Si los gorilas se van a poner groseros…

Estoy al borde de las lágrimas. Y cada vez más asqueado y enojado. Sigo recibiendo este tipo de mugre antikirchnerista de gente a la que generalmente le tengo cariño. Mi tristeza y bronca no tienen que ver con el antikirchnerismo en tanto posición política que no comparto pero tolero, sino con la cobardía y la bajeza que han adquirido los ataques exactamente desde la asunción al poder de la rama femenina de la familia Kirchner.

Hoy me mandaron esta foto, que me dejó helado. Si los gorilas se van a poner groseros, hay un par de cosas que quiero que sepan.

Me resulta bastante obvio que un número inusualmente elevado de machos argentinos desprecia o teme a la concha.

Pero lo que a mi siempre me sorprende es cuando una mujer –y ésta no parece tener mucho más de 18 años– emplea ese rincón apasionante de su anatomía –que es su documento de identidad sexual y de género, y la ruta obligada y necesaria de esa gesta épica que es la perpetuación de nuestra especie– para insultar a otra mujer.

Los que han leído a Frank Fanon, por ejemplo, saben que el rechazo por uno mismo dirigido a los demás que son como uno no es una conducta inusual. Y Fanon y otros han explicado bastante bien por qué no es inusual y a qué se debe.

Los que escuchan rap o ven las películas de Spike Lee (yo no escucho el uno ni he visto ninguna película del otro entera por varias razones que tengo) saben que muchos negros norteamericanos –pero para nada la mayoria– se llaman entre ellos «nigger», un despectivo empleado históricamente por los racistas blancos para denigrarlos.

No es inusual, pero a mi me resulta muy doloroso.

No puedo sino preguntarme qué imagen tendrá esta chica de ella misma cuando se sienta en el bidet a lavársela.

Diego Olivé
(Argentino, reside desde hace años en Nueva York)

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