Pinchado

Hace poco más de un mes, el Jefe de Gobierno porteño se sentía futuro Presidente, pero hoy no atina siquiera a dar alguna explicación a por qué su nonata policía se dedicó a espiar a troche y moche (corrompiendo al poder judicial de un estado provincial e involucrando a una secretaria del detestado Gobierno nacional) y en cambio plañe por los rincones que los Kirchner lo quieren meter preso. El apoyo de los multimedios evitará su derrumbe inmediato, pero sus posibilidades de disputar la Presidencia de la Nación en el 2011 se han reducido al mínimo. Al punto de que, contra lo prometido y por consejo de su asesor ecuatoriano, Jaime Durán Barba, aunque realizó esta semana el anunciado acto de proclamación de su candidatura… se abstuvo de proclamarla.

La respuesta a la pregunta de si Macri es malvado o un tonto que formuló un Horacio Verbitsky raramente magnánimo (sin considerar que pueda ser ambas cosas a la vez) puede intuirse en cómo se las ingenió para distanciarse al mismo tiempo del papabile Jorge Bergoglio y de las minorías homosexuales a propósito del matrimonio gay, y acaso encontrar una respuesta certera si se analiza su compulsión por rodearse de policías que provienen de los grupos de tareas de la dictadura y/o desviaron la investigación del atentado a la AMIA.

Carlos Menem arregló con el gobierno de Israel dicho desvío (ver acá y acá, nota publicada originalmente en el quincenario Nueva Sión) y alineó con el mismo a los investigadores del Departamento de Protección al Orden Constitucional (Dpoc) de la Policía Federal (disuelto luego a raíz de la multiplicidad de delitos cometidos por sus integrantes en cumplimiento de aquella orden verbal inconfesable) donde revistaba el comisario Jorge “El Fino” Palacios. Luego, al juez Juan José Galeano (los fiscales se alinearían más tarde). Tras lo cual, a fin de apuntalar esa coartada, le pidió a Estados Unidos que el FBI se encargara de supervisar la (des)investigación.

Ford, del FBI a la Famiglia. Gracias a las “relaciones carnales” lo consiguió y el FBI formó un “equipo de tareas” al mando del agente especial Richard Ford. Quien escribe estuvo contratado como investigador del ataque por la propia AMIA desde octubre de 1994 a diciembre de 1997, y en un rapto de ingenuidad visitó dos veces –en 1997 y 1998– la sede del FBI en Washington para advertirle a Ford que –tal como ya había denunciado ante el juez Baltasar Garzón– el atentado había sido cometido por una banda formada por ex policías federales con sólidos vínculos con federales en actividad.

Pasándose estas advertencias por las ingles, el “equipo de tareas” del FBI produjo un informe que respaldó punto por punto la indigerible Historia Oficial (camioneta bomba que habría pasado de Carlos Telleldín a un suicida de Jizbolá a través de un intermediario, etc.) rubricada por el juez Galeano, aunque expresando dudas acerca de que el comisario de la Bonaerense Juan José “El Lobo” Ribelli y sus Patas Negras fueran el nexo. Más allá de que no tuviera nada que ver con el atentado, además de ser el principal recaudador compulsivo de “la mejor policía del mundo” (Duhalde dixit), el licántropo Ribelli había sido entrenado en el armado y colocación de explosivos en los Estados Unidos. Lo que debía causar algún embarazo en la burocracia del Departamento de Estado.

Pues bien, el juicio oral demostró que aquella Historia Oficial era tan falsa como una perla de cristal (aunque el tribunal se cuidó de dejar en pie el timo de la Trafic-bomba, piedra basal del engaño, de modo que se pudiera armar una Historia Oficial II igualmente mentirosa). A pesar de ello, incombustible, Richard Ford es actualmente el jefe de la custodia “de toda» la familia Macri, puesto en el que sustituyó al comisario Jorge “Fino” Palacios. Ambos, junto a quien era entonces y por largos años el jefe de la oficina del FBI en Buenos Aires, William Godoy, están asociados en la importación y comercialización de equipos aptos para espiar, especialmente a través de la intercepción de líneas telefónicas.

