A continuación del súbito empobrecimiento causado por la mayor devaluación de la historia argentina en diciembre de 2023, que aumentó el precio del dólar un 120% en un día, desde 365 hasta 800, se generó la mayor inflación en dólares jamás vista. Entre 2024 y 2025, el precio del dólar ascendió cerca de un 90%, desde 800 a 1.500, pero los precios internos se incrementaron entre un 200 y un 250%, sin incluir la suba de los servicios y los transportes en más del 300%, con sueldos y jubilaciones que ascendieron apenas un 40% por decreto de un gobierno con exceso de autoritarismo y ausencia de libertades.
Las consecuencias son harto evidentes. Cada billete de 100 dólares puede comprar menos que antes, el salario se redujo a la mitad en poder de compra —lo mismo que las jubilaciones— y la industria perdió competitividad, viéndose además desprotegida por la apertura indiscriminada a las importaciones.
El poder adquisitivo de las familias argentinas fue tan erosionado que, en un país productor de alimentos, se registró un aumento del endeudamiento con los bancos para comprar el sustento básico. Por si acaso, es pertinente dejar en claro que esto jamás había ocurrido en la historia de nuestro país.
Como los ingresos del mes no alcanzan para cubrir las necesidades, se procede a utilizar la tarjeta de crédito para comprar alimentos. El caso paradigmático lo exhibe el CyberMonday, que es una oferta anual para abaratar la adquisición de bienes. En 2025, el producto más vendido fue el papel higiénico; mientras que en 2024 fueron alimentos, un contraste notorio con los años anteriores, en los cuales se destacaron los celulares, la ropa, maquillajes y accesorios para computadora.
Pasando en limpio: antes de Milei, se aprovechaban las ofertas para adquirir bienes de uso; durante el gobierno de Milei, se transformó en adquirir alimentos y papel higiénico, dejando a la vista la destrucción del nivel de vida de las familias argentinas.
Pero, como los ingresos son insuficientes todos los meses, llega un momento en el que la tarjeta deja de tener saldos disponibles y así se procede a pedir préstamos. Se piden préstamos para pagar la tarjeta y para poder seguir comprando alimentos. Eso solo se traduce en una bola de nieve que en algún momento cae por su propio peso. La morosidad y la incobrabilidad empezaron a ser noticia y la situación es alarmante.
¿Cómo puede ser que tanta gente crea que esto es para “arreglar” el país, cuando se sabe abiertamente que los sectores poderosos se están enriqueciendo a toda velocidad y que el país se está endeudando más rápido que nunca?
Uno de los sectores más favorecidos, como siempre y tal como está desenmascaradamente expuesto, es el financiero. Otra vez, la bicicleta financiera. Colocan dinero en operaciones de capitalización con elevadas tasas de interés. Su enriquecimiento se traduce en dólares porque el precio del dólar asciende más despacio que las tasas de interés. Pero véase cuán preocupante se vuelve para las familias argentinas: la suba de las tasas de interés engorda rápidamente los montos de deuda a pagar, transformando el escenario en altamente peligroso. Y crecientemente peligroso.
Como se ha traslucido en numerosos informes previos a este, el esquema de enriquecimiento financiero con déficit financiero en todas las cuentas externas —como siempre ocurrió con el neoliberalismo en sus cuatro ediciones (Dictadura 1976-1983, Menem, Cavallo y De la Rúa 1989-2001, Macri y Milei)— solo se sostiene con endeudamiento externo.
También se ha explicado suficientemente que el endeudamiento consiste en garantizar el enriquecimiento de los mismos que prestan, y que a la vez conduce a un sometimiento financiero del país para luego extorsionarlo y cobrarle la deuda contra la entrega de nuestras riquezas, nuestros recursos e inclusive nuestro territorio. Pero la situación actual es, como se dice en idioma coloquial, más zarpada que nunca.
Bancos norteamericanos como el J.P. Morgan tienen sus dineros colocados en la bicicleta financiera, pero están en pesos. En esta última edición, entraron dólares con un tipo de cambio aproximado de 1.450 pesos y los retiran con un dólar al mismo precio, llevándose toda la ganancia afuera.
500 millones de dólares, a 1.450 pesos por dólar, se transforman en 725.000 millones de pesos, que se colocaron al 20% por seis meses, engordando el monto a 870.000 millones de pesos. Pero, como la ganancia pretendida es en dólares, procuran comprar los dólares baratos. Si el dólar sigue a 1.450 pesos, podrán comprar 600 millones; si el dólar sube a 1.500, adquirirán 580; pero si el dólar sube a 1.800 pesos, se llevarían 483 millones, menos de lo que trajeron. Por consiguiente, los mismos bancos le prestan los dólares al Banco Central de la República Argentina para que no suba su precio y así puedan comprar los dólares baratos.
Queda claro que la ganancia es toda para ellos, sin quedar nada bueno para el pueblo argentino, ya que las colocaciones financieras no generan actividad, producción ni empleo: solo empobrecimiento para el conjunto de la sociedad. Aunque más grave aún es que esos préstamos que se hacen para sí mismos —y que constituyen un veloz aumento de su enriquecimiento— se registran como una deuda del Estado argentino con las corporaciones financieras norteamericanas.
Nunca había sido tan evidente. Entonces: ¿cómo podemos permitirlo? ¿Cómo puede ocurrir que un porcentaje tan elevado de nuestra población sea tan fácilmente engañado?
Una de las mentiras difundidas es que el gobierno de Milei está logrando superávit fiscal, lo cual presupone que el gobierno está gastando menos de lo que recauda. Sin embargo, como es harto evidente, se trata de una falsedad absoluta, ya que este gobierno está generando el mayor déficit fiscal de todos los tiempos.
Lo que hacen es recortar, con la motosierra, la inversión social del Estado y así alcanzan el superávit primario, que no contabiliza los intereses de la deuda. En definitiva, empeoran cada vez más la vida de los argentinos para acelerarle el enriquecimiento al sector financiero, que se está llevando los intereses como ganancias de sus colocaciones. El Estado está gastando cada vez más en intereses, pero Milei y Caputo festejan que tienen superávit primario porque allí no se contabilizan los intereses. ¿Cómo puede ser que tanta gente siga sin poder verlo?
Una de las consecuencias, lamentablemente, tiene que ver con la sanidad de nuestro pueblo. El esquema de vacunación de nuestro sistema público de salud siempre fue una virtud envidiable para el resto del mundo, pero el recorte del presupuesto en vacunación ahora trae como consecuencia el regreso de enfermedades que se encontraban prácticamente extinguidas, como el sarampión.
¿Alguna vez estuvo más claro el asunto de dónde ubicarse en el plano de las disputas? Dicho sea de paso, y para aquellos que dicen que están en el medio: ¿se puede estar en el medio entre la justicia y la injusticia? Porque, entiéndase, en el medio entre la justicia y la injusticia solo se encontrará un poquito menos de injusticia que en el extremo.
