El autor lleva el blog http://ezequielmeler.wordpress.com/
Todos sabemos que el estado de situación del kirchnerismo en la ciudad de Buenos Aires amerita, como señalamos hace tiempo, más de un asterisco. Con el bloque K, ya de por sí minoritario, formalmente fracturado por la salida de un grupo de legisladores, el sector que responde a Daniel Filmus salió a marcar el terreno. Su vocero fue Gabriel Fuks:
“Diego Kravetz jefe de bloque, en los debates televisivos se presenta durísimo contra el macrismo y dócil a la hora de negociar el voto de los suyos para acompañar la mayoría de las leyes que necesitó el PRO. También otros, quienes –en su momento– supieron alinearse detrás del ex jefe de Gabinete, ahora actúan ocultos detrás de una supuesta defensa de la identidad peronista. Fugados de toda acción en la campaña de Carlos Heller, pero rápidos para el gatopardismo, ocuparon los mejores cargos en nuestras listas y no dudaron en colocar a su compañera Ivana Centanaro en la nómina del PRO, dejando de lado una mínima ética política y aportando su dosis de oportunismo. La verdad, desde que Mauricio Macri asumió el gobierno, ‘nuestros jefes en la Legislatura’ nos hablaron de garantizarle gobernabilidad a la nueva administración. (…) ‘Nuestros jefes legislativos’ siempre acompañaron, nunca rindieron cuenta a nadie, nos decían que ya llegaría la hora de la oposición. En contraposición, los diputados nacionales del PRO no dieron en el Parlamento nacional ni un respiro a nuestro gobierno. ‘Nuestros jefes legislativos’ votaron presupuestos con endeudamientos. Apoyaron la ley de seguridad sin participación social ni audiencia pública que parió a Jorge ‘Fino’ Palacios como jefe policial. No olvidamos cierta connivencia para evitar la convocatoria a elecciones comunales y otras actitudes que cuestionamos y nunca escucharon. Seguro son éstas algunas de las causas que determinaron el deterioro sufrido por nuestra fuerza. Además, estos argumentos fueron explicados, una y otra vez, por Fernando Solanas, quien fue la sorpresa electoral.”
Al otro día, llegó la durísima respuesta de Kravetz.
“Me opuse –y de hecho, denuncié– a muchos proyectos oscuros de la gestión macrista. Frené el millonario contrato de recolección de residuos que incumplía la Ley de Basura Cero. Impedí el tratamiento de iniciativas que habrían sido críticas no sólo para los vecinos que hoy viven en la ciudad, sino para las generaciones por venir. Lo hice porque para eso estoy. También acompañé algunas propuestas del gobierno sin las cuales les habría sido imposible administrar la ciudad. Con modificaciones, con acuerdos claros y de cara a la sociedad, pero voté. Repito: no hay forma de gestionar sin un puñado de normas esenciales. Es fácil la política de café para los que no tienen que darles explicaciones a los porteños. Yo prefiero fiscalizar obsesivamente cada letra de Macri, pero sin esa mezquindad barata de apostar a que le vaya peor de lo que por su propia inutilidad le va. Si el kirchnerismo hubiera tenido un mejor candidato, tendría más diputados. Filmus no contuvo a los propios ni sedujo a los otros porque –entre otras cosas– prefirió a los Fuks antes que a dirigentes sociales o a figuras de la cultura y el deporte.”
No nos vamos a meter con las descalificaciones y los tiros por elevación del artículo. Llama, sí, la atención el hecho de que el centro de la discusión pase por el apoyo o el rechazo al macrismo, y no por la(s) propuesta(s) política(s) propia(s). Se perdió por la imposibilidad de capitalizar los errores del macrismo, es cierto, pero ese rubro merece desagregarse.
Ciertamente, el bloque “K” pocas veces se interpuso entre el macrismo y sus objetivos. El caso de la ley de seguridad porteña, que incluía el nombramiento de Palacios, o la pasividad de los legisladores ante el conflicto educativo que sacudió a la ciudad en 2008, la complicidad con recortes presupuestarios sistemáticos y otras yerbas son parte de la rendición de cuentas que nos tocó en las urnas.
Ciertamente, no hubo en estos años conducción estratégica para el kirchnerismo local. La delegación en Alberto Fernández nos dejó en manos de una conducción tan poco hábil como vertical, que nunca supo interpelar el humor social, y reprodujo en pequeña escala los errores de construcción del kirchnerismo a nivel nacional, con el agravante de que se trataba de un distrito que no contaba con una estructura partidaria de referencia, papel que cumple el PJ en el resto del país.
Por eso, no sorprende el resultado, así como tampoco el “doble juego” de un sector del justicialismo local, más interesado en acomodar candidatos con Macri, o en reclamar parte de la brillante elección de Solanas, que en definirse de una buena vez por una opción política. En lugar de ello, se han dedicado a imaginar todos los escenarios posibles del postkirchnerismo, para tratar de quedar bien parados pase lo que pase, con Macri como con Reutemann. Lo que no queda claro es en representación de quién. ¿De una inexistente identidad peronista, quizá?
Es en esa línea que debe interpretarse el desplazamiento formal de Alberto Fernández, así como la asunción de Juan Manuel Olmos y las esquivas definiciones “no kirchneristas” de Víctor Santa María. Quedémonos con las palabras de Olmos, quien, según sus propias palabras, llega porque “Se termina una etapa y comienza una nueva. Concluye la idea de que el peronismo en la ciudad debe ser funcional a las fuerzas políticas menores. Termina la etapa de los que creen que hay que diluir nuestra identidad porque no se pueden ganar elecciones.”
Impresionante. Ahora, ¿qué trabajo militante respalda esa aseveración? ¿Locales, Básicas, sindicatos, organizaciones sociales? Poco y nada: la nueva panacea son las elecciones internas, que permitirán “llegar a 2011 con un candidato a jefe de Gobierno que represente al peronismo.”
De nuevo, poco de política, siquiera en clave vecinal. En ese sentido, los “nuevos jefes” son iguales que los anteriores: gerentes de la política antes que sus ejecutores, e incapaces de construir una alternativa. Como señala el compañero Benítez, “aunque rara vez supo ser mayoritaria en la ciudad de Buenos Aires, la que fuera una fuerza impulsada por el espíritu y los ideales más transformadores de los últimos sesenta años en el país, en Capital hoy se ha convertido, lisa y llanamente, en un montón de palabras vacías y una personería jurídica. Filosofía barata y un sello de goma.”
Y sí, no hay mucho más. Veremos cómo se reordena el escenario a partir de diciembre. Lo que está claro es que, sin un proyecto alternativo, habrá poco con qué trabajar. No pidamos peras a los Olmos.