Por Causa Popular.- El flamante secretario de Salud Porteño, Donato Spaccavento, planea privatizar los lavaderos hospitalarios, que aún se encuentran en la órbita del Gobierno de la Ciudad. Spacavento, ex director del hospital Argerich, y ex ministro de Salud de la intervención Federal en Santiago del Estero, asumió en septiembre tras la renuncia de Alfredo Stern, muy cuestionado por las críticas al SAME durante la tragedia de Cromañón.
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En la Foto: Sala de lavado del Borda
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Como sucediera con las áreas estatales privatizadas durante la década del ‘90, los lavaderos hospitalarios fueron progresivamente abandonados por las sucesivas administraciones.
Consultado por Causa Popular, Gustavo Westerkamp, contratado durante dos años por la anterior gestión -ahora despedido- como asesor técnico para proyectos y ejecución de lavaderos, explica que “a esta situación se llega después de atravesar diversas etapas políticas que consistieron en el abandono y desguace del sistema de lavaderos construidos por el esfuerzo de sucesivas generaciones de argentinos”.
Spaccavento, un delfín del presidente Néstor Kirchner, se sumó al gabinete de Aníbal Ibarra como parte del fortalecimiento post – cromañón de la jefatura porteña.
A pesar de que los lavaderos son uno de los lugares más sensibles en los hospitales, porque su deficiente mantenimiento puede dar lugar a que algún virus intrahospitalario sea transmitido a través de la ropa mal procesada, durante años no recibieron la limpieza adecuada, y menos aún el mantenimiento de su maquinaria.
Un informe realizado por Westerkamp, como balance de sus 2 años al frente del lavadero del Hospital Tornú, describe la situación actual: “a los lavaderos de los hospitales nadie los ve, por consecuencia no importa en qué condiciones se encuentran y cómo se desempeña el trabajo en ellos: son un peligro.
A diferencia de Cromañón, la muerte por contraer enfermedades intra hospitalarias ocurre de uno a uno, sin que nadie se entere. Los lavaderos trabajan en condiciones anticuadas al extremo. A tal punto llegan las cosas que en el lavadero del -Hospital- Tornú hace más de 9 meses no entra una sola cuadrilla de limpieza. ¿Cómo puede ser esto posible?”
La inminente privatización de los lavaderos parece enmarcarse en una nueva ofensiva de intereses privados ya incrustados en el Estado, que intentan apoderarse progresivamente del sistema público estatal.
Si bien la salud y la educación fueron dos de los sectores estatales no afectados en forma íntegra por las políticas privatizadoras de la década del 90, administraciones que en principio mostraban su negativa, e incluso fueron elegidas por la población dado su perfil estatal, implementaron numerosas estrategias para que de todas maneras las privatizaciones avanzaran en forma lenta y progresiva.
A eso se suma que el área de Salud de la Ciudad no cuenta con un equipo especializado, por ejemplo, en el monumental sistema de lavaderos hospitalarios, obstáculo que deja la puerta abierta para que el Estado enajene, subadministre o desaproveche las infraestructuras que ha heredado de etapas previas donde resultaba impensable que un hospital público desguazara algunas de sus funciones operativas y las pusiera en manos de terceros.
La crisis en la salud pública transcurre casi inadvertida, pero lo cierto es que si la Ciudad contara con especialistas en temas como éste, no desaprovecharía lo bueno que queda de la insuficiente y muchas veces deteriorado aparato estatal que resiste gracias al compromiso de miles de trabajadores de la salud.
En la actualidad de los 33 hospitales de la ciudad de Buenos Aires, 18 de ellos cuentan con lavaderos propios, mientras que otros 15 ya tienen el servicio mercerizado. Como queda demostrado, cuando el Estado no vendió por completo, fue tercerizando varias de sus responsabilidades.
Este último, es el camino que parece retomar el sistema público de la Ciudad con la asunción de su nuevo secretario de Salud, el doctor Donato Spaccavento, un delfín de Néstor Kirchner, que ocupaba la dirección del Hospital Argerich, el mismo nosocomio que eligió el presidente para su atención personal.
Sin embargo, la tendencia hacia la privatización del Sistema Público de salud no parece ser responsabilidad exclusiva del flamante secretario del área en la Ciudad. Gustavo Westerkamp, consultado por Causa Popular, explicó que la privatización no se debe solamente al cambio de gestión en la secretaría de salud: “hay toda una cantidad de intereses que van por encima de los funcionarios de turno, cada vez que asume un funcionario lo presionan, y le acercan las ideas que no pueden realizar en otros determinados momentos, o sea que la privatización de los lavaderos es una idea que venía de antes.
Hay intereses en los ministerios y secretarias que son anteriores, y pueden funcionar o no según el secretario de turno.”
Según Westerkamp “lo que pretenden hacer ahora es entregarles los lavaderos que están en los hospitales, tal cual están, y que ellos -quienes ya manejan el lavado de los 12 hospitales que no cuentan con lavaderos propios- laven con su propia gente, cobrándole al Gobierno de la Ciudad un precio por el lavado de la ropa.
A través de una licitación ellos tomarían el lavadero, lo pondrían en condiciones y lavarían la ropa. Esta es la idea que está circulando”.
Más allá de los problemas propios de un área tan sensible en la estructura de un hospital, para Gustavo Westerkamp, “el Estado sigue llevando adelante una política errática, o sea que no resuelve el problema de fondo, primero prueba tercerizar con lavados exteriores, ahora prueba entregarle los lavaderos a una empresa que no tiene nada que ver con el oficio del lavado y que se dedica al mantenimiento. El Estado lo que quiere es sacarse de encima los problemas.” En vez de resolverlos trabajando
“Esto es tender a la tupacamarización? del sistema -agrega Westerkamp-, lo que sucede es que el privatizar el conjunto del sistema de salud no es muy fácil, porque primero habría resistencia general de la población a ello, sobre todo en este área, que es emblemática, intentan hacerlo por partes, y a eso le llamo tupacamarización. Así como privatizaron las cocinas. Como no atacan al sistema, el conjunto del sistema de salud no reacciona, y como el sistema de salud está dividido en varios gremios, no hay un espíritu de cuerpo colectivo para defender bien, y cada uno queda librado a su fuerza y así están más vulnerables.”
En un informe sobre la situación de la salud en Argentina, los doctores Gonzalo Moyano y José Carlos Escudero, enmarcan históricamente el papel del Estado como prestador de la Salud pública: “el sistema de salud en Argentina tuvo un particular impulso de inclusión desde fines de la década del ’40.
Sin embargo, en los años posteriores este impulso quedó diluido (en parte por falta de interés desde el Estado, en parte por la influencia de las Obras Sociales sindicales que constituyeron a la vez un recurso que sirvió de contención para las demandas de salud de los trabajadores y una excusa para que el Estado tomara distancia de sus responsabilidades) hasta que, en los ’90, se tomó la fuerte decisión política de avanzar contra el Estado como prestador.”
Una tendencia que al menos en la Ciudad de Buenos Aires no se ha revertido.