Operación Gilberto

La fuga del coronel Gilberto Vázquez desató una crisis interna en el Ejército, desbarató el sistema de privilegios sustentado en los códigos de honor y generó un escenario que el gobierno pretende capitalizar para avanzar en su política sobre derechos humanos mientras blancos y colorados buscan cómo aprovechar el río revuelto. La Policía se juega entera a capturarlo y no se intimida por los alardes del prófugo de “resistir por todos los medios”. La justicia evalúa qué figuras delictivas corresponden a Vázquez y a su custodia mientras investiga si hubo confabulación. El comandante del Ejército quiere renunciar porque empeñó su honor, y el criminal prófugo se justifica apelando al suyo. Pero hay voces que interpretan la fuga como un producto de décadas de impunidad y reclaman explicaciones del Ejecutivo.

En la insólita fuga del “Judío” Vázquez -un connotado represor de la dictadura, responsable de múltiples delitos de lesa humanidad- el honor militar ocupa un lugar estelar. Fue el compromiso de honor del teniente general Carlos Díaz, comandante del Ejército, lo que decidió al presidente Tabaré Vázquez a gestionar la aquiescencia del juez Juan Carlos Fernández Lechini para la reclusión de cuatro de los seis extraditables -José Gavazzo, Ernesto Rama, Jorge Silveira, y el hoy fugado Gilberto Vázquez- en unidades militares. (El mayor -degradado- José Arab y el capitán de Policía Ricardo Medina no se beneficiaron de esos códigos y desde un principio fueron alojados en Cárcel Central.)

Fue el código de honor el que impulsó al general Manuel Saavedra, jefe de la División de Ejército 1, a sustituir la custodia por acompañamiento cuando autorizó el traslado del detenido al Hospital Militar; y fue ese mismo código el que supuestamente indujo al teniente coronel Walter Moreira, el “acompañante”, a dejar solo a su “acompañado” en los pasillos del quinto piso del hospital para cumplir con el requisito formal de informar al director del establecimiento sobre la presencia e internación del coronel, facilitando la evasión.

La violación de ese código dejó en orsai al presidente de la República, a la ministra de Defensa, al juez, al comandante del Ejército y al jefe de la División 1. Y, fundamentalmente, provocó un desastre de proporciones en el universo castrense: “El Ejército quedó destrozado. Todo el andamiaje de autonomía que pivoteaba en torno al concepto del honor militar se fue al suelo, se quebraron las normas. Fue un terremoto”, dijo a BRECHA un diputado oficialista que monitorea la interna militar y que asistió a la sesión de la Comisión de Defensa del Parlamento, promovida por legisladores blancos el miércoles 5 y que recibió durante cinco horas de la ministra Azucena Berrutti la información y las explicaciones sobre el episodio.

Operaciones de inteligencia vehiculizadas a través de medios de comunicación, enfrentamientos entre grupos de poder en la interna militar por los cargos y ascensos, y una carambola para debilitar al comandante del Ejército y generar una crisis en el gobierno. Estos son los elementos que provisoriamente explican la decisión del coronel retirado Gilberto Vázquez de aprovechar la lasitud de los códigos del “honor militar” para evadirse del comando de la División de Ejército 1, donde estaba recluido por orden de la justicia. Eludir la casi inevitable extradición a Argentina, solicitada por un juez federal, era sólo uno de sus objetivos.

Diversos sectores frenteamplistas, organizaciones de derechos humanos y la central de trabajadores cuestionaron duramente la responsabilidad del Poder Ejecutivo por esta nueva “burla de los terroristas de Estado a la justicia”, considerando que la fuga se produjo por los privilegios que gozaban los militares respecto a las condiciones de reclusión.

Desde la óptica del gobierno, el respaldo que el presidente Vázquez otorgó al comandante Díaz (“el gobierno, el Ejército y el país lo necesitan”, argumentó el presidente, en procura de que Díaz retirara su renuncia, que al cierre de esta edición permanecía en stand by) fue una decisión política. La ministra Berrutti había adelantado, antes de que ocurriera la fuga, en una entrevista de Sonia Breccia en am Libre, su propia evaluación del honor militar en circunstancias específicas: “Lo pensaba y lo comentaba con algunos de los militares con los que trabajo diariamente, cómo se podía soportar vivir con ese secreto, porque hay personas que saben lo que pasó con el hijo de Luz (Ibarburu, madre del desaparecido Pablo Recagno) y no lo expresan, no lo dicen; han tenido todas las oportunidades de comunicarlo en la forma más anónima, discreta, pero guardan ese secreto.

