CHINA. Hablamos de una potencia mundial, cuya economía hegemónica se disemina por el mundo, con grandes inversiones en aquellos lugares donde puede hacer pie, para acrecentar su poder económico, este crecimiento en constante desarrollo, la ha llevado a un enfrentamiento con los EE. UU. y sus administraciones, tanto republicanas como demócratas. Con los visos de una nueva Guerra Fría, donde la imposición de sanciones mutuas es moneda corriente y donde los aliados, en el caso chino, no son de por sí ideológicos, pero sí de gran dependencia económica. La Argentina con una política económica basada en el extractivismo, no escapa a esa lógica y está dentro de la esfera de la expansión china por el mundo. La exportación argentina de harina de soja para alimentar ganado, tiene como destino, Holanda, Francia y Alemania, pero, en cuanto a los porotos de soja, donde Argentina reporta ingresos anuales por 2 mil 800 millones de dólares, su principal comprador es China, que monopoliza la importación mundial del producto.
IMAGINARIO. En el imaginario popular existe la idea de que exportamos soja para alimentar chanchos chinos, la idea no está alejada de la realidad, aunque también, la Argentina es uno de los mayores exportadores de carne de cerdo a China, en una nota publicada por BAE Negocios en mayo pasado, se da cuenta que, en los dos primeros meses del año, las ventas externas de carne porcina aumentaron un 70% en relación al mismo período de 2020, de acuerdo a un cálculo elaborado por el sector privado. En ese período, se embarcaron 7.500 toneladas, de las cuales un 70% tuvieron como destino China, y el resto de divide entre Hong Kong y Rusia (10% cada uno) y otros diez destinos. El año pasado, las exportaciones de este sector cerraron en la cifra récord de 43.000 toneladas, en base a una fuerte demanda del gigante asiático. En la misma nota se aporta un dato alentador para esta producción: El aumento en el valor interno de esta carne en Estados Unidos imprimió una dinámica alcista en los valores internacionales. El corte que China compraba a 2.400 dólares la toneladas pasó en pocos días a los 3.100 dólares. En un país con una economía arrasada por los años macristas y los efectos de la pandemia, estas exportaciones deberían obrar como el oxígeno, para quien necesita aire y continuar la marcha, pero el mismo debe ser bien distribuido para que no solo quede en los pulmones de unos pocos.
INVERSIONES. A ojos vistas, salta que China es el principal comprador de soja y carne de cerdo que tiene la Argentina y su producción está orientada hacia este país, pero China no se queda solo en el papel de exportador, también, con una idea global de la producción y los costos, apuesta a la inversión integral a través de empresas monopolizadoras del mercado, con granjas de cría de cerdos, donde los cultivos de soja para alimentarlos forman parte del combo, que más allá del discurso veganista, tiene sus lados oscuros que brillan en el desastre ecológico que causa una granja con miles de cerdos y un monocultivo asociado. Tal como consigna Página 12, el lunes 6 de julio un comunicado de Cancillería, informó sobre un constructivo encuentro entre Felipe Solá y el ministro de Comercio de la República Popular China, Zhong Shan, en torno al avance de un proyecto de producción de carne porcina en estas tierras para su exportación al gigante asiático. De concretarse, implicaría una duplicación de la producción del país, durante los próximos cinco años. Son muchos quienes se sienten disconformes con la poca información transmitida por el gobierno y lo que circula es la instalación de unas 25 granjas en todo el territorio, con una inversión de 3.500 millones de dólares en tres años, para adicionar 900 mil toneladas a las 700 mil que hoy se producen, lo cual transformaría a la Argentina en una inmensa fábrica de cerdos para China. Esta situación nos plantea otro interrogante y es si el reciente acuerdo firmado por el gobernador del Chaco, Capitanich, con la empresa de capitales chino-argentinos Feng Tian Food, está dentro de este acuerdo que lleva adelante el agroindustrialista Felipe Solá, o si el gobernador chaqueño se cortó solo, en una provincia donde los monocultivos arrasaron con dos tercios del monte Impenetrable. Este modelo de granja no solo se basa en las 2400 madres paridoras, sino que también en una fábrica de alimentos balanceados, en una planta de biodisel y un biogestor, con generación de energía. Quizás sea más, de lo que la geografía chaqueña pueda soportar.
MODELOS. El modelo de producción que China quiere implementar y con el cual ya hizo pie en el Chaco, no dista mucho del implementado por los ingleses a principios del siglo pasado, con sus frigoríficos y fabricas vacunas, manejadas por la oligarquía agroexportadora, pero con la diferencia que el beneficiario en este ciclo, pasa a ser la multinacional que, no solo se lleva la carne, sino también el agua invertida y la mayor parte de la ganancia, dejando tierra arrasada. En ese sentido, Andrés Lazo, coordinador de Integración Productiva y Transformación Primaria de la Secretaría de Agricultura Familiar, es claro al decir: “Hablar de las granjas chinas, es hablar de una multinacional, que tiene que ser sustituida por las Pymes y las cooperativas, esa es la forma de generar trabajo genuino y además fomentar la cría agroecológica, junto con el arraigo y la redistribución de la riqueza, la Agricultura Familiar tiene las condiciones para poder alimentar a China, sin descuidar la genética y el agregado de valor, hay que tener en cuenta que el modelo chino además es altamente contaminante y destructor de los ecosistemas”. Las disonancias a este proyecto devastador, también, tiene otras voces críticas, como Pedro Peretti que nos dice: “Se está construyendo un modelo alternativo a las granjas chinas, un proyecto intermedio con la incorporación de pequeños y medianos productores, en donde va a funcionar de la siguiente manera: Va haber una unidad común cooperativa, de gestación y de cría, con 240 madres reproductoras, cada vez que se destetan los lechones, cada productor se va a llevar a su campo el número que le corresponda para terminar el proceso. Hay una unificación de la genética para que todos los lechones tengan la misma. El proyecto fue desarrollado entre la Municipalidad de Máximo Paz en Santa Fe, la Federación Agraria Disidente, Productores Agropecuarios Independientes y la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario”. Podríamos decir que las opciones planteadas por Lazo y Peretti, se validan en que ambas preconizan el arraigo y la agroecología, y también la redistribución de la riqueza, que no es lo mismo que el cobro de una renta a una multinacional por parte del estado, que después en lo real hace que un estado tenga buenos números en su economía, pero ciudadanos pobres en la realidad. Además, este tipo de modelo agroecológico, es el que puede abrir la puerta a otros mercados de Europa y África, no solo a China.