Secretos y secretitos

Entre los best seller con que la oferta pseudo-espiritual, pseudo-científica y pseudo-sanadora inunda las bateas de las librerías, El Secreto muestra una curiosa interpretación de la culpa.

Para quien habitualmente pulula por las librerías, no constituye ninguna novedad el sostenido éxito de ventas que títulos de toda calaña pseudo-espiritual, pseudo-científica, pseudo-sanadora, vienen teniendo desde hace largos años a la fecha. Basta echar una vaga mirada al sector denominado “autoayuda” y puede darse uno fácilmente cuenta.
Sin embargo, la suerte suele ser despareja y en algunas ocasiones se trata solamente de fenómenos fugaces y, en otras, de efecto más bien prolongado.

En este último caso se enrola un libro que viene arrasando los charts de los últimos meses, instalándose cada vez más en el particular gusto de los argentinos: El Secreto.

El origen del mismo es sencillo y hasta simpático. Resulta que Rhonda Byrne, su autora, un tiempito antes de dar a luz a esta maravilla, venía de mal en peor. A la muerte de su padre, se le sumó el malestar que venía sufriendo en sus relaciones con sus familiares y amigos. Viéndola tan triste, su hija le regala El Secreto, un manuscrito centenario que al parecer, también lo habían conocido personajes tan disímiles como Shakespeare, Newton, Lincoln, Víctor Hugo, el mismísimo Platón y finalmente ella.

Tal fue la satisfacción que este le produjo, que decidió hacer imprimir cantidades industriales del mismo, para que todos lo conozcan y disfruten de sus beneficios. En el camino, de paso, se le ocurrió hacer una película (la cual aún no ha sido estrenada comercialmente en Argentina) e increíblemente se fue sumando al proyecto una cantidad fabulosa de personalidades del mismo palo.

Inmiscuidos en esta heterogénea fauna de profesionales del chantaje, entre coachs, especialistas en ganar dinero, metafísicos y filósofos de toda laya se encuentran, nada más y nada menos, que Jack Canfield, Neal Donald Walsh y John Gray que, del negocio de la “espiritualidad enlatada”, saben mucho, pero mucho. Sólo citar libros de su autoría como Chocolate caliente para el alma (y su gigantesca saga), Dios vuelve en una Harley y Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus, puede darnos una pálida idea acerca de quienes estamos hablando.

Los susodichos escritores aportan su experiencia a la causa universalista de la autora y bastante bien les va, recuperando así, cierta autoridad en el asunto, luego de haber sufrido un pequeño receso en sus éxitos personales. Pero, estos son detalles, nada más. Lo importante es el texto.

La idea madre del libro no tiene muchas vueltas. El gran secreto de la vida es la ley de la atracción, la cual dice que lo semejante atrae a lo semejante. O sea, si uno tiene pensamientos positivos atrae cosas positivas y si tiene negativos, negativas. Según esta tesis, el universo opera como un espejo que devuelve lo que uno está pensando, en este mismo momento, aquí y ahora. Uno al pensar pide un deseo y el universo es como un “genio” que lo concede.

A estas alturas del partido, sería un poco capcioso hacer una generalidad —por eso no la vamos a hacer— pero no por casualidad, el libro procede del “gran país del Norte” —donde ya vendió más de 8 millones de ejemplares, según reza la propaganda— y, a excepción de dos o tres ejemplos más bien pintorescos donde alguien pidió el retorno de un ser amado o de la recuperación de la salud de un pariente, el resto del libro está plagado de infinidad de historias de vida donde el beneficiario se llena de dinero. No podía ser para menos, el éxito siempre es económico, parecieran predicar quienes ejemplifican con sus propias historias, incluida la de su autora.

Pero, esto sucede en el caso de las cosas buenas….y las malas ¿Dónde quedan? A este punto es adonde quería llegar.

Como el universo es “genial” y sólo concede deseos, es carente de todo tipo de ética. Así de simple.

Entre los ejemplos de cosas malas que cita aparecen, así como al pasar, ciertas catástrofes, como bien podría ser el holocausto. No voy a indagar en lo que la autora propone a modo de respuesta, ya que prefiero que el lector por si mismo lo lea para que saque sus propias conclusiones (ver Subnota).

Ahora bien: parece que la mera idea de que todo lo que sucede es deseo del hombre, no sólo elimina cierto grado de moralidad que debería haber para que el hombre siga siendo hombre, sino que también y, como de un plumazo, elimina la existencia o, más bien, el poder de Dios.

Este detalle parece que no le causa demasiada gracia a determinada facción importante del creyente público yanqui, por eso, para restaurar cierta parte del protagonismo del viejo Dios, aparece en escena (y en las estanterías de todo el mundo) un pequeño libro llamado Hay mucho más sobre El Secreto escrito por un tal Ed Gungor. Este afirma, desde la primera página del opúsculo, que si bien no disiente en su totalidad con la propuesta de Byrne, el es “aprendiz de Jesucristo”. Así es como, desde el ala cristiana de esta novedosa física cuántica, vendrán los interrogantes éticos y la restauración del antiguo Jehová.

Creanmé, es un verdadero placer leer cómo este líder, pastor de la Iglesia People´s Church de Tulsa, Oklahoma, pone toda la carne al asador para hacer coincidir la tesis de El Secreto con algunos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento y que este hecho, lejos de excomulgarlo, lo posicione en un lugar menor —pero igualmente redituable— en el ranking mundial de ventas.

¡¡¡Es sencillamente imperdible!!!

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