Salvemos al PT: “Cuando no vemos quiénes son nuestros adversarios, corremos el peligro de comportarnos como ellos”

Por Frei Betto, gentileza de agencia ADITAL, especial para Causa Popular.- El PT no significa partido de la trampa, de la trapacería o de la estafa. Es el Partido de los Trabajadores, que a lo largo de sus 25 años de existencia manifestó poseer muchas virtudes y algunos vicios. Ahora aparece, a los ojos de una amplia parcela de la opinión pública, como un partido «igual a los otros» o «harina del mismo saco».

El horror de la Inquisición en la Edad Media y los recientes casos de pedofilia no oscurecen la historia de la Iglesia, bañada por la sangre de los mártires y abrazada por tantas figuras ejemplares, como Francisco de Asís, Bartolomé de las Casas y la madre Teresa de Calcuta

El hecho de que algunos dirigentes del PT hayan actuado en contradicción con la ética y los principios del partido no significa que haya connivencia del conjunto de su dirección y, mucho menos, de su militancia, gente pobre en general, desempleados, amas de casa, obreros, pequeños agricultores, estudiantes y profesionales liberales.

Excesos, traiciones y corrupciones suceden, desgraciadamente, en todas las instituciones. Hasta Jesús tuvo a Judas en su grupo.

El PT no merece ser llevado a la basura del alcantarillado destapado por el diputado Roberto Jefferson. Necesita ser preservado y depurado, como bien lo percibió el presidente Lula al apoyar a las CPIs, al dimitir el ministro José Dirceu e intervenir en la dirección del partido, agilizando la sustitución de sus miembros por ministros de alta competencia y confiabilidad, como Tarso Genro (Educación), Ricardo Berzoni (Trabajo) y Humberto Costa (Salud).

Nunca me afilié al PT, pero participé de su historia, lo apoyé ante las Comunidades Eclesiales de Base y los movimientos populares. Como ciudadano, constato que él está visceralmente comprometido con el futuro del país.

Si el PT naufragara junto con sus dirigentes que son blanco de sospecha, ¿en qué otro horizonte habrían de canalizar sus esperanzas los pobres? El PT es mucho mayor que sus dirigentes acusados de actuar ilícitamente en el tráfico de partidas de campaña.

En una nación en que el 10 % de los más ricos controla el 42 % de la riqueza y, en el otro extremo, el 10 % de los más pobres se reparte apenas el 1 % de la renta nacional, el PT ha sido la referencia para los cambios hacia la justicia social, a pesar del freno de mano representado por la actual política económica del gobierno.

La hipótesis de la ruptura del PT, lanzada por sectores retrógrados de la política brasileña, es una amenaza para la estabilidad democrática. Sin el PT los movimientos populares perderán su representación política. Es verdad que podrían delegarla en otros partidos progresistas, pero ninguno de ellos tiene suficiente ramificación en el país, ni suscita el entusiasmo confiado de que el PT goza fuera.

Sin el PT en el escenario político brasileño el movimiento popular quedaría huérfano, sin canal de expresión, lo que podría inducirlo al desencanto con la política institucional y desembocar en graves desvíos. Centrales sindicales y movimientos de trabajadores sin tierra podrían ceder a la tentación de transformarse en alternativas partidarias, vaciando sus banderas específicas.

Los movimientos sociales quizás se sientan incapaces de contener la revuelta de sus militantes en búsqueda de vías alternativas, no institucionales, para los cambios sociales. Pero no hay quien pueda garantizar que tales alternativas acaben respetando los límites del estado de derecho.

La lucha armada le interesa hoy, en Brasil, sólo a dos sectores: a los fabricantes de armas y a la extrema derecha, añorante de los tiempos en que el fusil subyugaba a la ley. Sin embargo, no se puede pedir a 53.9 millones de pobres que tengan una paciencia infinita.

A pesar de que el gobierno federal siga implementando políticas sociales innovadoras, como el Hambre Cero, y dentro de ella, la Bolsa Familiar; el microcrédito; el Pronaf; el seguro por cosecha; la demarcación de las tierras indígenas; el cooperativismo; y la ampliación del empleo formal, todavía falta mucho para que sean alcanzados los compromisos históricos del PT, como la implantación efectiva de las reformas agraria y laboral.

Nadie sale incólume de una crisis. Esta que ahora aflige al país y, en el ojo del huracán, al PT, deberá servir para que la nueva dirección del partido -la provisional y la que será elegida en setiembre- repiense sus mecanismos internos de control, sus principios éticos, sus criterios de financiamiento de campaña, su proceso de filiación, de formación política de la militancia y de cualificación de los dirigentes, su visión estratégica de un Brasil menos desigual y más desarrollado.

El PT es garante de una inmensa esperanza, centralizada ahora en el gobierno de Lula. Peor que todas las marrullerías es ver al miedo, frente a las presiones del mercado financiero, venciendo a esa esperanza. No es la corrupción lo que más amenaza al PT.

Es el peligro de que el partido no cumpla su papel histórico de agente de transformación social. Como dijo Lula en la plaza de la Bastilla, en París, se hace grande quien sabe pensar en grande. Si el PT sólo piensa en las elecciones próximas, ciego ante el horizonte de cambios que él mismo descontinuó, acabará apagándose e como una estrella sin brillo.

Y arrastrará consigo la esperanza de millones de personas. Y quedará la desesperanza, en cuyo vientre germinan las malas semillas de la política: el fascismo, el fundamentalismo y el terrorismo.

Salvemos al PT, liberándolo de quien no lo merece. Se trata de salvar la democracia brasileña.

Y que la lección nos sirva a todos: cuando no se da la clarividencia de ver quiénes son nuestros adversarios, corremos el peligro de comportarnos como ellos.

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(Traducción de José Luis Burguet para ADITAL, 5/8/05)

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