El vamos por partes, ¿funciona?
Después de varias idas y vueltas, se anunció a fines de octubre un “congelamiento” de precios durante ciento veinte días que comenzó a regir a partir de diciembre. En él se incluyen unos mil quinientos productos de consumo masivo (alimentos, bebidas y artículos de limpieza e higiene), desde la primera semana de diciembre y durante cuatro meses. El acuerdo de precios es “voluntario” y la inspección de cumplimiento corre más por cuenta del consumidor que del propio Estado prácticamente. Desde el Ministerio de economía aclararon que «es un acuerdo voluntario entre el Estado, empresas de consumo masivo, cámaras mayoristas y supermercados». El consumidor tiene acceso a una aplicación (Precios Justos) que podrá ser utilizada para indicar que en determinado producto, el precio establecido por el acuerdo sea el efectivo en la góndola, o bien indicar que hay faltantes. Si bien, comienza a observarse una desaceleración en el nivel de precios (el IPS-CESO registró una variación semanal de un 0,7% para la cuarta semana de noviembre), con esta medida no alcanzan y urgen políticas de estabilización donde se pongan en discusión los precios relativos de la economía (tipo de cambio, salarios, tarifas, alimentos, bienes y servicios, etc.).
Con respecto al tipo de cambio, desde los sectores más ortodoxos se exige una devaluación. Sin embargo, gran parte de la heterodoxia económica entiende que los cambios bruscos (como podría significar una devaluación) en los precios relativos, implicaría acelerar aún más la inflación. Con lo cual “la mejora en la competitividad” sería muy de corto plazo. Algo interesante para reflexionar es observar las variaciones de precios relativos a octubre 2022 de algunos sectores tales como transporte (+102,8%), alimentos (+106,3%), prendas de vestir (+122,7%) y materiales para la construcción (+129,3%). Todos ellos disponen de un exceso de rentabilidad producto de aumentos acumulados en los últimos años y podrían absorber incrementos en los costos reduciendo sus márgenes de ganancias, sin necesidad de trasladarlos al precio final.
La vía de plasmar un estabilización integral debería venir de la mano de tener en cuenta la temporalidad de las actualizaciones de las distintas variables (precios, tarifas, salarios, jubilaciones, contratos de alquiler y comerciales) para que resulte eficaz.
Las reservas siempre en la mira
Recientemente se volvió a implementar un nuevo “dólar soja” que regirá hasta el 31 de diciembre de este 2022 con la posibilidad extra oficial de que también tenga una tercera edición en el 2023. Si bien durante parte gran parte de octubre y noviembre el dólar paralelo estuvo “planchado”, finalizando noviembre empezó a “despertar” y es ahí cuando las expectativas de devaluación toman más vigor.
El Decreto 787/2022 dispone el restablecimiento del tipo de cambio diferenciado para la exportación de soja y derivados, pero esta vez a 230 pesos por dólar y pretende recaudar cerca de 3.000 millones de dólares. Este decreto involucrará a “aquellos sujetos que hayan exportado en algún momento de los 18 meses inmediatos anteriores”. Buscando «estimular la generación de ingresos genuinos del Estado Nacional producto de la exportación de mercaderías con baja incidencia en las cadenas de valor de abastecimiento nacional». Aunque la premisa detrás es engrosar las reservas para cumplir con las metas acordadas con el FMI.
Por otro lado, los últimos meses experimentaron una sequía importante, la más contundente de los últimos diez años. Esta condición no solo refleja el empeoramiento del medio ambiente, sino que tiene un impacto directo con la economía. Tanto el otoño como el invierno tuvieron eventos de olas de frío en el centro y sur del país, más severas que lo habitual. Estos sucesos dan cuenta de las manifestaciones del cambio climático en Argentina, pero la más preocupante en términos económicos en el corto y mediano plazo es la sequía. El hecho de tener una sequía de moderada a severa implica que la cosecha del próximo verano se vea muy comprometida. Y eso condiciona aún más el ingreso de divisas a nuestra economía (menores lluvias, menor cosecha, menor exportación de granos y por ende, menores ingresos de dólares). La Bolsa de Comercio de Rosario, proyectó tres escenarios en función de las lluvias (optimista, realista y tercero pesimista). Pero aún en el mejor de los mundos, el más optimista, la caída de la producción implicaría una pérdida de 9.500 millones de dólares con respecto a la liquidación de la campaña 2022. Si se cumple el escenario realista, la liquidación 2023 caería a 33.103 millones de dólares, significando una pérdida de 12.586 millones de dólares para el país. En el escenario pesimista la pérdida ascendería a 15.842 millones de dólares.