Según el espiado cuñado de Macri (ver esta nota de Página 12) fue Ford quien le advirtió a su abogado en nombre de La Famiglie que si no se divorciaba de Sandra Macri iba que “atenerse a las consecuencias”. Fue Leonardo quien identificó a Ford como •jefe de seguridad de toda la familia Macri” y agregó que tenía “los medios logísticos suficientes para realizar escuchas, seguimiento de personas, fotografías y filmaciones”.

Falange Antipobres. Antes de estas zozobras, hubo crujidos de aviso en la nave del PRO. Como la disolución de la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP), su falange barredora de pobres, luego de que por exigencia de la Defensoría del Pueblo, el Gobierno porteño tuviera que reconocer que del raid de 444 operativos ejecutados por la UCEP, casi todos de madrugada, sólo 9 no tuvieron como objetivo expulsar a indigentes, casi siempre personas en situación de calle (ver acá y, de paso, escuchar la precisa canción que Carlos Barragán dedicó a la UCEP).

Coto de caza. Otra advertencia ignorada fue la furia que provoca en los vecinos con automóvil el ametrallamiento de fotomultas combinado con la frenética actividad de enjambres de grúas dedicadas las 24 horas de los siete días de la semana al secuestro de vehículos estacionados en lugares en que rara vez entorpecen la circulación, pero que fueron compulsivamente retirados del usufructo público vía supresión de los permisos para estacionar de 21 a 7, pintada compulsiva de los cordones de amarillo, o de azul (para carga y descarga las 24 horas), artimañas todas perpetradas con la vista gorda de la administración por las empresas STO y SEC a las que, a pesar de tener sus contratos vencidos ¡desde el 2001! se les extendió su coto de caza a barrios hasta hace poco exentos para acrecentar su facturación a pesar del fracaso de la implantación de parquímetros en el Abasto, Barrio Norte y San Telmo por la extendida resistencia de los vecinos.

La reacción de Doña Rosa. El legislador Sergio Abrevaya (CC, ex radical) definió esta política como “un ataque generalizado todo el tiempo y de todos las maneras posibles” con ansías exclusivamente recaudatorias… bien que “por izquierda”, ya que prácticamente nada de los 190 pesos cobrados por cada acarreo pasa a engrosar las arcas de la Ciudad. No hace falta ser sociólogo o encuestador para percibir que la mayoría de los porteños motorizados votaron a Macri hace dos años, y que no fue sólo la sacada jueza de faltas Rosa Parrilli la que montó en Pegaso cuando le secuestraron su auto (en su caso, sin un átomo de razón) sino lo hace un gran porcentaje, acaso la mayoría de quienes se ven sometidos al pago compulsivo de un rescate para recuperarlo. Basta hojear los libros de quejas, una experiencia casi surrealista. Para mayor abundamiento, ver acá. Y acerca de la tardía y parcial reacción del Gobierno porteño, ver en la nota relacionada Discriminación contra el Barrio Norte.

Y/o. Hasta las pasadas elecciones –en las que el caudal de votos del PRO se redujo en parecida proporción a la del kirchnerismo–, Macri parecía estar en la cima, pero hoy el estrépito de su caída, arrastrado por la abortada (al menos, como lo que intentaba ser) Policía Metropolitana (PM) es tan grande que el cronista escribe estas líneas luego de que colegas suyos postularan que Macri es o bien “un perverso” o “un boludo” e incluso le auguraran una eyección del poder todavía más traumática que la del presidente De la Rúa. En una nota que tituló sugestivamente “Alternativas”, Horacio Verbitsky se preguntó si Macri “es un perverso que armó una estructura de inteligencia ilegal o un boludo, porque se la plantaron”. Y Ricardo Ragendorfer escribió que Mauricio teme “que su caída sea peor que la de Fernando De la Rúa” toda vez que “en Bolívar 1 no hay helipuerto”.

