Algunos hechos merecen nuestro estupor.
Julio Cobos, Vicepresidente de la Nación, recorre el país impulsando listas opositoras al gobierno que él integra. Un caso que estudiará la ciencia política comparada como ejemplo del absurdo institucional y político.
Gabriela Michetti, vicejefa de gobierno porteño, falta a las sesiones de la Legislatura que debe presidir porque dice que no le gusta. Sí, leyó bien. Porque no le gusta. Tal vez para reparar ese error decide abandonar su mandato, dejando vacante un cargo que no tiene reemplazante.
Felipe Solá, cabeza de la lista de diputados nacionales bonaerenses del oficialismo en 2007, abjura del proyecto político que lo catapultó como diputado y se presenta como candidato junto a quien fuera uno de sus críticos más acerbos.
Elisa Carrió renuncia como diputada por desafección al trabajo, vive de aportes nunca bien aclarados e intenta finalmente candidatearse para recuperar esa misma banca que tanto hastío le provocaba. Pero las encuestas no la favorecen y desiste de ello argumentando falazmente que no desea pelearse con su amiga Gabriela (¡!).
¿Por qué nuestro estupor? Porque ninguno de estos verdaderos dislates es presentado como lo que verdaderamente es. Como hechos que desnaturalizan las instituciones democráticas.
A su vez, en un ejemplo obsceno de promiscuidad electoral, la oposición procura todo tipo de componendas pergeñadas con el único propósito de hacer daño, de poner palos en la rueda, de dificultar el margen de maniobra de la Presidenta CFK. Carrió quiere ir con Michetti y no la dejan, la UCR expulsa de por vida a Cobos por traidor y a los dos años lo indulta porque una nueva traición pareciera borrar la anterior, Macri-De Narváez-Solá deciden juntarse pero al mes quedan al borde de la fractura…
Los ejemplos de esperpentos abundan. Lo que no abunda es la autocrítica de una oposición que a falta de propuestas acude al agravio sistemático. Cada movimiento electoral del oficialismo despierta lamentos plañideros de quienes abandonaron el debate de ideas para lanzarse al desenfreno de la crítica insensata y desmedida.
El Frente para la Victoria tiene un programa, liderazgos claros y una idea firme de cómo enfrentar la crisis que viene del mundo (se terminó el famoso viento de cola). Para eso vamos a ir a las elecciones con nuestros mejores hombres.
Asumimos que vamos a poner en juego la consolidación de un proyecto que defiende el mercado interno, que protege el trabajo de todos, que genera ahorro interno, que moviliza recursos públicos hacia la inversión en asuntos sociales y en infraestructura, que nos reinsertó en el mundo desde nuevos lazos con Latinoamérica, que reduce la deuda pública generando mayor libertad y autonomía nacional.
Adentro del cuarto oscuro no llegará la prédica malsana de tanto propagandista del apocalipsis. Allí primará la memoria y la prudencia.
Néstor Kirchner, Daniel Scioli y tantísimos intendentes nos representan en esta partida en la que nos jugamos el futuro.
El autor es Diputado Nacional bonaerense por el Frente para la Victoria.