Ser pillo

El asesinato del jefe de la barra brava de Central abre la disputa del territorio para el narcomenudeo en Rosario. El gobierno de Santa Fe da una respuesta más rápida que verídica para seguir sosteniendo que se recupera la seguridad pública. Por Juan Pablo Darioli

En la remanida cita que dice “lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”, Andrés “Pillín” Bracamonte era una parte característica del orden establecido que se negaba a dejar la escena. En su larga trayectoria como jefe de la barra brava de Rosario Central, sufrió 29 atentados contra su vida, provenientes de los más diversos enemigos y con los más variados intereses. El número 30 lo encontró en Avellaneda y Reconquista, en el barrio de Arroyito de la zona norte rosarina, después del partido de Central contra San Lorenzo y fue letal. La autopsia concluyó cinco tiros para Bracamonte y cinco también para quien lo acompañaba dentro de la camioneta, Daniel “Rana” Attardo. El tirador llegó caminando al costado de la chata donde estaban los barras con otros dos individuos, realizaron unos tiros al aire, según afirman en un audio que se viralizó por Whatsapp –pero que no consta en declaraciones judiciales todavía— y luego los ejecutaron.

De la mecánica de los hechos tres cosas llaman la atención: la primera es que en terreno propio, los tiradores llegaron caminando y nadie ofreció resistencia. Los testigos hasta ahora coinciden en que los agresores también se fueron a pie. Segundo, la falta de luz en sólo dos cuadras de la principal arteria de desconcentración del estadio mundialista después de un partido que terminó a las 21:  ahí mismo se produjo el hecho, a oscuras. Tercero, y que todo el mundo de Central conoce, es que la zona predilecta del Pillín para moverse en las inmediaciones del partido es el triángulo anterior al Parque Alem, formado por la Avenida de los Trabajadores y Frondizi. Allí se reparten las entradas para las bandas de los barrios que integran la barra, etc.

Después del último clásico rosarino, donde “el Andrés” sufrió el escarmiento número 29, estando en su zona de confort, decidió por seguridad alternar esa costumbre. ¿Quién sabía su nueva ruta? Cada uno de estos puntos abonan la hipótesis de una entrega por parte de alguien al interior de “Los Guerreros”. Además de la falla en el alumbrado público, todo se produjo dentro de un operativo policial por espectáculo público que como mínimo cuenta con 500 efectivos, de los cuales ninguno estuvo cerca desde que sonaron los disparos hasta varios minutos después. Puede pensarse que la zona estaba liberada.

A los pocos minutos de confirmada la muerte de Bracamonte ya circulaban mensajes adjudicando el homicidio a la banda de “Los Menores”, que primero comenzó a ser mencionada como un grupo de “pibitos zarpados”, mano de obra sicaria al mejor postor, pero fue creciendo en sus pretensiones y ahora maneja el narcomenudeo en varios barrios de la ciudad de Rosario. De ser cierta y no intencionada esta atribución instantánea, resta saber si fue por motivos propios o fueron el brazo ejecutor de otros sectores. Hay quienes piensan que “Los Menores” le quieren arrebatar algunos barrios al esquema del histórico de la barra para manejar el narcomenudeo; otros, que atrás de los sicarios está la presencia de una de las facciones de “Los Monos”, subordinada a Ariel “Guille” Cantero pero que no sigue a rajatabla sus indicaciones y no respeta los acuerdo que tenían entre Pillín y los Cantero.

La incógnita es si el reordenamiento de figuras va a traer violencia en la tribuna de Rosario Central y/o en la ciudad en general, que viene reduciendo tanto los homicidios dolosos como la violencia lesiva y es una medalla que se cuelgan orgullosos en el Gobierno Nacional, con las perforaciones cosplayers de Patricia Bullrich, y el Gobierno Provincial de Maximiliano Pullaro. El último registro del Observatorio Público de Seguridad de Santa Fe registra en el Departamento de Rosario unos 78 homicidios, contra 218 en el mismo período pero del 2023.

La relación de la ministra y el gobernador, que fuera ministro de Seguridad de Santa Fe 2015/19, con las fuerzas de seguridad es estrecha y por eso es esperable que el ordenador y negociador de la paz santafesina sean los mismos policías. Ante la sola mención de la palabra “pacto”, a los funcionarios provinciales se les ponen los pelos de punta. Pablo Coccocioni, ministro de Seguridad de Santa Fe, rápidamente salió a dar una interpretación corta y funcional: “Es un problema entre barras”.

Nadie que sepa la historia reciente de la ciudad y conozca la talla del asesinado puede pensar que esto termina ahí nomás. Para ser concretos, con el asesinato de Bracamonte ¿se rompió el pacto, o despejarlo es parte de un nuevo órden que proyectan sus firmantes?

El capítulo judicial es otro de los enigmas. El Ministerio Público de la Acusación (MPA) es una herramienta al servicio del gobernador, recientemente utilizada para la detención espectacular de manifestantes e interferir en su disputa con la Corte Suprema priorizando a la Fiscala General, María Cecilia Vranicich, como interlocutora salarial. Ahora tiene el desafío de esclarecer rápidamente el doble homicidio, contra una historia que no les favorece: los asesinatos de gran impacto son una deuda en la justicia provincial. Solamente hay que pensar en Claudio “Pájaro” Cantero, asesinado en 2013, o en el comisario inspector Guillermo Morgans, muerto a quemarropa en 2014. El tándem Pullaro-Bullrich fue artífice del meta-relato que sindicó a “Los Monos” como causante de todos los males, favoreciendo a otras bandas ilegales que crecían mientras todas las fuerzas perseguían a “Los Canteros”. Que la mención inmediata a “Los Menores” haya empezado en los círculos judiciales tiene estas mismas reminiscencias.

El apodo que portaba el número uno de la barra de Central estaba reservado solamente para los vivos. Todas y cada una de las anécdotas dan cuenta de las características que Andrés Bracamonte poseía para que lo denominen “Pillín”. Fuerte en el paravalancha, tejió alianzas que le permitieron permear la institucionalidad del club y de otras organizaciones, como sindicatos, hospitales o empresas, para sacar tajada económica. La semblanza de los negocios probados y los sospechados dan cuenta que tenía un amplio dominio. Él fue más conciente que nadie cuál era la clave de su liderazgo, tanto que la dejó plasmada en la entrevista conocida posmortem que le dio a Germán de los Santos:

Con Pillín Bracamonte se va una forma de gestión de la hinchada. Hay que navegar un poco por las redes sociales para leer las anécdotas de hinchas que comparan el antes y el después de su llegada a la popular que está de espaldas al Club Regatas. También cuando los visitantes podían viajar en el torneo de AFA, era un protector. Su vínculo con la política era marcado pero no obsceno, siempre cerca del peronismo santafesino y secundando al gremio estatal UPCN, del que era delegado su compañero de destino, Rana Attardo. Así como Carlos Pascual, conocido como “el Tula”, también fue un característico barra de Rosario Central que supo hacer las cosas a su manera y en su tiempo, con el Andrés se cierra una era de casi un cuarto de siglo donde “Los Guerreros” cobraron trascendencia nacional e internacional.

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