Con las PASO cerca, se dan a conocer los objetivos y promesas de gestión de cada fórmula. Sin embargo, no se detectan propuestas relacionadas al sistema de salud dentro de la agenda a corto y mediano plazo de los políticos.
En Argentina, el gasto total en servicios de atención de la salud supera 8,5% del PBI, siendo uno de los niveles más elevados de América Latina; lo cual posiciona al país de manera positiva en la región. No obstante, cuando se analiza la estructura sanitaria y las tasas vinculadas a enfermedades y mortalidad, aparece una problemática de estancamiento que es preciso resolver.
El problema es que desde hace años está amesetada la evolución de muchos de sus indicadores. En 1950, Argentina era el segundo país de América Latina con la mejor tasa de mortalidad infantil. Hoy, está en el séptimo lugar de Latinoamérica. Esto habla de que si bien avanzamos, hay un proceso de “enlentecimiento”.
El sistema de salud argentino se distingue por la segmentación de su composición (conformada por un sector público, uno privado y el seguro social) y su geografía; ya que, al ser un país federal, deja a cada provincia con su autonomía de gestión en la rectoría, financiamiento y prestación de salud.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires generan el 50% del PBI; mientras que Córdoba, Mendoza y Santa Fe, producen tres cuartos del PBI restante; lo que deja a 19 provincias con un cuarto. En todas ellas se debería prestar un servicio de salud de la misma manera, pero no pueden financiarlo. Ni el Ministerio -actual Secretaría- puede equilibrarlo.
La desigualdad queda manifiesta cuando se observa que, según el Observatorio Federal de Recursos Humanos, en el país hay 172.502 médicos de los cuales sólo el 27% se encuentran fuera de la región centro (CABA, Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Santa Fé). De igual manera, la mitad de los establecimientos asistenciales de Argentina se reúnen en las cinco provincias anteriormente nombradas, dejando el otro 50% para las 19 restantes.
Las inconsistencias actuales del sistema argentino de salud será uno de los desafíos a resolver más importantes de la próxima gestión. Dentro de ellas, se encuentran la continuidad de los jubilados en las obras sociales, la superposición de coberturas y la estructura de aportes al sistema, entre otros. Hay que tener cuidado cuando se habla del sistema de seguridad social, obras sociales e impuestos al trabajo, porque ya no hay solo trabajadores formales que aportan. Hoy casi un 20% de los afiliados de obras sociales son monotributistas que aportan un monto fijo de $638; muy por debajo del costo del programa médico obligatorio.
En este sentido, la agenda de salud a mediano y largo plazo para la Argentina debería poner manos a la obra urgentemente en la estructura de financiamiento de las obras sociales y el PAMI. Adicionalmente, la formación y correcta distribución de los recursos humanos en salud será una decisión clave para acercarse a la equidad en la atención sanitaria.
Frente a ello, organizaciones sin fines de lucro trabaja en la formulación de propuestas tendientes a colaborar en la implementación de políticas sociales y sanitarias sustentables, tanto en el ámbito privado como en el público. Pero es fundamental de que la actual Secretaria de Salud vuelva a su jerarquía ministerial.
Durante los últimos 50 años, ha faltado liderazgo en el sector salud de la Argentina. Fruto de ello, el tratamiento de la salud salió de la agenda política de los partidos, lo que devino en el cambio de jerarquía del ministerio a secretaria. El ente regulador en salud debe tener efectiva actividad sobre el sistema de salud y seguridad social.