1/ Pensamos la Antártida como un lugar lejano, vacío, blanco y deshabitado. Sin embargo, para empezar a revisar esa lista, la Antártida está cerca. Al menos, mucho más cerca que Europa o los Estados Unidos. De hecho, Argentina está más próxima al paralelo 60° S que a cualquier país del norte o de África o del Caribe. ¿Obviedad? En este sentido, la geografía es una de las ciencias más exactas.
2/ Si vemos la Antártida como un lugar lejano esto se debe a que nuestra mirada es europea y también a que las riquezas históricas y la identidad argentina están centradas en la tierra y en su explotación agropecuaria.
3/ La Antártida es un continente ya que a diferencia del polo norte, una gran masa de hielo congelado, posee ampliadas zonas de tierra firme. De allí que el primer enunciado fuerte que puede hacerse sobre la Antártida, más allá de las distancias, es que no se trata de un “continente blanco” sino que su paisaje es mixto, con amplias zonas oscuras y opacas, a veces incluso rojas gracias a las grandes cantidades de hierro que hay en su suelo, más allá de otros muchos colores que contradicen y exceden la idea de una monotonía helada.
4/ De hecho, cuando pensamos en la Antártida como en una superficie ininterrumpida de hielo importamos una idea del norte. ¿Importamos? Los polos mantienen una relación de solidaridad y antítesis. “Antártida” es un nombre segundo que surge a partir de una reacción. Su etimología nos lleva a “lo opuesto del Ártico”, o sea, lo “antártico.” Eso ya nos señala una dependencia y una posición conceptual en el mundo.
“Lejos de ser un lugar sin historia ni habitantes la Antártida fue narrada, visitada, contada y escrita de muchas formas diferentes”
5/ Otro ejemplo de este funcionamiento por contrarios: en la agenda oficial argentina el día de la Antártida es el 22 de febrero. ¿Por qué? Wikipedia informa que “la Real Sociedad de Geografía de Escocia organizó en 1902 una expedición hacia el mar antártico con el objetivo de explorar el lugar y realizar observaciones geofísicas, biológicas, magnéticas, meteorológicas. La expedición estuvo a cargo de William Speirs Bruce a bordo del Scotia.” Luego de esta aventura, cuando en noviembre de 1903, el Scotia amarró en Buenos Aires para hacer reparaciones y reabastecerse, nuestro país negoció un acuerdo de cesión de derechos sobre la estación meteorológica que su tripulación había construido en las Islas Orcadas. Se conserva el decreto que firmó el presidente Julio Argentino Roca. Y así, el 22 de febrero de 1904, Alberto Acuña, un civil de dieciocho años, izó la bandera argentina por primera vez en ese continente. Acuña escribe en su diario: “A las 8 ½ a.m. el Scotia levantó bandera, nosotros izamos la argentina a tope y seguida la escocesa, a las 11 am se quita ésta quedando solo la argentina.” Por haber tomado posesión de esa base en ese momento y al haberla mantenido activa, la Argentina hoy es el país con mayor permanencia antártica ininterrumpida.
(El Scotia había sido construido en 1872 como un ballenero noruego de nombre Hekla. En 1902 fue comprado por los escoceses y reacondicionado para la expedición al sur. Entre otros arreglos se lo reforzó con vigas de acero de veinticinco pulgadas para contrarrestar la presión del hielo polar. Después de volver a Europa y servir como patrullero, se incendió y se hundió en enero de 1916.)
Sin embargo, recordar la Antártida en un día de calor asfixiante en Buenos Aires o en Córdoba, por no hablar de Tucumán o Santiago del Estero, cuando el colegio está vacío, dificulta la función pedagógica de este tipo de conmemoraciones. Se optó, entonces, por elegir el 21 de junio, día del solsticio de verano en el hemisferio norte y el de invierno en el sur, como Día de la Confraternidad Antártica, cuyo objetivo es “la difusión de temas concernientes a la soberanía en la Antártida.”