Centurias. ¿Cómo pudo producirse semejante derrumbe? Además de las ya mencionadas, Macri también desoyó un coro de advertencias (ver, por ejemplo en ZOOM esta nota acerca del “Fino” Palacios, y esta otra sobre su pulsión maníaca a “pinchar” teléfonos) acerca de los muchos riesgos que entrañaba organizar centurias y guardias pretorianas para competir con las fuerzas de seguridad y servicios de informaciones del Estado nacional. Porque en aras de su soñada conquista de la Casa Rosada, Macri se obcecó, no ya en disponer de una Policía Municipal (o una Guardia Urbana, como existen en Madrid y Barcelona, dedicadas al tránsito, las contravenciones y la solución de contenciosos vecinales) como fueron los “zorros grises” hasta fines de los ’60 del siglo pasado, sino de una réplica de la Policía Federal (PFA), con su Guardia de Infantería antidisturbios y sus superintendencias de seguridad, investigaciones y comunicaciones… amén de una central de espionaje e intervención de teléfonos. Tarea que es bueno recordar la Ley reserva –orden judicial mediante– a la Oficina de Observaciones Judiciales (vulgo, Ojota) de la Secretaria de Inteligencia (ex SIDE).

Tercerizaciones. Ansiaba Macri disponer de un arma ofensiva para espiar al gobierno nacional tanto como, daba por descontado, el gobierno nacional lo espiaría a él. Y así fue como el germen y carozo del servicio de inteligencia en ciernes se dedicó desde antes de ser oficialmente puesto en funciones al espionaje, particularmente al telefónico, a través de un espía con nombre de película, Ciro James. Y, ya que estaban en ello, James y los suyos se pusieron a escuchar a personas inmersas en complejos pleitos privados y societarios por completo ajenos a los intereses del Gobierno de la Ciudad: un hermano del uruguayo Juan Navarro (ex dueño del Grupo Exxel y vaciador compulsivo de muy prestigiosas empresas, asociado a la CIA) ; Carlos Ávila, fundador y socio minoritario de Torneos y Competencias (¿por cuenta de Clarín), gerentes de COTO (¿por cuenta de su dueño?) , el CEO de una multinacional; la esposa de un rico anticuario en pleno proceso de divorcio, etc. La frutilla del postre fue que pincharon incluso las líneas del ya mencionado cuñado de Mauricio. Una confusión inextricable entre lo público y lo privado que une de manera indeleble al macrismo con el menemismo.

Amarretes. Más allá de la sospechosa agresión que sufrió Daniel Leonardo, el cuñado parapsicólogo del Jefe de Gobierno (que bien pudo haberle sido señalado a los delincuentes con el avieso propósito de subrayar cuan embarazosa es la situación en la que se encuentra el Jefe de Gobierno) el hecho de que se utilizaran agentes de tres estados (nacional, misionero y porteño) para “pincharle” el teléfono al marido de Sandra Macri, es un claro ejemplo de la desaprensión por siquiera guardar las formas. Quienes cubren a diario noticias policiales aseguran que hay particulares, ex agentes de la PFA, de la Side o de los servicios de inteligencia de fuerzas de Seguridad, que cobran hasta 2.000 pesos diarios por el delito de “pinchar” un celular, suma que disminuye si se contrata el servicio por un período prolongado. Para ahorrarse ese gasto y conseguir esa intervención a título gratuito, Mauricio (o quienes en su afán de servirle seguramente jurarán haberlo mantenido ajeno a esos detalles escabrosos), pergeñaron la triangulación entre ex sérpicos de la PFA reclutados por la nueva PM como Ciro James, magistrados del (corrompido hasta los túetanos) Poder Judicial de la provincia de Misiones capaces de endilgarle asesinatos a cualquiera (que encima, han obtenido la protección de sus superiores, lo que amerita sobradamente su eventual intervención nacional) y los burocráticos agentes de la “Ojota”.

Pequeño milagro. Semejantes movimientos de la proto-PM no podían ser desconocidos ni por la cúpula de la PFA ni por la Secretaria de Inteligencia (SI, ex SIDE). Es de manual que alguno de los muchos ex federales reclutados por la PM debe haberla mantenido al tanto. A esta posibilidad, no demostrada, pero lógica, se aferra Macri en un intento fútil por tapar sus responsabilidades con la posible existencia de “un infiltrado”. Como si pudiera evitar dar explicaciones sobre las actividades de colaboradores tan estrechos como el comisario Palacios, que aún después de renunciar a la jefatura de la PM, lo acompañó a una reunión con Eduardo Duhalde que celebraron en el San Juan Tennis Club, sobre la avenida homónima al seiscientos, San Telmo. Al fingir demencia, Macri imita la táctica que siguió hasta ahora con éxito Franciso “Colo-Colo” (Colorado y colombiano) De Narvaéz, quien se negó de plano siquiera a intentar alguna explicación para el hecho estridente de que llamara varias veces al celular de “Héctor Benítez”, es decir, el mejicano Mario Segovia, más conocido como “El rey de la efedrina”.

