Radiografía de una impostura: qué hay de cierto en la lucha de Estados Unidos por los derechos humanos

Por Causa Popular.- En su afán de disponer de los recursos naturales del planeta, Washington profundizó en los últimos años su táctica llamada “guerra preventiva”. Para ello, y aunque el poderío militar con el que cuenta no tiene par en el mundo, necesita legitimar sus acciones ante una opinión pública mundial que cada vez tolera menos las consecuencias de sus medidas inconsultas. No sólo debe encontrar aliados en sus cruzadas, sino también convencer a su propio pueblo que sus objetivos son para el bien de la humanidad. La política guerrerista que despliegan en el planeta la justifican simbólicamente en torno a la tensión entre países buenos y países malos, entre países democráticos y antidemocráticos. Para lograrlo, se presentan ante el mundo como los defensores de los derechos humanos. Pero detrás de la imagen que Washington impone al mundo, hay una dramática realidad interna poco conocida que puede dar una dimensión de la inescrupulosidad de los Estados Unidos cuando habla de derechos humanos, mientras los vejámenes cometidos en Guantánamo ya resultan inocultables.

Desde la caída de los países socialistas a fines de los 80, los Estados Unidos, gozaron de la absoluta hegemonía a nivel mundial. Los cruzados del libre mercado y el sistema democrático se tomaron en serio la idea del “fin de la historia”, y pudieron gozar de los augurios que le deparaban al capitalismo vida eterna.

Sólo Cuba elevaba una inofensiva voz en las reuniones multilaterales en las que se le permitía participar. Por entonces, se delineó el actual orden mundial a imagen y semejanza de esta potencia hegemónica que salió vencedora de la Guerra Fría.

Finalmente sucedió lo que muchos vaticinaban aunque sus voces no tuvieran lugar en los medios de comunicación masivos. El saqueo producido por las políticas de libre mercado y el capitalismo monopólico revivió la lucha de los pueblos. Este proceso coincidió, no por casualidad, con el surgimiento de la política de la guerra preventiva delineada por el Pentágono luego de la Guerra del Golfo, y radicalizada con los atentados a las torres gemelas del 11 de septiembre.

El derecho internacional, diseñado con la participación excluyente de la diplomacia estadounidense, con apenas un sutil cambio en la relación de fuerzas, pasó así a ser una herramienta inservible para garantizar sus intereses. Hoy, luego de la invasión a Irak, violando el propio reglamento de la ONU, la guerra en Afganistán, la ocupación de Haití, las amenazas a Irán (Cuarto Productor de petróleo), a Venezuela (Quinto exportador de crudo), a Cuba, Corea del Norte y Siria, ya no existe derecho internacional, u organismos multilaterales que Estados Unidos dejen en pie cuando estos no le resultan funcionales a sus intereses.

Todos los caminos conducen a la mentira

En medio de ese panorama desolador, Estados Unidos mantiene detenidos a 500 hombres de 35 nacionalidades en la base naval de Guantánamo. Ninguno ha podido apelar ante un tribunal sobre la legalidad de su detención. En febrero del 2006, nueve de ellos se mantenían ilegalmente detenidos a pesar de que el gobierno norteamericano ya no los considera “combatientes enemigos”. Decenas se encuentran en huelga de hambre y cada día aumentan los intentos de suicidios. La tortura además es el método utilizado por la administracion Bush para obtener información de esos presos.

Aministía Internacional denunció en febrero del 2006 cómo en el centro de detención de Guantánamo se condena a miles de personas de todo el mundo a una vida de sufrimiento, tormento y estigmatización.

Observadores de la ONU que estuvieron visitando los pocos lugares de la cárcel que el ejército norteamericano les permitió, ya recomendaron al organismo que solicite su cierre. En consecuencia, la cárcel de Guantánamo hoy puede considerarse ilegal por la comunidad Internacional. Algo que para otros países podría significar el bombardeo por parte de la OTAN, o de los Estados Unidos, no cambia nada este caso aunque viole toda la legalidad que Washington dice defender “en nombre de la libertad”.

Pero esta política no sólo tiene como objetivo a los enemigos de otros países que se dicen peligrosos para la seguridad nacional. Dentro del país más poderoso del mundo 13 mil inmigrantes ilegales -cuya orden de expulsión no puede cumplimentarse-, se encuentran internados en centros de detención, sin derecho alguno y en situación deplorable. Los negros que solo constituyen el 12 por ciento de la población del país componen el 42 por ciento de los presos condenados.

Según datos publicados en el 2003 por el semanario mexicano La Jornada, en el año 2000, 2 millones 71 mil 687 presos estaban recluidos en prisiones estadounidenses. En proporción, esta población carcelaria significa 1 de cada 4 personas que están presas en todo el mundo, o sea el 25 por ciento, a pesar que en los Estados Unidos sólo vive el 5 por ciento de la población mundial. Estos datos estarían indicando que Estados Unidos ocupa el primer lugar de población carcelaria mundial en proporción al total de habitantes.

En Texas, Arkansas y Luisiana los reclusos están obligados a trabajar gratuitamente en el campo. Como contrapartida, y con toda la impunidad que lo caracteriza, el gobierno de Estados Unidos ha reconocido que mil torturadores viven en ese país con absoluta libertad.

Además, la brutalidad policíaca es una de las violaciones de los derechos humanos mas grave, perdurable y controversial, que existen en este país. El problema existe a nivel nacional. La pena de muerte se aplica sobre personas desfavorecidas económicamente, de color y con pocas o ninguna posibilidad de contar con un abogado competente. Muchos de los condenados además sufren de retraso mental o son menores en el momento en que se comete el delito por el que fueron condenados, es decir que pertenecen a grupos a los que las normas internacionales de derechos humanos prohíben aplicar la pena de muerte. Ni hablar de quienes fueron ejecutados a pesar de existir serias dudas sobre la culpabilidad.

Pero la gran potencia no sólo viola las normativas internacionales, a muchas de ellas ni siquiera adhiere.

Según un informe realizado por Amnistía internacional, esta es la interminable lista de los instrumentos internacionales de derechos humanos vigentes a los que Washington no se ha adherido:

• pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales;

• los dos protocolos del pacto de derechos civiles y políticos;

– Convenciones:

• contra el apartheid;

• sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer;

• sobre la supresión del trafico de personas y la explotación de la prostitución a terceros;

• sobre el estatuto de los refugiados;

• sobre los derechos de los trabajadores migrantes y sus familias;

• la de Otawa de 1997 contra las minas antipersonales y la convención de los derechos del niño;

• corte penal internacional,

• y 158 convenios de la organización internacional del trabajo.

Los datos resultan contundentes a la hora de preguntarse por la legitimidad de la acción de los Estados Unidos y su encendida defensa de los derechos humanos y la libertad. Ese gobierno viola en su propio territorio todos los derechos humanos que dice defender a punta de pistola por todo el planeta.

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