6/ Este balancín de etimologías y efemérides, que no deja de exhibir un lado irónico, tiene su principio en una condición categórica. Si pensar la Argentina nos lleva derecho a la obsesión por los puntos cardinales “norte” y “sur”, en este sistema, para la Antártida, todo lo que no sea ella misma es norte. Así, ultra-sur o sur absoluto, la Antártida deshace o al menos cuestiona nuestro sentimiento, simbólico aunque también material, de postergados en un mundo donde los centros de poder y decisiones están en el otro hemisferio.
7/ El contrapunto entre el norte y el sur también se da en el frío. La temperatura más baja registrada en la Tierra es de unos -89,2º centígrados y se la midió en la estación antártica rusa de Vostok, emplazada a 3488 metros de altitud. Por carecer de montañas y extenderse al nivel del mar, nunca hizo tanto frío en el polo norte. Ahí la mínima histórica fue de -48º C. De todos los lugares comunes sobre la Antártida, el del frío extremo es el único que se confirma de manera contundente. Sin embargo, y pese a esta agresividad natural del clima, el paisaje desolado también puede ser puesta en duda. Lejos de ser un lugar sin historia ni habitantes la Antártida fue narrada, visitada, contada y escrita de muchas formas diferentes.
“Ultra-sur o sur absoluto, la Antártida deshace o al menos cuestiona nuestro sentimiento, simbólico aunque también material, de postergados en un mundo donde los centros de poder y decisiones están en el otro hemisferio”
8/ A modo de ejemplo se puede citar que la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), fundada en 1982 por una convención internacional con el objetivo de conservar la fauna y flora marina de la región, consigna veinticinco países como miembros y once más como adherentes, la mayoría con bases en el continente. Solamente entre los asentamientos permanentes contamos seis bases argentinas, cinco rusas, cuatro chilenas, tres australianas, tres de Estados Unidos, dos de China, dos de Francia, dos de la India, dos de Corea del Sur y dos del Reino Unido, a los que hay que sumarles Brasil, Italia, Alemania, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Polonia, Sudáfrica, Ucrania y Uruguay con una base por nación. Y estas se les agrega una cantidad nada menor de emplazamientos estivales o transitorios que son desocupados cuando llega el invierno polar. Y si no nos limitamos a la ciencia, el turismo, hace unos años inexistente, se vuelve cada vez es más frecuente en la zona. Al mismo tiempo, la CCRVMA es solo una de las muchas entidades e instituciones que trabajan en la Antártida. Todas lo hacen bajo el amparo del Tratado Antártico vigente hasta el 2041 y cada una tiene su sigla. Existe un breve ensayo del General Jorge Leal titulado Latinoamérica en la Antártida, editado por la Dirección Nacional del Antártico, o DNA, que se soslaya en esta particularidad citando, por supuesto, a la ONU, pero también al Comité para las Investigaciones Antárticas (SCAR), el Año Geofísico Internacional (AGI), un Grupo de Trabajo de Logística que funciona dentro del SCAR, el SCARLOG, el Consejo de Administradores de Consejos Antárticos (COMNAP), los Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos (RAPAL), y al final cierra mencionando al Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP), cuya relación con la Antártica es haber incluido “el tema antártico” en la capacitación oficial de funcionarios. Vale citar esa conferencia de Leal porque, más allá de las siglas, es un ejemplo bastante claro del paradigma estilístico científico-responsable con el que se aborda la Antártida. De hecho, hay dos formas bien delimitadas de hacerlo, dos ethos diferenciados. Por un lado está este estilo científico. Su género es el paper o la divulgación, aunque el primero domine y muchas veces, por cuestiones de pragmatismo editorial, uno se haga pasar por el otro. Esta manera de narrar la Antártida -comprensible y necesaria- agrega un poco más de frío al tema sobre el cual instruye. Los primeros en describirla fueron militares, y luego vinieron los científicos, y muchas veces los expedicionarios que se animaron a viajar eran ambas cosas, así que no extraña que conozcamos los mares del sur a través de ese estilo.
