Poéticas de la memoria

Sobre “Nueve” (Editorial Dequerusa), de María Toninetti

nueve

¿Cómo escribir poesía después de nuestro Auschwitz? La pregunta adorniana acerca de si era posible escribir poesía luego del horror de los campos de concentración fue reformulada a lo largo de las décadas, puesto que se repitieron escenas de horror en otros tiempos y latitudes y, sin embargo, la poesía persiste. El tema es la respuesta: ¿cómo escribir poesía después de saber lo que pasó en los casi 350 campos de concentración-exterminio que funcionaron de manera sistemática en once de las 23 provincias argentinas entre 1976 y 1982? Las respuestas -puesto que no hay una- debemos buscarlas en la producción poética que, de manera sostenida se vino realizando en nuestro país desde los mismísimos años de terror dictatorial, pero por sobre todo, en las últimas dos décadas, pongamos por caso, desde la emergencia de HIJOS a nuestros días.

 

María Toninetti, nacida en la ciudad de La Plata en 1975, es hija de militantes de la organización Montoneros que fueron capturados por el aparato represivo del Estado durante la última dictadura cívico-militar y aún permanecen desaparecidos. El dato no es menor, ni puede ser tomado a la ligera, puesto que los poemas que están reunidos en este, su primer libro, dan cuenta del desgarramiento de una voz –que expresa un dolor singular, pero también un grito colectivo que nace de las entrañas de nuestra historia nacional– que, más allá del tono, tiene en sus modos de expresión una marca generacional.

«¿Cómo escribir poesía después de saber lo que pasó en los casi 350 campos de concentración-exterminio que funcionaron de manera sistemática en once de las 23 provincias argentinas entre 1976 y 1982?»

“De niña guardaba mis juguetes, aun sabiendo que ya nada estaría en su lugar”, puede leerse en uno de los poemas de Nueve. Que no sea la tristeza, publicado por Dequerusa editora. Y también: “No hay piel, casi, sino sombra / Ni piel ni hueso, sino sombra”. Son los espectros convocados a la composición textual, en el que no dejan de estar presentes las preguntas: “¿Y el lugar en el que puse tu nombre? / ¿Existe todavía?

 

El libro se presentó el pasado viernes en la librería Punto de Encuentro de la ciudad de Buenos Aires, en una actividad que contó con la presencia de la autora y la música de Mateadoras y Nicolás Rallis. Minutos antes de comenzar, este cronista conversó con María Toninetti.

 

¿Cual es la relación entre el testimonio, la construcción poética y las imágenes documentales?

«El tema de las fotos es muy importante, para mí, para nosotros. En muchos casos, esas pocas fotos conservadas, son las únicas imágenes que tenemos de nuestros viejos».

 

Toninetti explica que las mejores fotografías que conserva de su madre son de cuando ésta era niña, porque su abuelo era fotógrafo. El libro contiene, además de poemas, una serie de collages –realizados por la autora– en los que pueden verse dibujos mezclados con fotos familiares.

 

“Cada foto encontrada es como un tesoro, una pieza más para armar el rompecabezas de nuestra historia, y los poemas el complemento de aquello que las imágenes no nos da”, agrega luego.

«Como otros libros escritos por hijos de desaparecidos, Nueve… invita a pensar la intervención poética también en términos de palabras que hacen justicia»

Cristina Angelini y Luciana Contissa, las editoras, destacan por su parte la importancia que tuvo en su generación la experiencia que desde el organismo de derechos humanos denominaron como “Tesoros”, proyecto que consistía en ir recopilando fotografías y objetos de sus padres detenidos-desaparecidos. María, que además trabaja en el Archivo Nacional de la Memoria, dice entre risas que si no fuera por ella, esas fotografías que aparecen en el libro se hubiesen perdido, porque fue ella quien las conservó.

 

Como otros libros escritos por hijos de desaparecidos, Nueve… invita a pensar la intervención poética también en términos de palabras que hacen justicia, de justicia poética para con aquellos, aquellas, a quienes el terrorismo de Estado privó no sólo de un proyecto político, sino también de su devenir singular, de sus afectos para quienes los siguieron en la línea biológica de su linaje. Para hacer de lo singular y lo familiar un hecho político surgieron los organismos de derechos humanos. Para partir de la familia sustraída pero no para quedarse en el familiarismo existen los textos que intentan hacer justicia poética. Bienvenidos sean.

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