Plata dulce y nostalgias de la vaca Aurora

Los subsidios que entregó el Estado al “campo” entre abril de 2008 y julio de 2009 fueron de $21.700 millones, equivalentes a un ingreso mensual de unos $1.200 para 1,2 millones de desempleados. Para la SRA, “cuando el campo dice patria, piensa con nostalgia en el granero del mundo capaz de alimentar a la humanidad entera”.

Reacia a gobernar por DNU y porque el horno no está para bollos, Cristina Fernández ha puesto su punto de apoyo en el Congreso confiando en las muñecas de Agustín Rossi, Aníbal Fernández y Néstor Kirchner. El año próximo será un lugar más impiadoso. Son varios temas lo que se deciden en las cámaras: todos acaban con “s” de soja.

Si no hay un buen acuerdo con las provincias por el impuesto al cheque, por ejemplo, los gobernadores no resistirán el empeño que han puesto hasta ahora para impedir el avance de la soja. También Oncaa, lechería, Código Aduanero, emergencia agropecuaria, presupuesto, todo se pesa en porotos de soja.

La inminente discusión jurídica sobre el aumento del gas tiene olor a soja: si fuera un impuesto agregado a la tarifa, sería una atribución del Congreso establecerlo, y también lo es la de retomar las que establece el art. 755 del Código Aduanero referido a los derechos de exportación. De soja.

¿Habrá escándalo, volarán floreros y tazas de café, boxeo, y (el juez Rafecas decidió ahora el procesamiento de De la Rúa) nuevas denuncias de banelcos?

¿Lozano volverá a votar mal?

Todo puede ser. La soja es mía, mía…

Aunque no puede descartarse un intento de golpe mediático ultraminoritario, cabe preguntarse si los gorilas de pelo largo no estarán siendo usados para una maniobra de mayor profundidad a la que no es ajeno el peronismo sojero de Reutemann, o quien fuera el candidato en definitiva para correr al gobierno por derecha. Por izquierda, ahora apareció Fernández Meijide.

El toco que se llevan

Los subsidios que entregó el Estado al “campo” entre abril de 2008 y julio de 2009 fueron de 21.700 millones de pesos, equivalentes a un ingreso mensual de unos 1.200 pesos para 1,2 millones de desempleados.

La moda de comparar la relanzó aquí Artemio López la semana pasada, con su correlación entre kilos de pan y salario mínimo. Es cierto, pero también que si pusiéramos una delante de otra las muchas fojas de todos los expedientes penales que incriminan a Carlos Menem, podríamos hacer un viaje de aquí a Kosovo, y aún así sigue libre.

Y no es que uno tenga el “pero” fácil de Lozano, quien retrucó a Artemio que no solo de pan vive el hombre. Si lo sabrá él. Ahora los chicos toman la leche con Nesquik.

Cristina parece hablarle a un país europeo. El pan francés le sirvió para tirarle margaritas a los chanchos, a este universo sordo, modelado por ese Gran Hermano Mediático que saltó del desarrollismo industrialista a Expoagro y a las filípicas del ingeniero Huergo, sacerdote del glifosato.

El que avisa no es traidor: tarde o temprano, la Cámara Industrial del Pan protestará con el mismo argumento de Artemio. Los subsidios estatales al “campo”, operando para quitar base de sustentación política a la Mesa de Desenlace, permitieron mantener más o menos a flote la política de ingresos y el nivel del dólar. Sin embargo, tanto la operación como la política entraron a un territorio viscoso y crispado, al Congreso y al frente opositor.

Quejate, quejate, que algo queda

Los lecheros de Venado Tuerto amenazaron con invadir la ciudad de Buenos Aires. De Ángeli amenazó con escrachar a los diputados. Todos amenazan.

A pesar de esa transferencia, el “campo” sigue incólume como “predador insaciable” de los fondos públicos. Son pedigüeños fieles, parapetados detrás de los ciclos naturales de sequía, lluvias excesivas y granizo, cuando no de mangas de tucura, fletes altos o impuestos confiscatorios, siendo el sector de más evade impuestos y que paga el más bajo nivel salarial.

Traduciendo en plata, lo que se quiere es volver a algún tipo de convertibilidad, a las viejas teorías de los fisiócratas, siglo XVIII, según las cuales la tierra era la única fuente de riqueza y absoluta la propiedad privada.

Sin embargo, desde los ‘90, con la introducción de los transgénicos, la actividad agropecuaria se convirtió en subsidiaria del sector financiero. Por eso se defiende a capa y espada a los mercados a futuro, actividad que facilita la concentración de tierras y tiene como principales víctimas a los propios afiliados a una FAA que capituló…

El $1.350.000 mensual girado al “campo” no ha sido suficiente como para que dejen de aplaudir la falacia de Biolcatti en La Rural: “Cuando el campo dice patria, piensa con nostalgia en aquel magnífico granero del mundo capaz de alimentar a la humanidad entera”.

El chilled beef (enfriada) y la carne enlatada no alimentaban a la humanidad entera sino a los soldados ingleses que combatían en Sudáfrica contra los boers, y a los proletarios británicos que producían bienes para exportar a la Argentina impidiendo su industrialización, pero condenaba a la exclusión y a la pobreza a millones de argentinos que no tenían la oportunidad de viajar a París en el paquebote con la institutriz alemana y la vaca Aurora atada, la que proveía la leche diaria a los hijos de la oligarquía.

Como una de las varias consecuencias de este modelo de coloniaje, esos proletarios europeos gozaron de una alimentación más nutritiva que la consumida en “los dominios”, y por ende no pertenecieron a una misma “clase” explotada. El capitalismo europeo terminó repartiendo parte de sus ganancias, aunque no voluntariamente.

Primer Centenario

Los seguidores de la Mesa anhelan celebrar el bicentenario como en 1910. No nos visitarán esta vez reyes y príncipes, porque casi no quedan y los que quedan están sumamente desprestigiados.

Un año antes de aquel festejo, que se celebraría como el de un opulento que tira la casa por la ventana, el presidente José Figueroa Alcorta, abogado de los ferrocarriles ingleses, había decretado el estado de sitio por las huelgas obreras, reprimía, encarcelaba trabajadores, aplicaba una ley de residencia contra los inmigrantes díscolos, había un abismo entre los ingresos de la clase dominante y la base social empobrecida (en su mayoría, los desplazados de la industrialización europea), como lo demostró el informe Bialet Massé. El jefe de policía era Ramón L. Falcón.

Cinco años antes, los radicales de Alem se domesticaron. Sáenz Peña lo hizo. Dos años después los (entonces) campesinos pegaban el “Grito de Alcorta”, y pasaría otro antes de que se viniera la Reforma Universitaria.

Así se construye la nostalgia histórica de Biolcatti, por transfusión sanguínea (de sangre azul) de los Magnasco y Martínez de Hoz, ilustres cabezas de familia de la patria ganadera.

Que no fue un bloque monolítico, como tiende a creerse. Pellegrini, Vicente F. López y otros, entendieron la cuestión de lo ganadero como actividad rentística y apuntaron a industrializar, aunque fuera con una modesta agroindustria y ellos mismos, estancieros.

“Dios es argentino y en Argentina, con dos cosechas nos salvamos.” Lo dice un personaje de Plata dulce, aquel memorable film de Fernando Ayala de 1982 que algunos hoy gustarían retitular como Volver al futuro.

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