Preocupación por el periodista Fabián Kovacic

Reconocido entre sus colegas por su perseverancia y consecuencia, Fabián Kovacic se desempeña desde hace años como corresponsal en Buenos Aires del semanario uruguayo Brecha y es docente de la Carrera de Comunicación Social de la UBA. Entre las preocupaciones rioplatenses más sentidas está el esclarecimiento de los crímenes cometidos en el Centro Clandestino Automotores Orletti durante la última dictadura militar. Detrás de esos rastros viene trabajando Fabián y así lo ha ido reflejando en sus artículos. Según informó el matutino Página 12, a principios de este mes, “el periodista había sido amenazado en el centro de esta ciudad por un sujeto de unos cuarenta años que lo golpeó con un diario y le advirtió: “No rompas más las bolas con Orletti”, en referencia a sus notas sobre el centro clandestino de detención del Plan Cóndor.”

Según informa el diario, “el jueves 9 de agosto por la tarde Kovacic fue increpado por un desconocido en Piedras y Avenida de Mayo. Sorprendido por la amenaza, atinó a preguntar: “¿A mí me decís? El sujeto lo insultó y se esfumó en dirección a Plaza de Mayo.

El cronista se sorprendió porque llevaba cuatro meses sin publicar notas sobre el tema. Luego de la amenaza, denunció lo ocurrido en la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba) y en el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)”.

Según relata Página, el sábado 18, Kovacic -que colabora, además, en la Secretaría de Culto del Gobierno de la Ciudad- dio clases de Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UBA, en Ramos Mejía 841. Había acordado con su esposa volver a su casa, en San Andrés, a las 17.30. Pero no llegó”. Al cierre de esta edición, pudimos saber que Fabián está sano y salvo junto a su familia, pero la preocupación que desató la amenaza combinada con algunas horas sin saber su paradero, nos llama a la reflexión.

Interrogantes de un pasado que se resiste a ser revelado

A fines de mayo de 2006, en una nota que Causa Popular reproduce en esta edición, Kovacic publicó en Brecha una exhaustiva nota titulada “¿Quién le teme a Orletti?”. En su texto, el investigador reflexionaba sobre una realidad que la gran prensa conoce pero que ha preferido callar: “Los tres poderes de la República Argentina fueron espiados por los empleados de la SIDE, que hasta hace poco torturaban en Automotores Orletti en el marco del Plan Cóndor.

Algunos de los nombres que aparecen mencionados en esta nota comparten tardes de café con Jueces que requieren su captura, legisladores y Secretarios de Estado. Treinta años después de los crímenes cometidos por la dictadura militar en el centro clandestino de detención que completó el tablero local del Plan Cóndor, poco y nada se avanzó desde la justicia en el camino del esclarecimiento de la desaparición de ciudadanos argentinos, uruguayos, chilenos, bolivianos, paraguayos y cubanos. (…) La anulación de las leyes de obediencia debida y punto final, hace casi tres años, reactivó decenas de causas judiciales con tibios pero firmes resultados hasta hoy en otros puntos del país. ¿Qué pasa con Orletti? Una mirada a los últimos 23 años, es decir, la edad de la democracia recuperada, permite echar luz al difícil maridaje entre gobierno civil y Servicios de Inteligencia”.

¿Pero qué cuernos pasa con Orletti?

En momentos donde es vital reconstruir lo sucedido en la historia reciente, las amenazas sufridas por Kovacic nos obligan a retomar velozmente el interrogante que sigue sin contestar. ¿Qué pasa con Orletti? Sucede que, como uno de los casos menos resueltos de los cobardes crímenes cometidos en la última dictadura militar, buena parte de los sicarios que fueron dueños de la vida y la muerte del galpón que tenía un cartel que decía “Automotores Cortelli”, todavía buscan prebendas del poder a cambio de ofrecer información que supuestamente indicaría dónde están los cuerpos de las víctimas.

Lastimosamente y bajo órdenes que todavía se desconocen, varios sicarios transformados en mano de obra desocupada, habrían mantenido fluidos intercambios con miembros del Poder Ejecutivo Nacional para conseguir alguna prebenda que les impida terminar sus días tras las rejas. Posiblemente algunos lo hayan logrado, pero lo cierto es que como una vieja familia mafiosa los laderos del fallecido torturador Aníbal Gordon, aunque se traicionan entre sí, procuran que la verdad no se sepa.

En las catacumbas de Orletti permanecen guardados los rastros que demostrarían cómo la SIDE contó con un grupo operativo que trabajó cumpliendo rigurosos objetivos fijados por Washington y su Central de Inteligencia. Por alguna razón, sus hombres han pasado tantos años en el anonimato y aun son respetados entre los agentes que revistan funciones dentro de las cloacas del Estado.

Orletti es mucho más que una investigación, es una deuda pendiente de la democracia argentina que a pesar de innumerables aciertos en otras causas por violaciones a los derechos humanos, en este caso se mantiene inepta para impartir justicia sobre una veintena de miserables que no duermen tranquilos, que sueñan con sus muertos y que saben lo suficiente como para negociar impunidad y darse el lujo de andar golpeando a un periodista con un diario para que se deje “de romper las bolas con Orletti”.

Cada amenaza, apriete o presión que sufra un periodista como Kovacic, deberá pesar como una piedra en la lábil conciencia de todos aquellos que han permitido que una runfla infecta de asesinos se de el presunto lujo de negociar con la democracia información por impunidad.

Eso no debería haber sucedido nunca y si sucedió, a todas luces la maniobra no ha resultado, caso contrario, un periodista jamás debería sufrir humillaciones de este tamaño por buscar saber la verdad sobre el destino de decenas de vidas. Los miserables, los represores impunes y los sicarios con presunta protección no pueden tener patente de corso en este país ni en la República Oriental del Uruguay.

La barbarie supera los esfuerzos de los gobiernos a los dos lados del Río de la Plata y la investigación de su caso también conduce a quienes hoy están presos por las declaraciones de Jorge Julio López que aún se encuentra desaparecido, detenidos en prisión que conspiran contra la democracia impunemente mientras el cura Von Wernich es procesado y se revela su complicidad, y la de la institución eclesiástica, con la última dictadura militar.

Los cobardes, que aun se mantienen impunes bajo la protección de las Fuerzas Armadas Uruguayas y los buenos oficios de los Servicios de Inteligencia argentinos jamás deberían haber encontrado interlocutores en gobiernos democráticos y eso se transforma en una herida abierta cada vez que alguien que lucha por saber la verdad y tiene que soportar que encima lo amenacen cobardemente.

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