En un medio que respeta tanto el ceremonial, las condiciones del honor personal, incluso se someten corrientemente a lo que llaman tribunales de honor, ¿dónde está el honor cuando se guarda ese secreto?”.

El subsecretario de Defensa, José Bayardi, defendió la opción política del gobierno argumentando: “El compromiso del honor funcionó hasta el presente; los tres oficiales que fueron extraditados a Chile se comprometieron a presentarse a la justicia y por ello permanecieron en libertad, ni siquiera fueron recluidos en unidades militares”. Ahora, dijo Bayardi, el código se rompió y por eso Gavazzo, Rama y Silveira fueron reubicados en Cárcel Central.

EL COMANDANTE EN LA MIRA. La decisión fue adoptada en la misma tarde del lunes 3 por la ministra Berrutti. La medida, cuyos efectos fueron aquilatados por generales y coroneles, que no dudaron en condenar al prófugo, fue en cambio interpretada en medios políticos como contradictoria con el respaldo que el presidente otorgó a Díaz.

Al trasladar a los detenidos a Cárcel Central, la ministra emitía la señal de que no confiaba en sus subordinados.
Sin embargo, la ministra tuvo que desplegar todo su poder de convencimiento cuando, a media tarde del lunes, Díaz le comunicó telefónicamente que estaba dispuesto a renunciar. Berrutti se trasladó a la sede del comando y discutió con Díaz, mientras entre los generales y coroneles que se habían concentrado en el comando se tenía la convicción de que la renuncia era indeclinable. Berrutti entonces solicitó al presidente que intercediera.

Desde el gobierno se deslizaba una interpretación para el respaldo otorgado por el presidente. En los hechos, se dijo, Díaz no tiene por ahora recambio; aceptarle la renuncia implicaría desatar una serie de movimientos que, en definitiva, debilitaría más la posición del gobierno frente a lo militares.

En el balance el respaldo justifica la debilidad que, para afuera, significa mantenerlo en su cargo. Por otro lado, se sostuvo, el paso en falso de Gilberto Vázquez (quien con su fuga alteró el equilibrio precario de fuerzas internas en lo referente a la cuestión de los derechos humanos) apresura el momento esperado por el presidente para pasar ciertas facturas: la información falsa sobre la ubicación de los restos de desaparecidos en los batallones 13 y 14, y en especial los de María Claudia García de Gelman, que embretó al presidente y al entonces comandante Ángel Bertolotti en el anuncio de que había “un 99,9 por ciento” de certezas sobre el hallazgo de los restos.

El coronel Vázquez aparecía, equívocamente, como el oficial que inducía a sus colegas a brindar la información.
En este enfoque, Díaz sería un ejecutor confiable de los objetivos gubernamentales. La fuga del coronel Vázquez -además del objetivo de eludir la extradición- parece ser una movida con la intención de promover la caída del comandante Díaz, y promover cambios en la interna del Ejército para una defensa más activa de la impunidad.

El 22 de junio, Búsqueda publicó una noticia sobre una reunión de Díaz con Gilberto Vázquez, Rama y Silveira, en la que el comandante del Ejército habría sugerido a los extraditables que asumieran responsabilidad en algunos de los delitos investigados por la justicia para permanecer en Uruguay y evitar la extradición a Argentina.

Según afirmaron a BRECHA fuentes del gobierno, Díaz, en conocimiento de que se iba a publicar esa noticia, se puso en contacto con periodistas de Búsqueda y les adelantó que la afirmación era falsa. El citado semanario consignó en su crónica que Díaz había admitido “que pudo haber manejado la afirmación” en su entrevista con los oficiales presos. Ese mismo jueves Díaz se comunicó con la ministra Berrutti y reiteró la falsedad de la afirmación.

