El Banco Central (BCRA) es una pieza clave en la administración de una situación tan delicada como la que recibió Alberto Fernandez al iniciar su gestión. Es la entidad encargada de seguir de cerca la cotización del tipo de cambio oficial y de los dólares paralelos (MEP y “contado con liqui”). Después de una fuga de capitales que alcanzó los 80.000 USD millones bajo el gobierno de Juntos por el Cambio, para hacer eso correctamente no cuenta con muchos instrumentos. Como resultado, le quedaron al país enormes compromisos en moneda extranjera sin los dólares necesarios para afrontarlos. Y para peor, ese endeudamiento ni siquiera se tradujo en la generación de empresas que pudieran generar esos dólares a futuro.
Le guste o no, al gobierno en general y al BCRA en particular, le toca administrar la escasez. Para esto contaba, en teoría, con una ventaja. Las medidas que restringían el acceso al mercado de cambios (el famoso “cepo”) estaban mejor diseñadas que aquellas, bastante discrecionales, que se habían aplicado en el gobierno de Cristina Kirchner (recordemos que Macri le devolvió a los que habían comprado dólares una buena cantidad de pesos, algo devaluados, pero devueltos al fin). Además, algunas de las autoridades del BCRA ya habían participado de la gestión anterior, por lo que podría esperarse que sepan manejarse en una economía con restricciones al mercado de cambios y puedan anticipar algunos movimientos.
Sin embargo, en algunos frentes el Banco Central parece haber corrido de atrás. El primer caso fue la corrida en el dólar paralelo durante agosto y septiembre del año pasado. Se había llegado al irrisorio número de 4.000.000 (actualmente son entre 200.000 y 400.000 mensualmente) comprando dólares en el mercado oficial al valor “solidario” que después hacían puré en el dólar blue. Personas que, lamentablemente, en su enorme mayoría no tenían esa capacidad de ahorro e incluso se hacía con fondos girados por el propio Estado en el contexto de la pandemia. Los dólares se dispararon hasta que adecuaron la normativa y dieron señales de intervención, especialmente en los dólares MEP y CCL.
En una combinación que le agregaba inconsistencia en ese período, desde abril el gobierno había inyectado muchos recursos en la economía a través de distintos canales. Uno de los canales de inyección fue a través las transferencias directas (IFE y ATP) y el otro fue a través de enormes facilidades en el crédito. Eso produjo como efecto secundario que las tasas de financiamiento cayeran a niveles históricos: tasas en pesos al 1% mensual con tasas de inflación del 1 a 2% y tasas de devaluación del 3 al 4% mensual. Un esquema con todos los incentivos para que nadie liquide una sola exportación y se financien con crédito barato las importaciones. Era inviable esta situación con un BCRA ausente del mercado de dólar MEP, esperando que se estabilizara solo por la suba de precio.
Si se considera que cualquier Banco Central no puede simplemente “borrarse” del mercado del dólar oficial cuando no hay controles cambiarios, cuando sí existen esos controles y surge automáticamente una “brecha”, lo lógico es que el Banco Central esté listo para actuar en los dos frentes. Por más que esté regulado, no puede tener una posición de “libre flotación” en el paralelo y otra de intervención en el oficial. Eso tardó en incorporarse al programa de política económica y, después de un costo un poco alto, se terminó haciendo.
¿Cómo intervino en esos dólares paralelos? Primero conviene conocer cómo es la operatoria que, vale aclarar, es completamente legal y tiene algunos requisitos (los cuales son cada vez más) que son preciso conocer para accionar de acuerdo a la normativa vigente. La operación para una persona cualquiera que quiere comprar “dólar MEP” arranca con sus pesos en una caja de ahorro y luego se transfiere a una cuenta comitente (similar a una caja de ahorro pero es la que está administrada por un agente de bolsa para la compra-venta de títulos y acciones). Con esos pesos se compra un bono que luego de pasar el plazo definido por las regulaciones se puede vender en dólares. Entonces, al acreditarse la venta del bono en la cuenta, la persona que empezó con pesos terminó con dólares. De ahí surge el tipo de cambio del dólar MEP. El BCRA para intervenir tiene que jugar a la inversa. Con los bonos que ya tiene en su poder los debe vender en pesos y para evitar que se dispare su cotización, se para del otro lado del mostrador y los vuelve a comprar en dólares.
En los últimos meses se reeditó un escenario en el cual el Banco Central estaba pasivo frente a una demanda de dólares constante, en este caso como pagos anticipados de importaciones. Hace dos semanas se hizo público el Balance Cambiario en el cual la entidad muestra el resultado de todas las operaciones en las que interviene la moneda extranjera. Allí se mostró que, para el mes de agosto, los pagos anticipados de importaciones habían alcanzado los 953 millones de dólares, el registro mensual más alto desde julio de 2015. Este nivel de pagos de importaciones de forma anticipada está muy por encima del promedio de los últimos años en relación al producto. Si producimos menos que en 2015 ¿cómo es que estamos en niveles de importaciones superiores a los de ese período?
La respuesta regulatoria llegó tarde nuevamente, igual que el año pasado. Hoy en día la toma de decisiones se hace con información disponible de forma inmediata, esperar más de un mes para tomar estas decisiones en un contexto de escasez de divisas puede ser muy caro para la estabilidad macroeconómica. Contar con menos reservas implica un margen menor de maniobra para administrar la brecha cambiaria y para garantizar la importación de los sectores verdaderamente sensibles
Es evidente que administrar las importaciones y restringirlas tiene impacto en la actividad económica. Cómo se hará para garantizar un crecimiento del 4% del PBI el año que viene, como lo señala el presupuesto enviado recientemente al Congreso, con un escenario de restricción externa es una incógnita difícil de responder. Lo más costoso sería haber dejado pasar una oportunidad para impulsar una reactivación basada en los sectores que no demandan dólares y pueden crear rápidamente puestos de trabajo respondiendo a las demandas sociales concretas: hábitat, vivienda e infraestructura social y de ciudad. Hay ahí una agenda pendiente de exploración que el nuevo contexto de la vacunación hace posible. La política económica tiene pocas balas y tienen que ser utilizadas quirúrgicamente. Desperdiciar esos recursos con reacciones tardías agrava todavía más el escenario. Llamativamente, estas cuestiones no estuvieron en el centro de las cuestiones planteadas por la vicepresidenta. Tal vez nadie esté dentro del gobierno mirando estas cuestiones. Pero es uno de los frentes que más ha complicado la gestión actual que buscaba “tranquilizar la economía”.