Las trapisondas de la PM tampoco podía ser ignorados por el ingeniero Antonio Stiuso, alías “Jaime Stiles”, numen de la SI, de la cual depende y es parte la Ojota. La torpeza de la proto PM consiguió el módico milagro de que la PFA y la SI, habitualmente enzarzadas en disputas tan sordas como aviesas, colaboraran y se complementaran en el afán de impedir su parición.

Arcángeles caídos. La nueva PM se formó en base a policías de la PFA provenientes de los “grupos de tareas” de la dictadura –como El Fino Palacios y su primera línea de colaboradores, casi todos provenientes de la SSF (Superintendencia de Seguridad Federal, ex Coordinación Federal¬) y de discípulos más jóvenes, muchos eyectados junto a aquellos del servicio activo en las sucesivas depuraciones ordenados por el entonces presidente Néstor Kirchner hace ya cinco años. Constituyen un club de federales réprobos, arcángeles caídos, cuyo máximo referente es el comisario general retirado Juan Adrián Pelacchi, a quien el presidente Carlos Menem puso al frente de la PFA luego del atentado a la AMIA con la expresa misión de tirar la pelota afuera.

La conexión AMIA. Junto a estos ex federicos, acaso por aquello de que el viento los amontona, comenzaron a juntarse los radiados de la SIDE a causa de las escandalosas maniobras destinadas a desviar aquella investigación enfocándola hacia falsos culpables, lo que se consiguió pagándole más de 400.000 dólares al detenido Carlos Telleldín a cambio de que acusara falsamente al ya mencionado grupo de policías bonaerenses. Una maniobra (esencialmente, reemplazar a los sirios involucrados por iraníes, y a los policías federales por bonaerenses) que parece haber sido pergeñada por Carlos Corach (quien suele asesorar a Macri y desesperarse por su inepcia) con el auxilio de la ya fallecida camarista Luisa “La Piru” Riva Aramayo, quién acordó con Telleldín los detalles de aquella declaración. Por fin, el pago fue ejecutado por la llamada “Sala Patria” de la SIDE con la complicidad del banquero y presidente de la DAIA Rubén Beraja, del juez J.J. Galeano y de los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia… quien ahora vista en la cárcel a Palacios y sigue asesorando a su amigo, el ministro Guillermo Montenegro, que ¡oh casualidad! también fue fiscal en la causa AMIA.

Rodríguez / Morón. Los réprobos de la SIDE aportaron a la PM al ya eyectado contador Guillermo Oscar Rodríguez, a quien el juez Norberto Oyarbide procesó por pagar sobreprecios cuando administraba los fondos reservados de la SIDE. Oyarbide también procesó a quien era entonces su jefe y secretario de Inteligencia del gobierno provisional de Eduardo Duhalde, Miguel Ángel Toma.
En desbandada, los hombres del Fino Palacios, dicen que no fue éste ni Rodríguez quienes cobraron los evidentes sobreprecios que la PM pagó por la compra de patrulleros, automóviles no identificables y uniformes (para más escarnio, adquiridos por compra directa a uno de los principales involucrados en la investigación del ataque a la AMIA, el sirio-argentino Alberto Jacinto Kanoore Edul) sino por el auditor externo de la PM, Gustavo Morón, un contador que fue “pluma” en la SSF durante la dictadura, donde conoció al Fino Palacios, pero que es vecino y amigo del ministro Montenegro, quien lo contrató para gerenciar su “Plan Integral de Seguridad”.

Otros ex policías federales habrían “traicionado” a Palacios y pasado a trabajar directamente para el ministro, entre ellos la ex agente Mónica Amorosa, a quien hace década y media Palacios infiltró en el despacho del entonces ministro del Interior, Gustavo Béliz, como surgió a la luz en el año 2000. Quién sabe, siga siendo hoy «un topo» de Palacios en el entorno de Montenegro, en previsión de que éste se desembarace de Pascual Mazzeo, un antiguo oficial de la SSF a quien Palacios previsoramente «incrustó» en dicho entorno.

