Por Causa Popular.- A una semana de las elecciones legislativas es la propia realidad la que pide pista en la campaña y recuerda los temas que el gobierno estará obligado a enfrentar el lunes 24, cuando ya se conozcan los resultados finales de los comicios del 23. La inflación, el dólar, la pobreza, y la relación con los Estados Unidos y Venezuela ocuparan los primeros lugares en la agenda presidencial. A pesar de la guerra declarada con el duhaldismo, la herramienta con la que contará el gobierno para hacerle frente a todos estos temas no se ha definido aún. Mientras que el Intendente de la Matanza, y primer candidato a diputado por el Frente para la Victoria, Alberto Balestrini, sacó a relucir la necesidad de una acuerdo pos electoral con el duhaldismo, mientras Carlos Menem arengó por un frente de derecha que se enfrente al gobierno en el parlamento.
Si bien las tendencias para el 23 de octubre están prácticamente definidas -la capital es el único distrito en el que se puede esperar alguna sorpresa-, la mayor parte de las energías de los funcionarios, candidatos y dirigentes políticos continúan volcadas a lograr el triunfo en las elecciones para las que ahora quedan sólo una semana.
Pero la realidad no respeta calendarios electorales y anticipa la agenda que deberá encarar el gobierno al día siguiente del acto electoral
Entre los temas de esta agenda, la inflación se alzó como uno de los más preocupantes. Las últimas cifras demuestran que el fenómeno, lejos de ceder, sigue en un camino ascendente que podría llegar a desbocarse. Lo extraño es que el tema no aparece en los discursos de campaña. Curiosamente, tampoco en los de los candidatos de la oposición.
Como si hubiera habido un acuerdo tácito para no hacer olas, cuando el imaginario social continúa cargando sobre las espaldas de la mayoría de los dirigentes el desprestigio que han sabido ganarse a lo largo de décadas, en las que se despreocuparon de sus obligaciones para ir sólo en la búsqueda de satisfacer sus intereses.
Fue curioso cómo, en el único debate electoral que hasta ahora pudieron presenciar los argentinos -sólo los que pueden pagar la televisión por cable- ninguno de los dos candidatos opositores mencionó la gravedad del crecimiento de los precios, un tesoro que la realidad les servía en bandeja para ganarle al oficialismo, al menos en la retórica de esa competencia de ideas.
Mauricio Macri por la centro derecha, y Elisa Carrió por la centro izquierda, dejaron pasar a Rafael Bielsa, el hombre de Kirchner en la contienda electoral de diputados por la Capital Federal, el tema de la inflación, cuando el canciller, al enumerar los logros macroeconómicos de la actual administración, afirmó que ese fenómeno estaba “controlado”.
Lejos de estar controlada, la inflación es uno de los temas fundamentales para el futuro económico de los argentinos. Mientras que el acuerdo para fijar precios máximos fue un fracaso estrepitoso, algunos de los viejos analistas de la City porteña que otrora asustaban a la población con el riesgo país, montados sobre un índice que crece en forma permanente, desempolvaron su discurso para alertar del riesgo de que el gobierno esté obligado a realizar una nueva devaluación cuando se desboque realmente la inflación.
Pero no todo es inflación para el remanido libreto con el que la City porteña cachetea a todo gobierno que tiene delante y que no hace lo que le exige. En estos días también está pendiente por lo que haga el todopoderoso Secretario del Tesoro norteamericano con la famosa tasa de interés de su país.
El discurso confrontativo de Kirchner les molesta, y advierten que la proximidad del acto electoral y las continuas arremetidas de la Casa Rosada sobre el sector empresario, configuran un horizonte difuso para quienes proyectan negocios.
Claro está que cuando un equipo se defiende, y el contrincante en lugar de continuar el ataque le sede terreno para que recupere las posiciones perdidas, éste lo aprovecha sin vacilarlo demasiado, a no ser que sea medio timorato, algo que el capital financiero no ha demostrado en ninguna parte del mundo.
Fue el mismo Lavagna que delineó un plan económico basado en un alto superávit para pagar la deuda externa, mientras se mejoraban las condiciones para atraer las inversiones de capitales extranjeros.
No parece estar nada cerca lo que algunos especulan puede pasar después de octubre, que la importante cantidad de dólares ahorrados por el Estado sean invertidos en el aparato productivo. Pero no, la apuesta vuelve a ser la misa a la que nos acostumbraron durante los 90.
Así las cosas, los operadores salieron a decir que el clima de inversiones, en un país que aún no salió definitivamente del default y “donde las empresas se ven diariamente acosadas por ataques políticos y sindicales”, se torna imprevisible. En la misma línea por supuesto se encuentran las protestas y conflictos gremiales.
