Diez de la mañana. Estoy en un cubículo de un metro por un metro. Cortinas rosa chicle, luz caliente, un espejo y tres perchas con ropa que cuelgan de la pared. Acá adentro deben hacer 40º grados. Suena Bad Bunny en los parlantes. Desde afuera, una voz que masca chicle me grita: “¿cómo quedó, reina?”. No le digo nada: reina, el jean me queda espantoso. Salgo a la calle. Sólo quiero fumarme un cigarrillo.
Siempre que voy a comprar ropa, tengo que tener el humor para hacerlo. Sé que voy a transpirar, el pelo se me va a hinchar y más de la mitad de las cosas que me pruebe me van a quedar mal. Tengo un cuerpo que no es ni “flaco” ni “gordo”, y, aun así, una gran cantidad de prendas no se adaptan a mi cuerpo: o me quedan diminutas, o me quedan enormes. Dependiendo la marca o el local, puedo ser un S, un M, un L o hasta un XL. Raro, ¿no?
Mientras fumo por Avenida Rivadavia, pienso en la gente con más talla que yo, gordas, gordos, gordes, o en personas que simplemente tienen cuerpos que no se ven reflejados ni en el 20% de esas minúsculas cinturas, ni el 10% de esos jumpers con espalditas de adolescente, ni en el 5% de esas camperas estilo americano. Lo vi con mis propios ojos: personas que no pueden llevarse ni una sola prenda en un local de ropa.
A fines del 2019, después de años de lucha de activistas y, sobre todo, feministas, se sancionó en el Congreso de la Nación la Ley de Talles (nº 27.521), pero por la pandemia su reglamentación recién comenzó en junio de este año. La misma establece que la totalidad de la indumentaria producida en Argentina deberá ser fabricada, confeccionada, comercializada e importada de conformidad con el SUNITI (Sistema Único Normalizado de Identificación de Talles de Indumentaria). Este sistema se basa en el Estudio Antropométrico de los cuerpos de lxs argentinxs, mediante escáners 3D que toman las medidas reales de los mismos. El resultado del estudio constituirá la Primera Base de Datos Nacional de Medidas Antropométricas y permitirá contar con las Tablas de Medidas Corporales de lxs habitantes.
Esta Ley es para festejar, no hay dudas. Pero, a la vez, pienso en lo tarde que se concretó. La cantidad de personas que sufrieron, sufren y sufrirán la discriminación por no tener cuerpos hegemónicos. La cantidad de chicas que siguen, hasta el día de hoy, llorando en los probadores, en los consultorios médicos, en el baño de un gimnasio, en la escuela. Los cuerpos tapados en la playa, en las piletas, en las mismas mesas familiares. Las anorexias, bulimias y depresiones producto de los estereotipos eurocentristas impuestos. Y, sin ir tan lejos, la cantidad de veces que nos miramos al espejo y decimos: podría adelgazar un poco, ¿no?
Estudiando sobre la moda y su relación con los cuerpos reales, partí con la siguiente premisa: el molde de la moda es el cuerpo humano. Pero, ahora bien, ¿cómo son esos moldes? ¿cuáles son las medidas de esos cuerpos? ¿quiénes las imponen?
Llegué a la conclusión de que, a lo largo de la historia del diseño de indumentaria, a nivel global, es evidente que no es la moda la que se adapta a las personas, si no que son las personas las que históricamente intentan y se esfuerzan para adaptarse a la moda. Es decir, en vez de diseñar la ropa en base a los cuerpos, los cuerpos deben modelarse a la misma. Premisa refutada.
También investigué sobre la representación del cuerpo femenino en el arte. La escultura más antigua de la historia, hallada hasta el día de hoy, es la Venus de Willendorf: una mujer. Es una figura femenina de 11.17 cm, tallada en piedra y descubierta en Austria. Se cree que tiene una antigüedad de 25.000 a 30.000 años. La estatuilla representa a una mujer desnuda, con senos prominentes, panza redonda y caderas voluptuosas. Las personas que la tallaron vivían en la edad de hielo, en condiciones muy hostiles, por lo tanto, la gordura y la alimentación era lo que seguramente más deseaban. Hoy, en el siglo XXI, lo que se desea es lo contrario. Y siglo tras siglo, año tras año, el modelo del cuerpo femenino se alejó tanto que, en la actualidad, se encuentra en la vereda de en frente de esa hermosa Venus de Willendorf.