Recurrencias. El juez Norberto Oyarbide también investiga la posibilidad de que Ciro James haya pinchado los teléfonos de la AMIA. Por lo pronto, parece claro que intentó hacerlo. Así, todos los caminos se empeñan en relacionar el escándalo de las escuchas de la Policía Macrista con el atentado a la mutual judía.

Por cierto, el propio juez Oyarbide desempeñó hace 12 años un importante papel en apuntalar la ya descriptas maniobras de encubrimiento cuando con gran beneplácito de Rubén Beraja y de la DAIA. Fue cuando metió preso a Mariano Cúneo Libarona, el temerario abogado que por no haberse asesorado suficientemente acerca de todas las implicancias del caso le había entregado a Jorge Lanata un video en el que se veía al juez Galeano sobornar a Telleldín para que acusara falsamente a su cliente, el Lobo Ribelli, y a sus Patas Negras, de haberle quitado una Trafic luego supuestamente acondicionada como coche-bomba. Como dijo entonces Lanata, ante un video donde se veia «a un juez sobornando asquerosamente a un preso», el juez metió preso al denunciante.

Excepto Corach (al cual, muy llamativamente, el juez Ariel Lijo todavía no procesó) y Montenegro (que participó en la colocación de las cámaras de video que terminaron escrachando a Galeano por la SIDE), todos los demás partícipes en la maniobra identificados durante el juicio de la AMIA cayeron en desgracia. Beraja fue preso por defraudador y El Fino Palacios expulsado de la policía por sus contactos con un vendedor de autos robados relacionado con los asesinos de Axel Blumberg. Pero Palacios consiguió la protección de Macri que lo nombró jefe de seguridad en Boca Juniors. Después (a través del comisario Pelacchi, jefe de seguridad de Aeropuertos 2000 cuando el Estado todavía no participaba en esta empresa) hizo de encargado de la seguridad de Southern Winds (SW), la aerolínea en la que Aeropuertos 2000 participaba en un 33 por ciento, en la que eran abogados Mullen y Barbaccia. La misma que fue disuelta luego de que un cargamento de cocaína dispuesto en valijas que transportó a Madrid quedara dando vuelta en las cintas transportadoras del aeropuerto de Barajas sin que nadie fuera a reclamarlo.

Narcos & mejicaneadas. Lo que recuerda los verdaderos motivos del ataque a la AMIA, que, tal como explico en mi libro Narcos, banqueros & criminales (Punto de Encuentro) estuvo relacionado con el tráfico de drogas y armas (en ese orden), el lavado del dinero por aquellos producido y una serie de “mejicaneadas” por parte de servicios de inteligencia y banqueros, particularmente tras el desbaratamiento de un ingente trasiego de maletas Samsonite repleta de billetes de 20 dólares procedentes de Nueva York y Miami y dirigidas como carga acompañada al aeropuerto de Ezeiza. Aeropuerto cuyos vistas de aduana estaban a las órdenes del agente de inteligencia sirio Ibrahim al Ibrahim, por entonces marido de la cuñada y secretaria privada de Menem, la misma que solía encabezar el alegre contingente de viajeros. Las valijas seguían viaje a Montevideo, donde el dinero se blanqueaba y regresaba a los bancos de los Estados Unidos previa escala en Panamá. El jefe de la banda de lavadores radicada en Buenos Aires era un contador cubano anticastrista vinculado a la CIA y especializado como lavador en Panamá. Lo que permite deducir que aquella operatoria era un acuerdo a cuatro puntas: los gobiernos de Siria y Argentina, la CIA y los banqueros judíos que lavaban el dinero en Panamá. Un acuerdo que voló por los aires cuando a comienzos de los ‘90 el juez Baltasar Garzón detuvo a uno de los contadores de la organización, quién apuntó hacia Amira, Menem y Duhalde, lo que hizo estallar el Narcogate o Amiragate.

El brazo de Israel. Casi dos décadas después, el Macrigate se inició con la llamada anónima que recibió Sergio Burnstein advirtiéndole que el celular con el que hablaba regularmente con el fiscal Alberto Nisman estaba pinchado. Burnstein es el familiar de víctimas de la AMIA más empeñado en sostener contra toda evidencia que Irán ordenó el ataque, posición que fogonea Nisman y que es cada vez más insostenible (véase lo que dice al respecto el escritor Rodolfo Fogwill, insospechable de veleidades tercermundistas, en ZOOM).