9/ El otro estilo resulta más cálido, al punto que muchas veces quema y derrite todos los escenarios. Extraterrestres, monstruos congelados, habitantes de los abismos, nazis refugiados que todavía siguen peleando la Segunda Guerra, objetos voladores no identificados, ciudades perdidas y entradas a civilizaciones subterráneas abundan y se desarrollan en escenarios antárticos. Una síntesis bastante completa de este estilo se puede ver en el trailer de la película Iron Sky 2. ¿Que nos muestra ese trailer? Primero, la Casa Blanca, luego, cuando la cámara se acerca descubrimos, a través de una ventana, una mujer en el Salón Oval. ¿Es la presidenta de los Estados Unidos? Un hongo atómico empieza a elevarse en Washington. Escuchamos más explosiones, así que la mujer escapa en helicóptero con sus guardaespaldas. Hay un corte y aparece un pingüino y el helicóptero descendiendo entre una nevisca. La mujer camina por la nieve hasta unas extrañas instalaciones que parecen abandonadas y baja por una escalera a un sótano donde su mano derecha revela una piel verde y unas uñas reptiloides. Con esa mano, acciona un interruptor que le da acceso a una bóveda. Mientras baja, letras amarillas sobre un fondo oscuro nos avisan que estamos entrando en la tierra hueca. El próximo plano es un gran paisaje selvático, un litoral donde se ve a lo lejos una ciudad rodeando una pirámide de la cual surge un rayo recto hacia arriba que alimenta un sol interior. Algunos pterodáctilos vuelan entre las nubes de ese cielo interno. ¿Quién recibe a la mujer? El mismo Adolf Hitler reptilizado y montando un Tiranosaurios Rex. La mujer, irritada por el viaje y la situación, le dice a este Hitler verdoso “It´s done.” A lo que el Führer responde “Good. Then we can begin.” Luego, apura el T-Rex que levanta su mano y se despide. El trailer dura menos de cuatro minutos pero antologa de forma bastante completa todas las ficciones pulp que caen y vuelven a caer sobre el territorio antártico. La película está hace un tiempo en preproducción y no tiene fecha de estreno.
“¿Admite la defensa de nuestra soberanía una historia irresponsable?”
10/ Entre estos dos ethos, el científico y el ficcional, como un derivado díscolo del primero pero con clara vocación de ir hacia el segundo, encontramos los portales periodísticos. Cada tanto emergen ahí “noticias científicas” que el periodismo se encarga de hacer rozar con la ciencia ficción. Titulares como “Científicos argentinos descubren en la Antártida una proteína que podría eliminar el uso de combustibles”, “Descubren tres pirámides antiguas en la Antártida” o “Rusia investiga en la Antártida buscando señales de vida extraterrestre” son recurrentes en la prensa digital.
11/ Entre los nazis cabalgando dinosaurios, la entrada a la tierra hueca, las maneras científico-realista, algunas pirámides ocultas y los papers académicos, ¿dónde se va a ubicar la literatura argentina? Los novelistas locales le dieron casi siempre la espalda al mar argentino. La pampa, sus habitantes y sus costumbres mil veces narrados, tomados como símbolos hasta la parodia y el hastío, sólo fueron superados por la propia neurosis de los escritores como paisaje recurrente en nuestras ficciones. ¿Admite la defensa de nuestra soberanía una historia irresponsable? El cruce de tradiciones es algo de lo que sabemos en el sur. La Antártida podría ser un lugar, uno más, de experimentación. Hay algo en ella que se presta a esto.
12/ ¿Qué es un concepto? No es, desde luego, un objeto, y mucho menos un sujeto. El concepto está ligado al universo de la abstracción y de las ideas. Bien. ¿La Antártida sería, por eso, un continente conceptual? No es lejano, no es blanco, no está vacío. Pero ha sido más pensando y especulado que cualquier otra parte del mundo. Nos miramos en la Antártida y como en un espejismo de hielo nos vemos a nosotros mismos haciendo muecas. A veces son sobrias. Pero no siempre frías. Por eso es posible decir que sabemos mucho y no sabemos nada sobre la Antártida. Así las cosas, hay varias preguntas para empezar a responder. Pero aquí me gustaría enunciar apenas una: ¿cómo sería, en qué consistiría, el arte de la novela antártica argentina?