Para estos voceros del capital financiero, en este contexto no resulta entonces extraño que la suba del dólar que ya roza los 3 pesos tenga una íntima relación con esos temores del establishment local. Sin embargo, en el alza del billete verde subyacen dos teorías.
La reflexión que con reserva realizó un encumbrado hombre de negocios es la confirmación que las pretensiones del capital financiero no han cambiado y que sus hombres aguardan agazapados cualquier debilidad de la Casa Rosada para volver a escena: “En realidad lo que ha ocurrido aquí es que el gobierno se ha comido la devaluación del 2002.
Por alimentar el populismo con incrementos salariales más allá de la productividad despertó al monstruo inflacionario, le dio vida y ahora no sabe como controlarlo. Esto se volvió en contra de todos y está modificando fuertemente la estructura de todos los contratos.
De esto no se salvan tampoco los exportadores ya que la ventaja que tenían después de la crisis se va diluyendo. El actual tipo de cambio ya no resulta competitivo para las exportaciones argentinas. De allí que en el ambiente empresario se da por descontado un dólar cómodamente por encima de los 3 pesos”.
Paralelamente, todos en el ámbito político asumen que se les han despertado nuevamente muchas dudas porque, como dijo un operador del mercado, “no sabemos con cual Kirchner nos vamos a encontrar a partir del 2006”.
La duda es si Kirchner va a continuar con esta orientación de confrontación con el empresariado o bien habrá un Kirchner mucho más abierto al mundo de los negocios.
También irrumpe la realidad en otra cuestión no menos delicada: la proximidad de la Cumbre de las Américas y la llegada de George W. Bush en la Argentina.
Aparte de la ola de bombas panfletarias en bancos y empresas norteamericanas que se produjo la semana pasada, habrá que hacer un gran esfuerzo de imaginación para adivinar cómo el presidente Kirchner recibirá en su casa, como anfitrión, a un presidente al que suele atacar -con razón, pero con nula diplomacia- y cómo le dará la bienvenida, por ejemplo, a otro mandatario que lo irrita por su superioridad en la contemplación internacional: el brasileño Inacio Lula da Silva.
Menos Fidel Castro, eterno excluido de reuniones de la OEA, 34 presidentes el próximo 4 de noviembre dirán una maratón de discursos en el Hotel Hermitage de Mar del Plata y tendrán su foto de familia. La ambigua relación que el gobierno ha tenido con los Estados Unidos entra en un momento de definiciones.
La relación con Venezuela -enemigo número uno de Bush-, y las discrepancias en la declaración y en agenda para América Latina que quiere imponer el Imperio con el ALCA a la cabeza serán los temas trascendentes.
El futuro del PJ después de octubre
Pero por debajo de la puja en los grandes cartapacios del escenario mundial, las declaraciones que realizó el candidato a diputado por el Frente para la Victoria Alberto Balestrini, el pasado lunes, desempolvó la posibilidad de acuerdo o no después de octubre entre las que, en última instancia, hasta ahora no parecen ser más que líneas internas de un mismo partido.
Esto último es lo que piensan quienes consideran que Kirchner puede convertirse en el jefe único que necesita el partido justicialista, y del que careció luego de la debacle de Menem en el 99.
Sería una oportunidad histórica para no mantener disgregada la conducción de múltiples caciques que funcionen como una confederación de partidos antes que como una fuerza unificada. A pesar de las desmentidas de un lado y del otro, desconociendo los dichos del caudillo de la Matanza, este podría ser uno de los escenarios más probables después de octubre.
Quienes desde afuera del PJ se plegaron a construir el Frente para la Victoria, apuestan a la creación de una democracia a la europea. En este esquema existirían dos grandes tendencias de centro izquierda y de centroderecha, sin partido definido, sino como coalición de partidos con sus fronteras tan diluidas como las de los países.
Este último parece ser, el esquema que desde la vereda de enfrente parece sostener quién será senador por La Rioja el 24 de octubre: Carlos Saúl Menem. Para el ex presidente esperan “tener en el Congreso un bloque de derecha o centroderecha contra este neosocialismo de izquierda (sic). Vamos a incorporar a todos los que se quieran sumar a este proceso”, añadió Menem.
Si el próximo 23 de Octubre, Kirchner consigue ratificar su conducción deberá resolver si asume la coronación con las exigencias que el reinado del PJ impone o funda una nueva fuerza con los retazos de los viejos partidos. De una forma u otra, la voz de las urnas abrirá un nuevo ciclo en la vida del partido mayoritario de la Argentina, así como en su pueblo.