando para hacerse cargo de ese futuro más abierto? ¿Con qué vamos a llenar las posibilidades que se abren? Es un dato pesado, porque si no, de algún modo u otro los van a ocupar los mismos que hoy hegemonizan.

En los comunicadores hay problemas graves. Por ejemplo, te das cuenta de que la gran mayoría de los movileros y periodistas no tienen ningún conocimiento sobre el funcionamiento del Poder Judicial. No tienen ni sustancia para relacionar hechos; los pibes que llegan a estudiar a Periodismo tienen concepciones de escuela primaria. En ese sentido, creo que sigue siendo enormemente valiosa la formación de la Universidad pública, más allá de que creo que forma comunicólogos y no comunicadores. Por eso pienso que Eter es un complemento. Pero es un debate que necesita apoyarse en una maduración de la correlación de fuerzas políticas en la sociedad; tampoco se le puede pedir a la Universidad que resuelva todo.

—Cartoy: Las escuelas de periodismo por supuesto tienen que aportar y aportan, pero al mismo tiempo vemos cómo la educación se privatiza y se va restringiendo a sectores con cierto poder adquisitivo. Nosotros tenemos entre Radio TEA y TEA Imagen unos ciento veinte egresados por año. Nuestros egresados se dedican a explorar muchas variantes alternativas de la producción periodística, porque en lo que se llama «los medios» en realidad hay mucho más que los tres o cuatro grandes diarios, canales de tele y productoras. Y al mismo tiempo, con esos grandes tenemos contratos de pasantía. No podemos formar directores de programación, tenemos que formar camarógrafos, guionistas, movileros, tecnicaturas intermedias, que son lo que luego los egresados encontrarán como demanda laboral. Pero muchos de los pibes quieren obviar pasos, quieren llegar arriba rápidamente, y esto es un proceso largo y de pasos sucesivos. Después está el problema del pluriempleo, los periodistas trabajan en cuatro lugares distintos, y eso a veces es por ambición del ego y del bolsillo. Tipos que se venden a sí mismos, y otras por necesidad económica. Yo confío en que se implemente la Ley. La pluralidad de oferta de contenidos, de perspectivas, en los medios depende no sólo de los empresarios, ni de los profesionales, sino de un debate de todos los actores sociales respecto del rol clave que tiene la comunicación en la vida comunitaria.

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