La Argentina gobernada por Mauricio Macri acaba de dar otro paso hacia la supresión de voces. El pasado jueves 6 de diciembre, en sesiones extraordinarias, el proyecto de ley que desregula la producción y la venta de Papel Prensa fue aprobado por la Cámara Diputados con 127 votos a favor, 66 en contra, 3 abstenciones y 60 ausencias.
El interbloque oficialista en pleno (compuesto por radicales, Coalición Cívica y PRO) contó con el respaldo de diputados de los bloques Justicialistas y el Frente Renovador para despachar el último deseo del Grupo Clarín, mandamás de la firma. Si bien ese grupo ya votó en conjunto en beneficio de fondos buitres y otras corporaciones, con ese acto se institucionalizó como el “Grupo C”.
El trámite exprés se había iniciado a principios de noviembre, cuando de modo furtivo, diputados de casi todas las bancadas estamparon su firma en el dictamen del proyecto de ley que cumple el último deseo de la papelera, la histórica herramienta de extorsión, sumisión y supresión de la libertad de expresión que la dictadura le entregó a Clarín y La Nación.
En las formas, la iniciativa fue de Cooppal, una distribuidora que opera como subsidiaria de Papel Prensa. La solicitud fue dirigida al presidente de la Cámara baja, el renunciante serial Emilio Monzó, quien logró que otro peronista satélite, ubicuo y ambicioso impulse la iniciativa: el ex titular del Anses, Diego Bossio.
El diputado rubricó el proyecto que propone, en su artículo 1°, derogar los artículos 20, 21, 24, 25, 26, 27, 40 y 41 de la ley. El segundo artículo es de forma. Con esa escueta redacción se desmonta una ley clave para la libertad de expresión: la que garantiza el acceso igualitario de todos los medios gráficos al papel, mediante la regulación de su producción y precio.
El primero de los artículos que se propone derogar, por caso, obliga a que las empresas fabricantes, distribuidoras y comercializadoras de pasta de celulosa y papel para diarios fijen un precio único de pago al contado. La desregulación da libertad a Papel Prensa (la única proveedora activa de ese insumo en el país) a establecer valores según los intereses de sus principales accionistas -Clarín y La Nación-, quienes podrán pagar un monto distinto al de sus competidores.
Concluido el trámite en comisión, el Ejecutivo incluyó el proyecto en sesiones extraordinarias, la cuales, se supone, están reservadas para leyes de relevancia pública de necesidad y urgencia. No parece ser el caso. Salvo,parece, para los accionistas privados de la papelera, en especial para Clarín, el multimedio más potente e influyente de la Argentina.
¿Cuánto habrá pesado la inminente campaña electoral en los diputados de convalidaron -con el voto o con la ausencia- el último deseo del Gran Diario Argentino?
Ya se sabe: para el político promedio argentino, la necesidad de vidriera mediática tiene cara de hereje.
El Grupo C
En el recinto, el encargado de defender la iniciativa fue Bossio, quien chapuceó explicaciones acerca de la necesidad urgente de derogar los artículos. En su alegato, el ex titular de la Anses minimizó el impacto de la crisis en los medios gráficos y adjudicó culpas por la crisis que ya atraviesas los periódicos impresos a la tecnología. “La situación económica está afectando a los medios gráficos, puede ser. Pero más los está afectando el cambio tecnológico”, improvisó.
Desde el comienzo, la justificación de Bossio transitó por la banquina. En defensa de los deseos de Clarín, incluso, llegó a cuestionar la necesidad de la propia existencia de los medios gráficos porque (el presidente de Brasil, Jair) “Bolsonaro ganó por las redes sociales”.
Los argumentos contrarios llegaron desde la banca del Frente para la Victoria y del Frente de Izquierda. El cordobés Pablo Carro resumió: “Están derogando el artículo que establece de que todos tienen que pagar el mismo precio por el mismo papel. Lo que hacen es volver a la situación previa cuando Papel Prensa ponía precio diferencial y el hecho de obligar a tener stock cuando hay demanda”.
Por su parte, el diputado del FIT, Nicolás del Caño, metió cuchara en el tema de fondo: “El proyecto es un regalo de fin de año para el Grupo Clarín, ya que contrasta con la situación del resto de los trabajadores”.
Graciela Camaño (Frente Renovador) buscó despegarse de la mancha venenosa: “Nosotros no tenemos intereses oscuros. Nosotros no gobernamos, a nosotros Clarín no nos tiene que pedir nada y nosotros no le debemos ningún favor”.
Resulta curioso que haya sido precisamente Camaño quien ensayara esa gambeta. Su marido, Luis Barrionuevo, admitió hace tres años que en la previa de las elecciones de 2015 realizó operaciones de prensa en los medios del Grupo (vía Jorge Lanata), para perjudicar al entonces gobierno K. Por entonces, Camaño ya trabajaba en la candidatura de Sergio Massa, quien cumplió con el cometido de juntar votos para impedir el triunfo en primera vuelta de Daniel Scioli, el candidato oficialista, que por ese drenaje quedó a menos de un punto de acceder a la presidencia.
Camaño hoy sigue cerca de Massa, y es una de las que más impulsa al tigrense para que el próximo año se presente en la contienda presidencial. Otro que trabaja con ese objetivo es Bossio, que se presenta como Jefe de Campaña del ex intendente de Tigre.
¿Hay vínculo directo entre la posible candidatura de Massa y el nuevo favor a Clarín? En estas cosas no hay documentos firmados, pero ya se sabe: son pocos los candidatos dispuestos a pelearse con el principal multimedios de la Argentina en los albores de una elección. Y Massa, está claro, no está entre ellos.
No es el único. La sesión del jueves dejó en evidencia que superados el impulso emancipador de la era cristinista, buena parte de la política argentina recobró el pánico por el multimedios. Eso explica por qué, además de los que votaron a favor, otro lote convalidó la iniciativa con su ausencia.
En el Congreso, como ya se sabe, se vota con la mano o «con el culo». Así se le dice en la jerga parlamentaria a los que convalidan el quorum con su presencia o se ausentan para favorecer a la mayoría de ocasión sin mancharse los dedos. Ni exponerse a la ira del multimedios, que suele ser implacable con quienes lo desobedecen.
Entre los ausentes de esa sesión sensible estuvieron el ex candidato del FPV, Daniel Scioli, y el autopostulado pre-candidato de la “unidad”, Felipe Solá. Otros que faltaron a la cita fueron dos integrantes del Movimiento Evita (Leonardo Groso y Araceli Ferreyra), y la ex Libre del Sur, Victoria Donda. También el ex renovador Daniel Arroyo, quién planea postularse a la gobernación de Buenos Aires.
Buena parte de los que faltaron a la sesión de Papel Prensa tienen intenciones de participar del próximo ciclo electoral. Es probable que todos tengan una buena explicación para justificar su ausencia. Pero en política, está claro, se puede ser cualquier cosa, menos ingenuo.
De todos modos, no falta mucho para poner a prueba las suspicacias. La campaña ya empezó. En poco tiempo se sabrá si en Argentina aún rige esa vieja máxima del saber popular: favor con favor se paga.