Disculpen si me centro más que nada en los cuerpos femeninos: es justamente porque la mujer gorda es muchísimo más discriminada que el hombre gordo. Hace poco, vi en Internet un experimento donde te mostraban diferentes parejas hetero-cis fotografiadas, y te preguntaban cuál o cuáles te parecían las parejas más “disparejas”: un hombre muy alto con una mujer petisa, una mujer muy alta con un hombre petiso; un hombre muy gordo con una mujer flaca, una mujer muy gorda con un hombre flaquísimo. No hace falta ni que les muestre las fotos para que lleguen a las conclusiones. Vemos miles de parejas donde el hombre puede ser más gordo y no nos causa extrañeza. Pero si vemos que la gorda es la mujer, ¿no pensamos nada? De hecho, vemos muchísimo más aceptados los cuerpos gordos masculinos que los femeninos, en la calle, en la playa, en la oficina.
Agustina Cabaleiro, conocida por su Instagram @onlinemami_, es una activista gorda argentina, y en su libro Te lo digo por tu bien: Sobre ser gordas y ocupar espacios con libertad (2021), lo explica claramente:
“(…) nosotras estamos un paso más atrás. A veces siento que el patriarcado me dice en la cara de la forma más literal: Bueno reina, por ser mujer te vamos a oprimir y te vamos a exigir toda esta lista de forradas. Pero como sos gorda, primero te vamos a tratar especialmente mal hasta que adelgaces y recién ahí te vamos a arrancar a exigir el resto de las cosas (…)”
Volviendo a la Ley de Talles, podemos entender entonces la importancia de la misma: todxs vamos a poder llevarnos ropa del local.
El estudio de los cuerpos de lxs habitantes argentinxs comenzó en 2013, cuando se estaba elaborando el proyecto. A falta de datos y medidas, la directora del INTI Textiles propuso hacer un estudio y, en 2014, se compró el primer equipo que permitió comenzar a investigar las medidas mediante estudios antropométricos. Los escáners 3D están recorriendo todo el territorio, desde el CCK hasta la Patagonia, desde San Juan hasta el Noroeste. Se tomarán medidas de 15.000 cuerpos argentinxs. Una vez que finalice esta etapa, los resultados se cargarán en u software estadístico para hacer el resumen de las medidas y, así, definir los talles. Se elaborarán tablas y se tendrán en cuenta géneros y edades.
“Según el INADI, el aspecto físico es la segunda causa de discriminación más grande en nuestro país. Esta medida nos va a permitir empezar a deconstruir esos ideales de cuerpos que tenemos y que no nos pertecen” sostiene Mercedes Estruch, activista del movimiento internacional AnyBody, también presente en Argentina. Según los datos recabados por este movimiento, que realiza encuestas anuales, cerca del 70% de la población tiene problemas a la hora de encontrar ropa de su talle. Más de lo que pensábamos.
Ayer se aprobó otra Ley de suma importancia: La Ley de Etiquetado Frontal. Gracias a la misma, todos los alimentos envasados y bebidas no alcohólicas deberán advertir en sus envoltorios los excesos de azúcar, sodio, grasas saturadas, entre otros. Esta medida es clave para la salud de lxs argentinxs, otorgándoles la información necesaria para ser conscientes de lo que están consumiendo a la hora de comprar sus alimentos y bebidas. Tan básico como saber qué estamos comiendo y qué estamos tomando. Y, sobre todo, se deja de poner el ojo en la culpa de una persona si se alimenta mal, si ingiere mucha azúcar, si no tiene un cuerpo hegemónico o si sufre diabetes: las primeras en tener la obligación de ser transparentes y otorgar la información necesaria de sus alimentos y bebidas son las mismas empresas de la industria.
En la primera sesión de Diputados donde iba a tratarse, días atrás, la oposición no se presentó en el recinto. Por falta de quórum, se cayó la sesión. El lobby de las empresas concentradas de la industria había ganado nuevamente la batalla. Pero ayer, luego de un rechazo popular frente a JXC y su postura, hubo quórum y, a la medianoche, la Ley fue aprobada.
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