Con una actuación magistral, Donald Trump sedujo a Emmanuel Macron durante los tres días de su estadía en Washington, dándole la impresión de ser su preferido, pero sin revelar sus intenciones. Así lo dejó contento, sin malquistarse con Angela Merkel, quien llega este viernes, mientras anunciaba su visita al Reino Unido en julio próximo. El presidente norteamericano necesita dividir a los líderes europeos, para encarar mejor las venideras negociaciones comerciales y convertirse en único interlocutor de Vladimir Putin.
“Lo adoro”, declaró Donald Trump, después de que Emmanuel Macron habló en la conferencia de prensa que ambos mandatarios dieron en la Casa Blanca el martes 24, al terminar su larga reunión. Ávido por robarse las cámaras, el presidente francés subrayó sus diferencias: “ninguno de los dos solemos cambiar de opinión fácilmente”. Sin embargo, insistió sobre la importancia de la “convergencia de puntos de vista” sobre el acuerdo nuclear con Irán entre París y Washington.
Por el contrario, Trump puso el acento sobre las coincidencias que tuvieron, especialmente sobre Siria, y agradeció la participación francesa en el bombardeo a ese país del pasado sábado 14. No obstante, insistió en su voluntad de retirar de allí las tropas norteamericanas, aunque con una restricción: “queremos volver a casa y lo haremos, pero también deseamos dejar allí una huella perdurable”. Por su parte, Macron recordó que el primer objetivo de Francia en Siria es “aniquilar al Estado Islámico” y que, para ello, le resultaba “imposible fijar un cronograma para el fin de la participación francesa”. O sea que la intervención neocolonial pretende continuar indefinidamente.
Las principales diferencias entre los dos presidentes se dieron en torno a la cuestión iraní. El próximo 12 de mayo Donald Trump debe anunciar si EE.UU. continuará respetando el acuerdo que el grupo 5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) firmó con Irán en 2015, por el cual la nación persa se compromete a frenar el enriquecimiento de uranio hasta 2030, a cambio de que la ONU vaya paulatinamente levantando las sanciones económicas. Desde el inicio el presidente norteamericano se ha opuesto al tratado, por lo que se teme que, si en dos semanas retira a su país del mismo, Irán retome la carrera nuclear y se produzca una crisis aguda, como la que recién ahora se está aliviando en Corea.
Por esta razón, diplomáticos británicos, franceses y alemanes vienen negociando entre ellos y con los estadounidenses, para hallar un compromiso que mantenga el tratado, pero satisfaga los reparos de Washington que quiere frenar también el desarrollo de la cohetería persa y terminar con las intervenciones de Teherán en Irak, Siria, Líbano y Yemen. Es por ello que Macron anunció el martes su disposición a negociar un nuevo acuerdo que complemente el anterior en el sentido deseado por Trump.
Es todo lo contrario de lo que dijo a Vladimir Putin durante la conversación telefónica que mantuvieron el 23 de abril. Después de dicho intercambio un comunicado del Kremlin había informado que ambos jefes de estado habían coincidido en que el acuerdo nuclear no se tocaba.
Durante la conferencia de prensa fueron evidentes los esfuerzos de Emmanuel Macron para demostrar que había alcanzado un éxito diplomático mayor. Es que el joven inquilino del Elíseo está asediado por la ola de huelgas con las que los trabajadores franceses repudian su desmantelamiento del Estado de Bienestar y ha perdido muchos puntos en las encuestas. Por eso estaba tan contento con las caricias recibidas de su anfitrión.
Al afirmar tan taxativamente la convergencia de opiniones con Trump, Macron dio a entender que su interlocutor mantendrá a EE.UU. dentro del acuerdo nuclear, pero a condición de que se negocie un nuevo tratado más abarcador. No se puede saber qué fundamento tiene esta sugerencia, pero, si Washington se desdice de lo convenido en 2015, el galo habrá sufrido una derrota mayor.
Trump se mantuvo todo el tiempo en una nebulosa. Finalmente, respondiendo a los periodistas sobre Irán, se hizo el misterioso: “nadie sabe lo que yo haré el 12 de mayo, …pero el presidente Macron debe tener alguna idea al respecto”. Preguntados por los periodistas, los funcionarios franceses se negaron a aclarar, si su presidente ya sabe qué decisión tomará el norteamericano. Sin embargo, al terminar la conferencia, el jefe de la Casa Blanca reflexionó en alta voz sobre los dirigentes políticos que “deben saber ser flexibles” y, si la situación lo amerita, ser capaces de “cambiar de opinión”. No se sabe, si se refería a sí mismo o a su huésped.
Los diplomáticos franceses dicen que la propuesta de un segundo acuerdo se dirige, sobre todo, a prevenir la eventualidad de una salida norteamericana. No se hacen tampoco ilusiones sobre la posición iraní. Saben asimismo que Angela Merkel –a quien Macron visitó en Berlín la semana pasada- no está de acuerdo. Ellos quieren que, de todas maneras, la pelota siga en movimiento y con Francia en el centro del campo.
Cuando finalizaba la visita de Macron, la Casa Blanca dejó trascender que Donald Trump visitará Gran Bretaña a mediados de julio. Fue una sutil manera de decirle al francés que no es tan importante como cree. El Reino Unido es el principal aliado estratégico de los Estados Unidos y la invitación de la Corona británica fue hecha ya al comienzo del gobierno de Trump, pero éste postergó su visita varias veces, entre otras razones, por el abierto repudio de parte del Parlamento y de gran parte de la opinión pública británica. Ahora, cuando necesita repartir el juego entre París, Berlín y Londres, el presidente norteamericano se ha comprometido.
El mandatario estadounidense no tiene reparos en que Gran Bretaña y Francia libren las guerras coloniales de las que él quiere zafar, ni que Alemania lidere una Unión Europea debilitada, pero quiere ser el único que regle con Putin la cuestión iraní y todo el orden del Medio Oriente y con Xi las condiciones del comercio mundial. Claro que un partido de fútbol lo juegan dos equipos y la política mundial, muchos. Los tres principales líderes mundiales se desafían, para llegar mejor posicionados a las negociaciones, pero deberán estar muy atentos a que los viejos imperios revanchistas o sus socios israelíes no arruinen el juego.