No hace falta estrujarse demasiado el cerebro para intuir de dónde puede haber procedido la llamada que alertó a Burstein: Stiuso, el fiscal Alberto Nisman y los servicios secretos de Israel son una misma cosa, al menos en lo que hace a la causa AMIA. Parece razonable colegir que, interviniendo el celular de Burnstein, el Fino Palacios buscaba informaciones que le permitieran chantajear a sus perseguidores, de modo de evitar su procesamiento. Desde su punto de vista, en el caso AMIA él no hizo más que cumplir órdenes y quienes lo persiguen encubrieron tanto o más que él.

La Historial Oficial II. Del mismo modo que Macri puede ser perverso o boludo y también lógicamente perverso y boludo, y que la explicación de los desmanejos y sobreprecios pagados por los vehículos e indumentarias de los nuevos policías cuadriculados puede estar en el tándem Palacios-Rodríguez, en el tándem Montenegro-Morón y también lógicamente en ambos a la vez, que Palacios, Galeano, Mullen, Barbaccia, Corach, Beraja, etc. hayan armado y apuntalado una falsa historia para impedir que se sepa quiénes, cómo y por qué volaron la AMIA, no hace que el relato que reemplazó a esa patraña sea verídico. Por el contrario, parece ser una nueva fábula falsa de cabo a rabo, que sólo conserva incólumes los ejes del engaño: la supuesta existencia de una Trafic-bomba (quienes hemos escrito libros sobre el tema coincidimos en apreciar que ésta es la piedra basal del desvío de las investigaciones, piedra, o motor, colocado por los asesinos… con la complicidad de Israel y de los lavadores, que no quieren verse forzados a tener que reconocer cual fue motivo del ataque) y la “pista iraní”, que se impuso cuando Corach era ministro del Interior y Miguel Ángel Toma secretario de Seguridad Anterior, se consolidó cuando Toma fue jefe de la SIDE, y es sostenida hasta hoy contra toda evidencia por el tándem Nisman-Stiuso… si bien el último, que como una veleta percibe los cambios en la dirección del viento (no en vano lleva más de 37 años en la ex SIDE) ya dio indicios de querer bajarse.

La AMIA y la Policía Federal. Su directa relación con el tráfico de drogas no es el único secreto de la causa AMIA. Otro casi tan importante (y, en términos locales, quizá todavía más) es que hay indicios múltiples y concordantes de que quienes participaron en la voladura de la mutual hebrea (incluyendo los movimientos de la falsa Trafic-bomba, en realidad una Trafic-señuelo o engañapichanga), estaban relacionados con sectores ultraderechistas de la Policía Federal Argentina, incluyendo a sus expertos en explosivos, nucleados en un departamento del cuerpo de Bomberos que, es bueno recordar, fue creado por iniciativa del comisario general Alberto Villar (quien poco después fue al mismo tiempo jefe de la PFA y de las bandas terroristas de la Triple A) y sus efectivos instruidos en el armado y colocación de explosivos en los Estados Unidos, dentro de un programa del Departamento de Estado… como denunció horrorizado el periodista estadounidense Martin Andersen, autor del libro La policía. Pasado, presente y propuestas para el futuro (Sudamericana, 2000) y el mismo vinculado al Departamento de Estado.

La AMIA, el FBI y Macri. La banda sospechosa de haber volado la AMIA –le expliqué sucesivamente a Baltasar Garzón y a Richard Ford– era la continuadora –sino la misma– de la que había sido conocida como “La banda de los comisarios”. Es decir, la que había secuestrado (y en al menos dos casos, asesinado) a una serie de empresarios y familiares de empresarios casi siempre judíos a partir de la adolecente Karina Werthein en 1978 en plena dictadura, y había terminado secuestrando a Mauricio Macri en 1991. Una banda articulada en torno a los hermanos Ahmed, dos de los cuales habían sido echados de la Federal por su participación en el primer secuestro de Osvaldo Sivak (1979), y cuya casa familiar estaba a escasos metros de la familia Edul, como ellos, de origen sirio. Alberto Jacinto Kannore Edul tenía fuertes vínculos con policías federales, y entre ellos con oficiales del Departamento de Explosivos. Alberto Rafael Cánepa Carrizo, un agente de ese departamento que sostenía que algunos de sus jefes habían participado cuando menos en el borrado sistemático de las pruebas que hubieran permitido identificar a los asesinos, apareció muerto con dos tiros (uno en el pecho, el otro en la cabeza) de su pistola en el cuartel de La Recoleta. Ocurrió el 11 de agosto de 1995, a poco más de un año del atentado. Sus jefes dijeron que fue suicidio y evitaron que la noticia se difundiera en los medios. Excepto en Crónica TV, que se había constituido rápidamente en el lugar y la había emitido pero que jamás volvió a referirse al tema.