En círculos del gobierno se estima que la difusión de esa versión fue una maniobra de inteligencia de Gilberto Vázquez, como había sido antes la divulgación de una reunión con colegas en un centro militar, en la que Vázquez reclamaba de los policías José Sande Lima y Ricardo Medina que se hicieran autores de la desaparición y el asesinato de María Claudia García de Gelman. Sande Lima se comunicó entonces con El Observador para consignar su inocencia en ese caso y revelar la intenciones de Gilberto Vázquez.

El coronel prófugo está empeñado en reiterar su inocencia en el caso María Claudia, por más que a fines de 1976 era el responsable de la base Valparaíso, un centro clandestino de espionaje que el SID regenteaba en la zona de Villa Dolores, donde habría sido ejecutada María Claudia. Horas después de fugarse del Hospital Militar, en una conversación telefónica con periodistas de Canal 12, el coronel reiteró su inocencia en el caso de María Claudia, admitió haber participado en la operación Cóndor y reafirmó los términos de la noticia de Búsqueda, agregando que el comandante Díaz le había propuesto que aceptara su responsabilidad en el secuestro y desaparición de Adalberto Soba, un militante del pvp capturado en Buenos Aires en setiembre de 1976, y que integró el llamado “segundo vuelo”.

El ofrecimiento para evitar la extradición fue mejor explicado en una carta que el coronel Váquez envió a Búsqueda y que fue publicada ayer, jueves. En ella Vázquez apela a su “honor” para confirmar la veracidad de sus dichos.

En su comparecencia en el Parlamento, el miércoles 5, la ministra Berrutti insistió en que el general Díaz reafirmaba que el “ofrecimiento” era una falsedad.
Mientras en filas del Frente Amplio son muchas las voces que reclaman la destitución de Díaz, como un gesto de firmeza ante la población -y critican las afirmaciones de la ministra Berrutti y del vicepresidente Rodolfo Nin, de que la fuga “no es un hecho tan grave”-, la renuncia del comandante seguía siendo negociada. Si Díaz renuncia, también debería hacerlo el general Saavedra y ello abriría una instancia de relevos y nombramientos en la que cobraría aun mayor importancia la postergada designación del director de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, un cargo clave, que dibuja una pulseada en la interna militar y en esferas políticas.

Y en los nuevos escenarios creados por la fuga hay un elemento no menor: en sus declaraciones y operaciones mediáticas, Vázquez ha contribuido a la polarización entre el Ejército y la Policía, a partir de actitudes de tonos denigrantes. Es por eso que la captura del evadido se ha convertido en una cuestión prioritaria para la Policía. Si, como ha dicho públicamente, está dispuesto a resistir su captura “por todos los medios”, entonces es posible que el coronel Vázquez tenga la oportunidad de poner a prueba la imagen de Rambo que cultivó en el Ejército.

Qué lejos está Brasil

Al cierre de esta edición, los investigadores policiales consideraban que hoy, viernes, es el “Día D” para ubicar a Vázquez “dentro de Uruguay”. No obstante, señalaron que si las pistas que siguen “fallan”, la indagatoria volverá a fojas cero.

El coronel prófugo volvió a comunicarse ayer, jueves, con el noticiero de Canal 12. Si bien en el contacto del lunes 3 dijo que estaba en viaje hacia Brasil, ayer, es decir tres días después, sostuvo lo mismo: “Estoy viajando a Brasil”.

Cuando el periodista Alfonso Lessa le preguntó si iba a resistir el arresto, Vázquez envió un mensaje en procura de sensibilizar a la Policía que lo persigue: “Yo fui muchos años profesor de la Escuela de Policía, me llamaban cariñosamente ‘Bocaccio’, estoy seguro de que ellos saben que no soy un delincuente; me conocen bien”. Además, dijo que existe preocupación por estos hechos, no sólo en el Ejército: “Los que combatimos de un lado y del otro estamos todos preocupados”, pues por estas cosas después “terminamos todos a los tiros”, dijo.

“Soy un soldado y los soldados siempre estamos armados. Yo no voy a ser extraditado y menos por un delito que no cometí”, amenazó.

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