La General Paz, un corralito. Gracias a la benevolencia de Clarín, La Nación y otros grandes medios, proclives a perdonarle la vida con tal de no darle un gusto a los Kirchner, es muy posible que Macri, aunque muy debilitado, sobreviva como jefe de Gobierno porteño. Pero basta ver su cara y verificar su absoluta incapacidad de articular alguna respuesta a la catástrofe que está padeciendo (¿dónde se han metido Ari Paluch y Alejandro Rozichtner ahora que necesita desesperadamente un poco de letra) para concluir que carece de suficiente entidad como para aspirar a ser una alternativa de gobierno en el 2011.

Por lo que la derecha se ha puesto a buscar otro campeón. Y es que viendo a Macri apichonado y con el rabo entre las patas, el Bulldog Ricardo López Murphy se ha lanzado al ruedo, o canil, reclamando ese lugar. Como Pino Solanas no parece dispuesto a posar su mirada sobre asuntos de menor envergadura que los continentales (excepto para torpedear el desembarco en la Ciudad de Martín Sabbatella), y como por ahora no aparecen en el horizonte alternativas capaces de desalojarlo, no es imposible que en el 2011 Macri sea reelegido. Pero también parece claro que, excepto que se produzca un milagro, estará constreñido a defenderse como gato panza arriba dentro de los lindes de la avenida General Paz, sin poder saltar al escenario nacional.

Balbuceos. Guillermo Montenegro llegó al Ministerio de Seguridad de la mano de Gabriela Michetti, quién se opacó después de las últimas elecciones y que enmudeció durante casi dos semanas a parir del estallido del Macrigate. Hasta que logró balbucear una verdad de Perogrullo: que el macrismo había subestimado “los conflictos y controversias que podría acarrear una persona como Palacios” y soltar una boutade: “Es absoluto ajeno a nosotros (por el Gobierno de la Ciudad) el pinchar teléfonos”. Esta tontera fue inmediatamente apropiada por Macri y sus funcionarios.

Algo es algo. Hasta entonces, Mauricio no había atinado ni siquiera a eso. Apenas había acusado al Gobierno nacional de infiltrarlo y, luego de verificar que Michetti no se hubiera hecho presente, proclamó “No nos van a parar”.

Su habitualmente verborrágico jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, se mordió los labios. Sin embargo, dicen haberlo escuchado canturrear el tango El qué atrasó el reloj, de Enrique Cadícamo:

¡Che, Pepino, levantate ’e la catrera (…), ¡Andá a buscar otro guinche si tenés sueño pesao! ¡Guarda, que te cacha el porvenir!

Lo que viene. Rodríguez Larreta es adversario de Montenegro (que llegó al ministerio por presión de Michetti y la Iglesia) y y siempre quiso que un civil estuviera al frente de la PM. Su candidato fue y es Eugenio Burzaco, que finalmente asumirá es su jefe. Burzaco tendrá la difícil misión de oficiar de partero, así el feto surja más muerto que vivo. No parece posible que él y Montenegro puedan conformar un equipo, por lo que uno de los dos deberá irse. En las apuestas, el favorito es Montenegro.

Rodríguez Larreta aseguró que los cuadriculados de la PM estarán en la calle antes de que expire el año aunque solo sea para tocar pitos. Y todos, Macri, Montenegro y hasta Rodríguez Larreta sobreviven en base a no aceptar preguntas y repitiendo como robots la boutade michettista: que su mayor error fue no calcular debidamente las resistencias que el nombramiento del Fino Palacios y sus amigos despertarían.

Qué es como decir que no nombran al cura Grassi como director de Minoridad porque mucha gente se opondría. Que si no…

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